domingo, 6 de mayo de 2012

Disarm; Capítulo: #16

Capítulo: #16


Parte I

"Space Boy"

Artista: Smashing Pumpkins | Disco: Siamese Dream | Año: 1993

Juramos no decir la verdad a nadie. Nunca encontrarían sus cuerpos, no serán nada más que polvo. No habría evidencia alguna de nuestros golpes.

Todos estábamos fuera del hospital, la policía y bomberos nos rodeaban. Preguntaban a todos si estábamos bien, si sabíamos algo del incendio. Mentimos.

Pero, ¿y ahora? ¿A dónde iría? ¿Cómo retomaría mi vida en este mundo sin mis amigos, familia? Estaba completamente sólo. Aún estaba Sheila, Tom y Gabriel, pero no sería lo mismo. Tengo que aprender a vivir una vez más, a respirar, a caminar, a sonreír. Quiero encontrar a Gerard y decirle cuanto lo necesito en este preciso momento.

Levante la cabeza, mirando el cielo, pensando en él, mientras me abrigaba con una de las mantas que nos había dado la policía a todos.

Me pregunte en dónde se encontraría, si estaba bien, mal. Si me necesitaba tanto como yo a el o quizás ya se había olvidado de los días que habíamos pasado juntos.

Tengo miedo de enfrentarme con el mundo otra vez. Irónico, allí adentro mate a una persona, y tengo miedo de volver a mi casa. Estaría sólo allí, nadie me recibiría como solía hacerlo ella. Serian paredes calladas, testigos de otro asesinato en mi pasado.

- ¿Qué harán? – escuche - Están libres.

Levante la vista mirándolo, me sentía pequeño junto a el. Al fin y al cabo me había equivocado tanto con este hombre, es una buena persona. Realmente quiso ayudarme y lo aleje.

- ¿Libres? ¿No nos obligaras a quedarnos en el hospital? - pregunté.

El nos miró. Estábamos sentados sobre el cordón de la vereda, esperando escuchar nuestro futuro.

- No.- sonrió - Son libres, pero si alguno de ustedes muestra alguno de estos síntomas otra vez, me temo que volverán a ser encerrados.

- Es un crimen lo que estas haciendo.- dijo Tom - Estas dejando a tres locos sueltos en el mundo.
- Si bueno...- rasco su cabeza - ¿Qué puedo decir? Yo también estoy loco.

- ¿A dónde iremos? - pregunto Tom - No tengo ningún lugar al cual ir.

- Vienen conmigo.- no lo pensé - En mi casa no vive nadie.- baje la vista - Además...- hice una pausa - No quiero estar sólo. Mañana nos sentaremos tranquilos y hablaremos acerca de nuestro porvenir.

Sheila no respondió, pero apoyo su cabeza en m hombro, mientras su mano se entrelaza con la mía.

- Gracias...- susurro a mi oído.

- ¿Sigues decidido a querer morir? - preguntó Gabriel.

- Si.- respondí rápidamente.

Nadie acoto nada a mi respuesta. Todo estaba dicho, aquella noche sería la última en donde ellos tratarían de convencerme con sus miradas, lo se. Que no debía morir, pero si optar por sobrevivir.

Sobrevivir, sobrevivir, me dije en silencio mirando el caos a nuestro alrededor. Lo hacemos desde nuestro nacimiento, pero hay un momento en tu vida donde sólo quieres caer de rodillas, y respirar. Dejarte caer e inhalar hondo, rendirte ante eso que te atormenta, abrazarte a aquello que es lo único que te hace sonreír, apretarlo tan fuerte que piensas que le quitaras el aire.

Demonios, debo encontrar a Gerard, pensé de repente.

- Bueno...- rompió el silencio - ¿quieren que los alcance hasta su tu casa Frank? - preguntó Gabriel.

- Eso estaría muy bien.- apenas sonreí.

Nos pusimos de pie, moviéndonos lentamente. Estábamos cansados, exhaustos. Fue una noche larga, apenas dormimos para tener que matar a esos imbéciles.

No soy un asesino, repetí millones de veces mientras salía corriendo de allí. Fue en defensa propia, planeado, pero en defensa propia, por el bien de aquellos chicos que quedarían allí adentro, bajo sus tentáculos torturadores, y ahora no son nada más que polvo.

Gabriel nos guiaba hasta su auto. Nada mal estaba, pertenecía al grupo de los costosos. Desactivo la alarma con su llavero, e hizo un ademán para que subiéramos.

Nadie se sentó adelante, no podemos despegarnos uno del otro. Somos tres personas en una, a partir de hoy nada nos puede separar, al menos hasta el día que yo muera.

Lo encendió, pero no arrancaba. Miraba por la ventanilla del acompañante, aún como los bomberos daban vueltas por allí, asegurándose de haber evaporado completamente el fuego. Los policías seguían interrogando a los adolescentes, que ahora tenían una gran anécdota para contar y recordar de sus vidas.

Apoye mi codo sobre la rodilla, y observe todo por última vez desde la ventanilla que estaba a mi lado, mi visita en aquel lugar fue más rápida de lo que yo pensaba. Pero allí murió Robert, mi madre, Jeph, Quinn.

Suspiró, fue largo y difícil, lo oímos claramente. Seguramente sentía tristeza por marcharse de allí, era su hospital, su trabajo, sus colegas, sus pacientes, pero tendría que seguir adelante. Olvidar y seguir caminando.

- Bien...- arranco - Aquí se termina nuestra experiencia como asesinos.- fue lo único que dijo en todo el viaje.

Manejo lentamente, disfrutando del viento que le rozaba la cara. Atrás, viajábamos en silencio. De vez cuando se escuchaba mi tos. Si, mi tos. Nunca se había ido. Cada vez que lo hacia, sabía que Gabriel me miraba por su espejo. Rogándome con sus ojos que haga algo con mi salud, pero yo miraba hacia el lado contrario, aclaraba mi garganta y seguía en silencio.

Luego de unos largos minutos, llegamos a mi casa. Estaciono en la puerta. Tenía miedo de bajar del auto. Observe la casa desde allí, y se veía tan pero tan solitaria, que te daba ganas de llorar. Ninguna luz estaba encendida, el porche apenas se veía desde aquella corta distancia.

Deje de mirarla, para observar la de Gerard. Para mi angustia se veía peor que la mía. Igual de oscura, pero con la sensación que nunca había vuelto de Chicago, que todo fue una espejismo de mi mente.

- ¿Bajarás Frankie? ¿O debo salir por la ventanilla? - preguntó Sheila que estaba en el medio.

La escuche, pero tarde unos segundos en responder.

- Si...- murmuré.

Finalmente, mi mano algo temblorosa abrió la puerta. Baje. Apenas lo hice, un viento me rodeó haciendo que mi cuerpo se enfriara. Seguí mirando ambas casas, mientras escuchaba a mis espaldas como todos descendían del auto.

- Bien...- dijo Gabriel ubicándose a mi lado - ¿Quieres que me quede con ustedes esta noche?

- No.- respondí - estaremos bien.- lo mire.

- ¿Seguro? - preguntó.

- Aja.- mire el porche de Gerard.

- Escuche cuando Bert te dijo que no lo podían encontrar.- comento poniendo su mano en mi hombro.

- Lo encontrare - lo mire a los ojos esta vez.

- Lo que tú digas Frankie. Parece que siempre te sales con la tuya. Supongo que también lo lograrás con Gerard.

Sonreí, para voltear y enfrentarme a su cuerpo. Era un tanto mas alto que yo, pero parecía más joven que nosotros.

- ¿Qué ocurre? - dijo sin soltar mi hombro.

No respondí, pero lo abrace, y termino de entender lo que significan mis abrazos, representan las millones de palabras que mi boca no emiten, porque no saben como hacerlo.

- De nada.- dijo a mi oído - Cuídate Frankie, cuídalos. Siempre estaré a su lado. Te enfermas, te sientes mal, me llamas. ¿Ok? - me soltó.

- Esta bien.- dije.

Nos abrazo a todos juntos, no se cuanto tiempo estuvimos allí rodeando su espalda, pero fue algo gratificante saber que lo teníamos de nuestro lado. Lentamente fue soltándonos, sonreímos, suspiro y camino otra vez hasta su auto.

Volteamos a mirarlo, nadie dijo nada. Sólo, hizo un ademán con la mano y se fue.

Silencio.

Miramos la casa, se veía un tanto intimidante entre tanta oscuridad. Era bastante tarde a decir verdad, creo que quizás son casi las dos de la mañana, o más. Quien sabe.

- Bueno...- dije finalmente - Mejor entramos.- subí los escalones del porche.

Ellos me siguieron lentamente. No tenía las llaves de mi casa, pero recordé que mi madre siempre me dejaba una copia, encima de la puerta. En esos casos cuando salía con Robert y olvidaba mis llaves en dios sabe donde.

Me puse en punta de pies, estire mi mano, hasta que los dedos rozaron el metal.

- Acá estas...- murmuré mirándola.

La coloque en la cerradura, respire hondo, pero pude abrirla. Entramos sin decir nada, tanteando en la oscuridad, para no golpear nada en el camino. Pude llegar hasta el velador de pie y lo encendí.

- Esta es mi casa.-dije mirándolos.

Observaban el living, contemplando las paredes con algunas fotos mías, de ella, del imbécil de mi padre.

- ¿Estas seguro de esto Frank? - preguntó Tom.

- ¿A qué te refieres? - pregunte.

- Que vivamos contigo.- aclaro.

- No seas idiota.- deje mi bolso sobre la mesa del comedor - Se quedaran aquí. No tienen lugar a dónde ir, yo estoy sólo. Es perfecto.

Sus miradas se perdieron en la escalera. La observaron unos segundos, y luego volvieron a mis ojos. Los cerré deseando no tener razón alguna, con respecto a mi pensamiento.

- ¿Frank? - dijo.

No podía ser cierto, no quiero que sea verdad. No puede estar aquí, en mi casa. No luego de todas las cosas que ha dicho y hecho.

No quería voltear, pero no tuve opción. Lo hice y allí estaba, de pie en la mitad de la escalera, con su pelo un poco revuelto, una remera y pantalón cualquiera, aquí estaba durmiendo. En mi casa, mía.

Nos miramos, deseando que el otro sea el primero en hablar. Pero sabía que el no lo haría, no luego de las cosas que le he dicho en el Psiquiátrico.

- ¿Qué haces aquí? - finalmente fui el primero en hablar.

- ¿Estas bien? - bajo los escalones rápidamente.

Se acerco a mi, casi toca mi piel con la suya. Estiro sus brazos para abrazarme, pero retrocedí rápidamente, golpeando mi espalda con uno de los muebles. Las cosas que estaban encima, se movieron, lo oí. Pero nada cayo al suelo.

- ¿Por qué no debería estarlo? - pregunte.

- Lo vi en las noticias, el gran fuego.- agregó mirándome.

- ¿Qué haces aquí? - repetí.

- Vivo aquí.

- ¿Escuche mal, o has dicho "Vivo aquí"? - dije. No respondió, sabiendo que estábamos por entrar en una discusión.- Tu tienes tu casa, no vives aquí.- agregue.

- He peleado con mis padres. Han vendido la casa a la cual me mude.

- Que pena. Toma tus cosas, vete.- pase rápidamente a su lado.

- Frankie...- casi suspiro.

- No.- voltee - No me llames Frankie, Robert. Nunca más. Toma tus cosas, vete. No eres bienvenido aquí, nosotros vivimos en esta casa.

- Aún sigo siendo tu tutor.- se defendió.

- ¿Si? - me acerque un poco - Trata de encontrar tus papeles en las cenizas del gran fuego.- no pude evitar sonreír.

- ¿Me botaras a la calle a esta hora? ¿No tienes un poco de compasión?

- Sólo con la gente que no me daña.- respondí - Toma tus cosas y vete.

- Frank...- murmuró Tom a mi oído - Deja que pase la noche, ¿lo dejaras dormir en la calle? Tú no eres así.

- Pero...- murmuré también - Me ha herido Tom, tú viste como estaba ayer.

- Lo se.- puso su mano en mi espalda - Pero nosotros estamos contigo ésta vez. Te daña, lo golpeamos. Deja que pase la noche.

Lo pensé, no quería cumplir con lo pedido por Tom, pero tenía razón. Ellos estaban conmigo esta vez, no dejarían que me haga daño alguno. Sólo es una noche. Una sola.

- Bien.- lo mire - Dormirás en el sofá, mañana cuando me levante no quiero verte aquí. Te llevaras tus cosas y desaparecerás de mi vida. No me importa si no tienes a dónde ir, no es mi problema. Sólo desaparece de una buena vez. ¿Ok? - lo señale con mi dedo.

- Esta bien. Gracias.- atino a decir.

- No me agradezcas. No quiero tener relación contigo. Olvida todo lo que hemos pasado. Todo. Porque eres una basura. Y las basuras...- me interrumpió Tom tomando mi brazo.

- No. - dijo Bert - déjalo que continué. Que descargue su ira contra mí. ¿Sabes que pienso Frank? Que sólo estas molesto porque no puedes conseguir lo que quieres, sientes que te falta algo y no sabes que. No entiendes que es, no lo puedes descubrir. Por eso alejas a todos tus amigos, seres queridos. Ella se suicido por ti.- termino su discurso
- ¡Te matare! - grite abalanzándome sobre el.

Ambos caímos al suelo. Pronto, sentí las manos de Tom y Sheila sobre mi espalda para que lo suelte, seguía insultándolo, tratando de golpear su rostro.

- ¡Ya Frankie, suéltalo! - grito Tom.

Agitado y respirando dificultadamente, lo deje libre. Me puse de pie, observándolo desde arriba, como su cuerpo yacía aún en el suelo. Algunos golpes en su rostro eran evidentes pero no graves.

- Mañana a primera hora del día, estas fuera.- dije volviendo a la mesa.

Tome mi bolso, lo mire una vez más. Tenía inmensas ganas de matarlo, pero no debía. Muchas muertes rodean esta noche, no quiero una más. Si la necesito, pero no quiero.

- ¿Sino me mataras? ¿Como lo has hecho con tu padre? - dijo al ponerse de pie.

Lo mire, luego a Tom. El no sabía acerca de eso. Solo Sheila, era nuestro secreto.

- Ah...- suspiro Robert - ¿No sabias Tom? Es un asesino. Mato a su padre.

- ¿Si? - respondió Tom - Seguramente, algo malo hizo para terminar muerto.- sonrió después.

Mis ojos se clavaron en su rostro. Luego su hombro rodeó el mío. ¿Por qué no conocí antes a estas personas? Ellos son mis amigos, los que necesitaba antes, ahora, en un futuro. No pude evitar sonreír al escuchar la respuesta tan espontánea y seria de Tom. No le importo mi asesinato. Y si, el me había golpeado, se lo merecía.

Bert estaba confundido, con miedo. Esta noche entendió que no somos normales, podemos ser capaces de hacer cualquier cosa, sin importas las consecuencias. Sin asesinar o no, con o sin sangre. Salimos caminando nosotros primero, con sus cuerpos sobre los hombros.
Nosotros, no ellos.

Silencio, Bert camino hasta el sofá y se dejo caer allí.

Suspire y finalmente subimos las escaleras.

Los conduje hasta mi vieja y extrañada habitación. Era indiscutible que no dormiríamos aquí los tres. Seguramente lo haríamos en la habitación de mi pútrida madre. Ya no necesitaba esa cama, ahora es mía.

- Dejen sus cosas aquí. Tomen un baño si quieren.- dije volteando - Pero dormiremos en la otra habitación.

- ¿En cuál? - preguntó Tom dejando sus cosas sobre mi cama.

- En la habitación de mi madre.

Ambos me miraron al escucharlo. Pude ver en su mirada cierto miedo y asco ante mi respuesta.

- ¿Qué ocurre? - pregunte mirándolos - Es una cama como cualquier otra.

- No, ella dormía allí.- dijo Sheila.

- ¿Tienen miedo? Créanme que no aparecerá a la noche para asustarnos.

- ¡Frankie! - golpeo mi hombro Tom - No hagas bromas con eso.

- Ya, ya...- frote mi hombro - Hagan lo que quieran, es su casa. Vayan a recorrerla. Busquen comida, báñense, lo que sea.

Ambos sonrieron y desaparecieron de la habitación. La observe, estaba casi igual a como la deje. Salvo por algunos bolsos de Robert.

Mire la guitarra, junto al la silla, pero mis ojos se desplazaron de ella a mi celular que se hallaba sobre el escritorio.

Gerard, fue lo primero que pensé. Unos cinco pasos, y tenía el artefacto en mis manos. No estaba muy seguro de lo que estaba haciendo pero no perdería nada con intentarlo. Estaba encendido. Busque su nombre en el directorio. Respire hondo, y lo llame.

Sonaba, sonaba y sonaba, pero no atendía.

- Demonios Gerard, atiende el maldito teléfono.- murmuré.

Colgué, espere unos segundos sentándome en la cama. Trataba de no devorar mi aro en el labio de los nervios que tenía. Trate una vez más.

- ¡Demonios! - atendió el teléfono - ¿Déjame en paz quieres? - grito para colgar.

- Pero...- mire el celular-maldición.- ya comenzaba a perder el control.

No se cuantas veces más trate, pero me estaba cansando de llamarlo, aunque no quería resignarme. Atendió el teléfono, me grito, pero atendió. Estaba bien, estaba vivo. En algún lado se encuentra y debo saberlo.

Mi cerebro reacciono, y me recomendó mandarle un mensaje. Quizás con eso podría lograr hablar con el, sin que colgara la conversación. Mis dedos se movieron rápidamente sobre el pequeño teclado, diciéndole quien era, que necesitaba hablar con el, que llame urgentemente.

Suspire, deje el celular en mi regazo y espere. Nada ocurrió, silencio. Tom con Sheila volvieron, diciendo algo sobre Robert en el sótano. No les lleve el apunte, no podía quitar mis ojos de la pantalla del artefacto. Se cansaron de esperar una respuesta y se fueron. Sólo quería ver como mi celular se encendía y ver su nombre en ella. Atender y sonreír al escuchar sus disculpas.

La pantalla se encendió, pero era un mensaje. Rápidamente lo leí.

"Déjame dormir. No hagas que salga de la casa y vaya a buscarte para golpearte"

- ¿Qué? - murmuré a mi mismo volviéndolo a llamar.

Estaba en su casa, aquí. Sino contestaba el maldito teléfono, en minutos mis pies estarían bajando las escaleras para correr a tocar su puerta. Recordé las palabras de Robert, no puede haberme mentido de nuevo. No otra vez.

Sentía mi dedo algo dolorido por la presión que ejercía sobre el metal. Quería hablar con el, creo que sino lo hacía esta noche moriría, probara mi necesidad mientras sangro.

No se que siento, si es bronca, emoción, adrenalina, ganas de abrazar a Gerard o ahorcar a Bert.

Dios lo puso en mi camino, seguía escuchando como sonaba el teléfono de Gerard, cuando Robert entro a mi habitación.

- Tomo mis cosas y me voy. Dormiré abajo como has dicho.- dijo tomándolos.

- Escúchame.- me puse de pie dejando el celular sobre la cama - Tu dijiste que Gerard estaba desaparecido. ¿Has intentado llamarlo? - pregunte mirándolo.

Se alejo unos pasos, pensando su respuesta.

- Respóndeme.- ordene.

- Si, no contesta su teléfono.

- ¿No? - me acerqué un poco - ¿estas seguro de eso? Acabo de llamarlo, atendió, dijo "Déjame en paz", ¿qué le has hecho? - pregunte.

- Nada.- seguía alejándose.

- ¡Por Dios, Bert! - grite perdiendo la poca paciencia que tenía - ¿¡Qué demonios ocurre contigo!? ¿¡Por qué mientes tanto, por qué me hieres así!? No entiendo cual es tu problema conmigo, con Gerard. ¿Acaso alguien te ha hecho algo? ¡Tú no eras así! - no podía dejar de gritarle en la cara - Eras amable, amistoso.

- Yo...- no sabia que decir - Nunca desapareció. Sólo fueron celos.- dijo finalmente.

- ¿Celos? - lo mire - ¿’Celos!? ¿’Todo esto por celos!? ‘Tu estas más enfermo que yo! Esta en su casa, ¿cierto? Nunca se fue, esta a dos metros de aquí. ‘Dímelo!

- ¡Si! - grito- ¡Bien! No se fue. Nunca se va a ir, ¡porque esta obsesionado contigo!

- ¿Y tu qué sabes de eso? Ahora mismo lo iré a ver.- pase a su lado.

- No.- tomo mi brazo - Y esta obsesionado contigo, porque me ha llamado cientos de veces para saber de ti. Y he hecho lo mismo con el, sólo para molestarlo. ¿Aún olvidas que me golpeo?

Voltee acuchillándolo con mi mirada, por sentir sus manos tomándome una vez más. No quería sentir sus dedos en mi piel, nunca más. Era macabro este hombre.

- Suéltame.- dije en seco - Te he dicho que nunca vuelvas a tocarme. Estas haciendo que pierda los estribos contigo.- agregue cuando me soltó - Estas así - lo demostré con mis dedos - de pasar al mundo de los muertos.

- No puedes ir a verlo, porque piensa que estas muerto.- lo escupió como si nada.

- ¿Qué? dije.

- Anoche...- suspiro - cuando supe lo del incendio, sabía que tu estabas vivo, no se como ni por qué, pero lo sabía. No eres la clase de personas que mueren en un incendio, pero lo llame y le dije que estabas muerto.

- ¿¡Por qué demonios hiciste eso!? - grite.

Finalmente, pude ver a Sheila y a Tom, apoyados en el marco de la puerta, esperando una señal para separarnos una vez más. Ninguno de nosotros podíamos creer lo que decía. Todo por unos enfermos celos.

- Porque estaba todo el tiempo contigo, olvidaste venir a mi mudanza, tu madre me ha contado las veces que ha dormido contigo. ¿Piensas que soy idiota? El me reemplazaría.

Quería que pensara que estabas muerto, para que nos volvamos a reunir cuando salgas.

- ¿Sabes? - levante un poco mi mentón - Tienes razón. El es mejor amigo que tu, siempre supo cuidarme, se preocupó por mi. No me drogo, no me internó. ¿Irónico, cierto? Mi enemigo sabe mejor que tu, lo que significa la palabra amistad - voltee.

- Has lo que quieras.- pasó entre medio de Sheila y Tom.

Los tres lo seguimos por la escalera. Pasó por la cocina, hasta que llego a la puerta del sótano. La abrió, para bajar los escalones.

- ¿¡A dónde crees que vas!? - grite desde la puerta.

- Si tu ves a Gerard, tendrá que saber que tienes un cadáver en tu sótano, ¿no? - contestó arrodillándose en la tierra.

No conteste, mire a mis amigos, no dijeron nada, pero sabían a quien pertenecía. Baje los escalones, para tomar su espalda.

- ¿Puedes calmarte? - volví a gritar - ¿¡Qué haces!? ¿Vas a llevarle el cadáver? ¿Estas loco?

- ¡No! - me empujó - Estoy harto de cubrirte Frank, si tanto se preocupa por ti, ya veremos que dice cuando sepa que tenía razón, que tu lo mataste, has hecho que tu madre se suicide. ¿Y sabes qué? - tomo aire - Estoy seguro que tuviste algo que ver con el incendio. Tu.- me señalo - Con esos imbeciles - miró las escaleras.

Tom y Sheila no habían bajado, que no querían ver un grupo de huesos allí abajo. Sus miradas eran tristes, confusas. No sabía que decirles, no podía arreglar la situación. Respire hondo, sintiendo mis rodillas temblar. El aire comenzaba a faltar, y no sólo por los nervios, sino el encierro del sótano.

Observe a Bert, seguía quitando la tierra con sus uñas. Me arrepentí de no haber quitado el cadáver cuando mi madre lo pidió.

- Detente Bert.- dijo desde arriba Tom.

- Cállate, Tom.- le respondió a mi amigo.

Me deje caer sobre los talones, tratando de recuperar el aire. Comencé a toser, pero no podía moverme, aún temblaban las rodillas. Cerré los ojos, murmurando insultos y ordenes hacia Bert para que se detenga. Deje que las manos cayeran al costado de mi cuerpo, sintiendo la tierra entre mis dedos. Los froté, unos contra otros, apreciándola húmeda, pedregosa. Manchaba mis manos, trayéndome recuerdos sobre el, cuando cayo sobre el suelo de la cocina, con un agujero en su cabeza. Quizás le estaba pidiendo perdón cuando se encontró con mi madre.

Algunas imágenes de Bert sosteniéndola en el baño del hospital, vinieron a mi mente. Sangre, gritos, corridas de enfermeras tratando de buscar algún héroe en el hospital para que haga magia con su disparo y le devuelva la vida.

Las falanges dejaron a la tierra en paz, para cubrir mi rostro. Respire entre ellas, al menos eso trataba y sólo comencé a llorar. Nadie estaba a mi lado, algunos huesos y Bert que quería quitarlos de su tumba.

No se si fue una especie de catarsis, pero el llanto crecía, los temblores se adueñaban de mi armadura.

- ¿Frankie? - escuche a lo lejos - ¡Frank! - grito esta vez.
Unos pasos en la escalera se escucharon, y todo fue silencio hasta que mis manos se alejaron, no por voluntad propia, de mi rostro.

- Abre los ojos.- me indico.

Respire y respire, haciendo que la tierra entrara por la nariz, pero abrí los ojos. Allí estaba, supongo que debo haber muerto de un infarto y estoy en el cielo, observándolo desde allá arriba. O me desmaye, quizás estoy soñando.

- ¿Gerard? –a penas pude murmurar.

- Si...- sonrió levemente - ¿Puedes verme? ¿Si? ¿Puedes verme?

- Estoy muerto, ¿no?

- No Frankie.- acaricio mis manos con las suyas - Estas vivo. Estoy aquí.

Estaba a mi frente. Su rostro brillaba de la transpiración que corría por su piel. Todos estaban allí abajo a su espalda. Bert, aún arrodillado en el suelo. Tom y Sheila de pie junto a el. La habitación estaba un tanto oscura en este momento.

Tenía tantas cosas para decirle en aquel momento, que mi mente no podía decidirse por cual emitir primero. Los temblores cesaron, cuando sentí sus dedos entrelazados con los míos, pero no podía dejar de llorar.

Finalmente, me llevo hasta su regazo y me abrazo.

- Sh...- decía a mi oído - Estoy aquí.

- Llévame de aquí, Gerard.- murmuré.

Me soltó lentamente, trate de mirar sus ojos, pero aún tenía un poco de tierra en mi rostro.

Los cerré y sabía que Gerard me cargo en sus brazos, estábamos subiendo las escaleras, luego hizo lo mismo hasta mi habitación. Me deslizo lentamente sobre mi casa, escuche que cruzó unas cuantas palabras con Tom y Sheila, pero luego la puerta se cerró y no hubo más nada que silencio.

Respire y respire, hasta sentir nuevamente como el aire entraba a mis pulmones, como mi sistema nervioso lograba apaciguarse.

- Frank...- escuche.

Lentamente abrí los ojos, para ver como se recostaba a mi lado. Gire y volví a perderme en su sonrisa.

- ¿Puedes respirar? ¿Verme? ¿Estas bien?

- Estoy...- respire hondo - estoy mejor. ¿Nunca te has ido, no? Me dijo que te habías ido, que no podían encontrarte, ni a ti ni a tu madre - comencé a hablar más rápido - No podía dejar de pensar en donde estabas, si estabas bien, porque si te ocurre algo...

- Sh...- murmuró posando su índice sobre mis labios - Deja de hablar. Descansa, tienes que descansar. ¿Si? - quito su dedo.

- Quédate conmigo - le implore con mis ojos.

- Sabes que lo haré.- sonrió - Me alegro que estés vivo.

No dije nada, porque empezaría a maldecir a Robert durante toda la noche.

- ¿Por qué viniste? Colgaste la comunicación cuando te llame.

- Dejaste tu celular aquí arriba.- miró la cama - y discutías con Bert. Yo estaba escuchando del otro lado. Créeme...- tomo aire - No lo mate allí abajo porque en este momento tu eres más importante que el.

- Gracias...- murmuré acercándome a el.

Finalmente, logré lo que tanto anhelaba. Estar en mi cama, junto a Gerard. Sentir esa seguridad tan añorada junto a el. Seguí acercándome lentamente, hasta treparme por su cuerpo.

- ¿Qué haces? - preguntó mientras apagaba la luz de mi mesa.

- No quiero separarme de ti en toda la noche.- conteste en su pecho.

Estaba completamente recostado sobre el. Sentía el latido de su corazón, su respiración, su pecho como subía y bajaba con cada respiro.

Estuvimos un momento en silencio, hasta que sus manos lentamente se ubicaron en mi espalda, la tomo para acomodarme sobre el. Mi rostro, termino por incrustarse en su cuello.

De nuevo, de nuevo ese aroma tan particular de Gerard inundaba mis pulmones.

- Tócame el pelo - murmuré.

- Demasiado acostumbrado estas a mí.- dijo en mi oído.

- No me importa. Estas aquí, conmigo. Quiero que me toques.

No respondió, pero su mano derecha se perdió en mi cabello. Los dedos paseaban por toda mi nuca, cuello, para luego volver a mi cabeza.

- Lamento lo de tu madre.- murmuró.

- Gracias.- dije de la misma manera.

- Duérmete, ¿si? Mañana hablaremos.

- Te quiero, Gerard.- no se de donde vino eso.

- Yo también.- sentí que sonrió en mi cabeza.

Sus respiros eran notas musicales para mis oídos. Ellos junto con sus largos y finos dedos, lograron que mi mente se apagara luego de días de agonía.

Necesitaba estar en mi cama, en silencio. Sentirme querido por alguien, que quizás no todo estaba tan perdido como creía, las caricias, ese aroma.

Necesitaba a Gerard.

Parte II

"A Beautiful Lie"

Artista: 30 Seconds To Mars | Disco: A Beautiful Lie | Año: 2005

Mi mente comenzaba a recibir el nuevo día. Le dije que no quería despertarme, solo poder seguir durmiendo. Pero no había remedio, no quería seguir soñando, sólo atentaba con abrir mis ojos. Tuve que hacerlo, para darme cuenta que Gerard no estaba conmigo.

Mi habitación estaba un tanto oscura, aunque algunos rayos de luz entraban por la ventana. Gerard la había cerrado para que no despierte. Lentamente me senté en la cama, notando que aún tenía la ropa del día anterior. Necesitaba bañarme.

Froté mis ojos, acostumbrándome a la poca luz. Finalmente me puse de pie, me acerque a mi armario. Se sintió un poco extraño poder tocarlo una vez más, nunca pensé extrañar tanto esa tosca madera. Pensé que nunca más lo vería, que sólo me quedaría de por vida en aquel psiquiátrico. Mis manos automáticamente tomaron un pantalón cualquiera, y alguna remera para conducir mis pies al baño.

Divise la puerta de la habitación de mi ex madre abierta, nadie estaba allí. Quizás estaban desayunando abajo, junto a Gerard. Sólo, espero que Robert haya captado el mensaje para desaparecer de mi vida, de una vez por todas.

Bostece, y entre al baño. Encendí la luz, para ver reflejado mi rostro en el espejo. Demonios que estaba destrozado, algunas manchas de tierra yacían secas y pegadas a mi piel. Observe mis ojos, aún tenían aquellas pequeñas bolsitas símbolo de no descansar lo suficiente.

- Necesito este baño.- me murmuré.

Cerré la puerta, me desvestí. No quise investigar mucho mi cuerpo, porque no dejaba de bajar de peso. Simplemente lo seguía perdiendo como si nada.

Lance la ropa al suelo sin importarme donde caía, abrí el agua y juro que gemí del placer al sentir el agua caliente, correr por mi piel.

Esparcí las palmas de las manos por toda mi anatomía, como si pudiese borrar de mi vida el Psiquiátrico, mi madre, Robert, Quinn, Jeph, los asesinatos en defensa propia. Sé que no es posible, pero sirve para engañar un poco a tu mente.

De la nada, recordé a Gerard. Nunca había partido, siempre estuvo aquí. Divise sus manos tomando las mías en aquel sótano, junto a mi padre, y sonreí. Tuve la loca idea de salir corriendo del baño sólo para abrazarlo. Asegurarme que nada de eso fue un sueño, que realmente estuvimos tomados de la mano, dormimos juntos.

Deje de lado a Gerard, para lavar mi cabello y salir de allí en cuanto antes. A una velocidad increíble saque toda partícula de agua sobre mí, me cambie, y baje las escaleras. Acelere un poco mi caminar en los últimos escalones. Ningún sonido se escuchaba. Me detuve en seco al pie de la escalera. Temiendo que todo haya sido un sueño, como lo pensé allá arriba.

Respire hondo, ya sintiendo como mi corazón comenzaba a acelerarse por culpa del pánico que se aproximaba.

- ¿Frankie? - Escuche.

Y su cabeza asomando por la puerta de la cocina, formo en mí una sonrisa de oreja a oreja. Lo mire, aún tenía su pelo un tanto revuelto. Pero su rostro me indicaba que despertó hace horas atrás...

- Gerard....- suspire de alivio.

- ¿Qué haces ahí? Ven a desayunar.- me devolvió su sonrisa.

Camine hasta el, sin quitar mi vista de su rostro. Su sonrisa seguía allí, llegue hasta el, rodeó con su brazo mi hombro, ambos entramos a la cocina. Sheila y Tom, estaban sentados en la mesa, uno al lado del otro. Gerard me soltó, sentí tristeza, se sentó en la cabecera, yo a su lateral izquierdo.

Mire a todos, ellos sonrieron. Gerard sirvió un poco de café, y acerco un plato con tostadas ya preparadas con alguna especie de mermelada. El café era tentador, la comida tenía grandes tentáculos que querían devorarme. La mire, juro que veía sus brazos y grandes dientes burlándose de mí.

- No tengo hambre.- dije alejando el plato, pero aceptando el café.

Sheila y Tom, miraron a Gerard, esperando una argumentación de su parte.

- ¿Y qué comerás? - preguntó él - ¿Aire?

- No comeré nada.- tome un sorbo del café.

- Frankie...- suspiro Gerard.

- Puedes suspirar todo lo que quieras. No tengo hambre.- repetí mirando el plato.

- Bien.- contestó - Bert se ha ido.- cambio de tema.

- Era hora que lo hiciera.- conteste - ¿No? - mire a todos.

- Si.- Respondió Tom - ¿Cómo has dormido?

- Bien.- sonreí mirando a Gerard - Muy bien.- agregué - ¿Ustedes? - devolví la pregunta.

- Bien.- sonrió Tom - Nadie nos ha tocado los pies a la noche.- no pudo evitar sonreír.

- ¡Tom! - casi grito Sheila golpeando su hombro casi haciendo que un poco de su café cayera al suelo.

- Sádico - murmuró Gerard pero sonriendo.

- Pero no puedes dejar de sonreír.- dije mirándolo.

- Lo siento.- se disculpo.

- Esta bien.- dije - La extraño, pero no olviden que me drogo...- hice una pausa - Ustedes saben el resto. ¿A qué hora se ha ido Robert? - cambie de tema.

- No lo se.- respondió Gerard mordiendo una tostada - Me levante, y ya no estaba. Vi el sofá intacto, sus bolsos no estaban. Sólo...- hizo una pausa - se había ido.

Seguí tomando mi café, mirando de reojo a mis colegas como observan mis pocas ganas de deglutir algo de aquella mesa. Por un momento mire a Gerard, recordando las palabras de mi desaparecido compañero.

- ¿Y tu madre? - pregunte dejando mi taza - ¿También pertenece a las grandes mentiras de Robert?

- Si.- contestó rápidamente Gerard sin mirarme.

- Pero...- atine a decir.

- No quiero hablar de ella. ¿Si? - me miró esta vez.

- Ok, lo siento.- mire a Sheila.

Levanto sus hombros, sin saber que había ocurrido con su madre. Lo más probable es que hayan discutido nuevamente por teléfono, quien sabe.

- ¿Y Quinn, Jeph? - seguí preguntado.

Lentamente sus ojos, volvieron a los míos, preguntándose por qué demonios hago tantas preguntas en el día de hoy. Pero no olvidemos que pase un buen tiempo dentro de un Psiquiátrico, necesito ponerme al tanto de lo que ha ocurrido en mi ausencia. Jeph ni Quinn habían ido a verme, Gerard no volvió a Chicago. Son cosas que aún necesitan explicación, y ser almacenadas en alguna parte de mi mente.

Espere unos segundos a que responda. Miraba su taza, miraba de vez en cuando a Tom y Sheila.

- ¿Entonces? - insistí.

- Ellos se unieron con Bert.- respondió - Mira....- hizo una pausa - Olvídalos, ¿si? No valen la pena. No son las personas que creíamos que eran.

- ¿Te hicieron algo cuando no estuve? - no se porque pregunte eso.

- Frank...- quería que deje de preguntar.

- Respóndeme.- dije.

- Bien. Ellos dejaron de verte sólo porque Bert decía cosas no ciertas sobre mi.

- ¿Qué han dicho?

- ¿Puedes dejar de preguntar y desayunar? - me aniquilo con su mirada.

- No.- respondí rápidamente - Dime qué ha ocurrido.

- Bien.- levanto un poco su tono - Dijeron que sólo quería aprovecharme de ti, vengarme de todo lo ocurrido hace años atrás. Que sólo estaba haciendo esto, por venganza. Que al final de todo, terminaría por herirte como lo he hecho siempre. Me han tratado de egoísta, de manipulador, acosador de personas, el culpable de tu visita en el psiquiátrico, del suicidio de tu madre, que no quieras seguir el tratamiento de eso que tienes en tu cuerpo y no quieres decirme...- tomo aire - En fin, dijeron que merecería morir.

Creo que no cerré mi boca en todo el tiempo que escuche sus palabras. Realmente no se que ha ocurrido con Robert y el resto. Es como si les hubieses lavado el cerebro, y decidieron ponerlos en nuestra contra.

No sabía que decir, no encontraba las palabras exactas para responder a todo lo escuchado. Mi mente no entendía, como podía existir tanto odio y confusión este mundo.

Mire a Tom, lo observa casi con el mismo desconcierto que yo. Sheila, miraba su taza, ya estaba acostumbrada a lidiar con este tipo de personas, y no le afectaba en lo más mínimo lo narrado por Gerard.

- ¿Satisfecho? - dijo Gerard cuando vio que no hablaba.

- ¿Alguien quiso herirte físicamente?

- No.

- Júramelo.

- No juro.

- ¿Lo hicieron? Porque si es así, en dos minutos salgo por la puerta y los mato a todos. No importa cuantos sean.

- No Frankie.- sonrió esta vez - Nadie quiso tocarme un pelo.

- ¿Por qué demonios sonríes? - levante mis manos en el aire – ¡Estamos hablando de un grupo de locos aquí! - casi grite.

- ¿Si? Pero no tienen a su padre enterrado en el sótano. ¿O si? - dijo de la nada.

Demonios, no esperaba ese ataque. Buen tiro Gerard, buen tiro. Baje lentamente los brazos, tratando de seguir respirando.

- Puede que si. El padre de Jeph es un obsesivo compulsivo de la limpieza y trata a su hijo como un esclavo. El padre de Bert, colecciona armas, las limpia cinco veces por día, cuando nunca las ha usado, agregándole que piensa que su hijo tiene quince años. - me defendí - Ya veremos si los entierran en su sótano.

- Lo siento...- bajo la vista - No tendría que haber dicho eso. Me molesto tu mentira Frank. Todos estos años te lo he preguntado y siempre lo has negado.

- Bien.- lo mire - ¿Quieres saber la verdad? Para el vecindario era un padre maravilloso, el esposo ideal, éramos la familia perfecta. Pero cuando estaba aquí adentro, no he escuchado más que sollozos y llantos de sus golpes hacia mamá, hacia a mi.- mantuve mis ojos en su mirada - Si, hubo años en donde podía decir que era mi padre. ¿Pero los últimos? - mire a todos - era un completo extraño. Tome clases de tiro. Una noche, iguales a todas, le pegaba a mamá, no podía tolerarlo más. Agarre el arma, baje las escaleras, y lo mate. No podía deshacerme del cadáver porque soy un maldito sensible sin cura y lo enterré aquí. Teniendo la esperanza que reviva y pida perdón por el daño hecho. ¿Satisfecho? - termine de hablar.

- No era necesario que des tantos detalles.- dijo Gerard.

- Tu insististe años en saber la verdad. Ya la tienes.- contesté.

- Yo mate a toda mi familia.- agregó Sheila.

- ¿Qué? - preguntó Gerard.

- Como has oído.- dijo ella - Gente que me molesta, gente que muere. Ellos me han tratado mal desde que nací, no podía hacer otra cosa que matarlos. No te daré detalles, porque no quiero recordar todo lo sucedido. Pero créeme, merecían morir.

- Que bien...- suspiro Gerard - Estoy rodeado de asesinos.

- Vete si quieres. Nadie te lo impide.- dije.

- Nadie te matara Gerard, a menos que alguna vez nos hieras, incluyendo a Frankie.- hablo Tom esta vez.

- ¿Es una amenaza? - preguntó el.

- No.- respondió Tom - Sólo es para que no olvides que no estas tratando con gente cobarde. No nos tiembla el pulso, a la hora de quitar una vida de este mundo.

- ¿Tu también has matado? - preguntó algo curioso pero con miedo.

- ¿Quién piensas que inicio el incendio anoche? – respondió - Nosotros. La jefa del lugar...- me miró - Tenía cierta fascinación en llevar a los chicos al sótano, torturarlos horas seguidas. Ella y los hombres encargados de seguridad.

- Seguridad...- murmuró Sheila - Si claro.

- ¿Los mataron? - preguntó Gerard mirándome.

- ¿Tu qué piensas? - respondí.

- Demonios...- se puso de pie - Necesito procesar esta información.

- No pareces tan asombrado.- comente - Otro en tu lugar ya hubiese llamado a la policía.

- Quizás no lo hago porque se quienes son ellos y me han contado los motivos. Sin embargo, no puedes ir matando gente por la vida, pero al parecer ellos lo merecían.

- Se lo merecían.- repitió Tom.

- Si quieres te ayudamos con tu madre.- agregue.

- Eres un idiota Frank.- camino hacia el living.

- Hey...- me puse de pie.

- Tú, y tus bromas.- murmuró Sheila.

- Gerard...- camine rápidamente.

- ¿¡Qué!? - grito volteando.

- Lo siento. ¿Ok? - me acerque un poco - Fue una broma.

- A veces no te entiendo Frank. Realmente, no te entiendo. ¿Cómo puedes hacer esas bromas? Cómo...- hizo una pausa - ¿Cómo puedes estar tan tranquilo con todo lo ocurrido?

- ¿Tu piensas que estoy tranquilo? - pregunte.

- Eso es lo que veo.

- Pues estas equivocado.- me aleje otra vez - No estoy tranquilo, no se que haré con mi vida, ella esta muerta, he perdido a mis amigos, tu sabes de mi padre, no se si seré capaz que dormir otra noche...- hice una pausa - Sin ti.- termine.

Hubo un silencio, mientras nosotros no podíamos dejar de mirarnos. Su boca se abría y cerraba, tratando de encontrar las palabras perfectas hacia las mías, sólo suspiros terminaban brotando de ella. No se por qué, pero sentí que mis mejillas comenzaban a tomar color, lo sentía. Voltee sin pensarlo, dándole la espalda.

- Vete si quieres, no voy a retenerte.- dije.

Un crujido en la vieja madera, me indico que se acercaba a mí. Quise alejarme, pero mi cuerpo no respondió a las órdenes de mi mente y sentí sus brazos rodeando mi pecho. Recordé aquella tarde en mi habitación, parecía tan lejana. Aquel día cuando decidimos dejar todo atrás y darnos una oportunidad.

- No haré lo que hicieron ellos. No me alejare de ti.- casi susurro en mi oído - A menos que tú quieras. Pero no tengo intenciones de irme.


- Volverías a Chicago.- respondí posando mis manos sobre las suyas.

- Ah...- suspiro - Estuve sólo un par de días allí, necesitaba terminar con ella.

- Tu madre.- afirme mirando el comedor.

- Exacto.- apoyo su mejilla en mi hombro - No ha terminado bien. Es algo que prefiero olvidar. ¿Si?

- Esta bien.- me escabullí de sus brazos para mirarlo - ¿Te quedaras?

- No tengo lugar en donde vivir.- dijo - Te lo iba a decir anoche, pero preferí que descansaras. Ella vendió la casa, sabiendo que yo vivía en ella con Quinn. Mañana se mudan los nuevos vecinos.

- No lo puedo creer.- respondí.

- Así es....- miró hacia un lado.

- ¿Gerard? - pregunte.

- ¿Mm? - volvió a mis ojos.

- Múdate conmigo.- no lo pensé.

- ¿Hablas en serio? - me miró asombrado.

- No tienes lugar para vivir. Mi casa es grande y...- hubo un silencio- aparentemente no puedo dormir a menos que pases la noche conmigo.

- No lo se Frankie...- miró el suelo - Últimamente te he traído problemas.

-¡Vamos! - casi grite golpeando su hombro - El único que creaba los problemas era Bert. No tú. Múdate conmigo.

- Frankie...- sonrió tomando mis manos - ¿Estas seguro de esto?

- Si. – sonreí - Vete, comienza a traer tus cosas, nosotros te ayudaremos.

- Frankie...- no dejaba de decir mi nombre.

No sabía que hacer que decirle, lo veía tan indefenso como a mi. Tenía ese aspecto de roca volcánica, pero sus ojos pedían a gritos un poco de ayuda. Sonreí, sonreí hasta que mis mejillas comenzaron a doler y lo abrace. Lo abrace de la misma manera que siempre lo hice, hundiendo mi cabeza en su pecho, robándome su aroma, esperando a que sus manos se paseen por mi espalda. Pero opto por tomar mi nuca, alejarme de el y mirarme.
Demonios, que me puse nervioso, estaba demasiado cerca de mi rostro.

Se inclinó un poco, para acercarse a mi oído.

- Eres un ángel Iero.- murmuró al mismo tiempo que besaba mi mejilla con entusiasmo.

Alejo su boca de mi piel, y no pude hacer más nada que suspirar y cerrar los ojos.

- Comenzare a traer mis cosas.- me di cuenta que se había alejado.

Los abrí lentamente, mirando como se iba de mi casa, su nuevo hogar. Quede allí, petrificado, sintiendo que me faltaba el aire y que mis rodillas querían ceder. Y así fue.

Ellas se rindieron, pero Tom logró tomarme entre sus brazos.

- Frankie.- dijo a mi espalda.

Voltee, sosteniéndome de el, pero sonreía como idiota.

- ¿Qué ocurre? ¿Te encuentras bien? - preguntó preocupado - ¿Por qué sonríes tanto? - dijo luego.

- Fue a buscar sus cosas. Va a vivir con nosotros.-respondí.

- Que bien.- sonrió - Me alegro mucho. ¿Tan feliz te pones que tus rodillas ceden? - preguntó.

- Creo que... - hice una pausa - Ceden cuando me pongo nervioso.

- Jajá jajá.- rió - Te faltan vivir tantas cosas en la vida, mi adorado Frankie.- rodeó mi hombro con su brazo.

- ¿Y eso qué se supone que significa? - pregunte.

- Ya lo descubrirás tu sólo.- respondió – ¡Vamos! - le grito a Sheila - Debemos preparar las habitaciones, mover camas. Ordenar.

Subimos las escaleras, los tres juntos, tratando de encontrar la respuesta en mi mente al comentario misterioso de Tom. Al demonio con eso, me siento completo. Estoy con mis nuevos amigos, Gerard dormirá conmigo. Dormiré todas las noches, sin tener que preocuparme por mi maldito pánico a la nada. No esperen, no es nada. Es una enfermedad.
Suspire al recordarla, esa cosa aún sigue en mi cuerpo, pero no estaba dando muchas señales en el día de hoy.

Pasamos casi todo el día, ordenando la casa. Cambiando las cosas de lugar, armando nuestras nuevas habitaciones, formando el reciente hogar. Gerard subía y bajaba cosas. Ya no quedaba nada en su viejo hogar, todo yacía en el mi comedor.

Estaba cansado de trabajar, pero no podía dejar de hacerlo, mis manos y pies se movían solos para llevar y traer cosas de aquí para allá.

Tom conecto, en el medio del pasillo, los parlantes de Gerard, enganchados con uno de mis equipos y la música sonaba de fondo.

Había momentos en donde me detenía a respirar, para ver a Gerard agitando su pelo, imitando a los viejos y fastuosos rockeros, y comencé a reír mientras seguía con su show. Suspiraba y volvía a mi trabajo.

Así estuvimos hasta que el sol bajo. La música se detuvo, y todos nos reunimos en mi habitación. Suspiramos cansados, pero no dejábamos de sonreír.

-Bueno...- dijo Tom mirándonos - Creo que es todo por hoy. Al menos tenemos nuestras habitaciones listas.- agregó.

Gerard había traído su cama, la cual quedo en manos de Sheila. Mi cama, fue provista a Tom. Ellos dormirían en el cuarto de mi mamá.

Tom tuvo la loca idea de traer la cama de ella, a mi habitación, para que durmiera allí con Gerard. No estaba muy convencido de aquel pensamiento, pero cuando ambos quisimos argumentar, puso como excusa mi miedo a dormir y todo quedo en manos de el. No había vuelta atrás.

Observe a Gerard sentado en nuestra cama, sonreía, movía sus pies mirándola, tocando el cubre cama. Lo mire un tanto nervioso. Me gustaba el hecho que me acompañe todas las noches, pero algo no me convencía. Algo revoloteaba en mi mente, me hacia poner nervioso ante esa idea.

- No se ustedes, pero tengo hambre.-dijo Sheila- Iré a preparar la cena. Y mañana debemos buscar trabajo, no podemos vivir sin hacer nada. ¿No? - sonrió.

No respondí, Gerard asintió con la cabeza, y ella desapareció de la habitación.

- Iré a ayudarla.- desapareció Tom.

Deje que mi peso reposara completamente sobre mi pie derecho, mientras comía una de mis uñas, tratando de no mirar Gerard.

- ¿Te arrepientes de esto? - preguntó de repente.

- ¿Mm? - dije fingiendo no haber escuchado eso.

- Si te arrepientes que este aquí.- repitió.

- No.- respondí - ¿Por qué dices eso?

- No lo se.- encogió sus hombros- no pareces muy convencido, si el problema es la cama...- hizo una pausa - comprare dos camas cuando comencemos a trabajar y nos desharemos de esta - agregó.

Maldito seas Gerard. No se cual es mi problema sobre esta cama, pero detesto que sepas que pienso.

- No tengo ningún problema con la cama.- trate de no mirarlo.

- ¿No? - sonrió esta vez - ¿Y por qué no te sientas a mi lado? Piensa que dormiremos aquí esta noche. Al menos siéntate y acostúmbrate un poco a estar conmigo, en una cama más grande.

- Tu dijiste que estoy demasiado acostumbrado a ti.- me deje caer a su lado.

- Estas muy tenso, Frank.- cambio de tema y apoyo su mano sobre mi hombro.

- Es normal Gerard. Entierro padres, incendio psiquiátrico, mato jefes. Lo menos que puede hacer mi cuerpo, es tensionarse.- trate que no sonara como una broma.

Rió a la nada, pero su mano seguía allí, hasta que comenzó a moverla sobre mi hombro.

Primero lo hizo en círculos pequeños, pero el radio iba aumentando y ya se paseaba por mi omoplato derecho.

Cerré los ojos, relajándome ante su tacto, recordé aquella noche en donde casi me devoro su pie. Eran los mismos movimientos.

- Recuéstate boca abajo.- dijo.

Abrí los ojos, girando un poco la cabeza, lo mire. Su expresión no había cambiado en lo más mínimo, pero esperaba a que acotase su orden.

- ¿Por qué?

- Porque te matare Frankie.- sonrió - Sólo recuéstate, ¿quieres?

Sonreí, ante su humor casi tan negro como el mío. Me incline un poco, para quitarme los zapatos sin tomarme el tiempo estúpido, para desatar los cordones. Ellos se hallaban en el suelo, yo prácticamente recostado sobre la cama.

- ¿Y ahora? - dije girando la cabeza.

- Sólo estira tus brazos, y relájate.- respondió.

Los estire, formando una perfecta "T" con mi cuerpo. Cerré los ojos, suspire y volví a sentir sus manos en mi espalda.

Hicieron un recorrido por la columna, para tratar otra vez mis omoplatos. Luego se detuvieron en mi nuca, haciendo que hundiese mi rostro un poco más sobre el colchón, comenzaba a tener sueño.

- ¿Sientes que ayuda? - escuche a lo lejos.

- Aja...- apenas murmuré - ¿Eres masajista o qué? - pregunte.

- No, pero mi madre algo sabía, ella me enseño. Me gusta hacer estas cosas.

- ¿Por qué?

- ¿Siempre tienes que saber el por qué de todo?

- Sabes que si.- respondí.

- Porque me gusta ayudarte.- respondió haciendo presión en el medio de mi espalda.

- Auch...- murmuré - Trata de no romper nada.

- Eso se llama contractura. Y ha desaparecido.

- ¿Gracias? – dije - Supongo.

- Cállate, relájate y controla tu respiración.

- Pero...

- Sh...- tocó mi pelo.

Eso fue lo último que escuche, porque en segundos logré dormirme, mientras sus manos seguían haciendo figuras en mi cuerpo.

- ¿Frankie? - escuche.

Abrí los ojos, todo estaba a oscuras. Aún seguía en aquella posición, con intenciones de no moverme. Me sentía tan relajado, que podría seguir durmiendo hasta el otro día.

- ¿Frank?-otra vez dijo.

- Si...- apenas murmuré.

- Debemos cenar.- apoyo su cabeza sobre mi espalda.

- Gracias Gerard.- fue lo primero que dije.

- De nada. Ahora, dime. ¿No te sientes mucho mejor? - preguntó.

- Si. No se como lo haces, pero siempre que haces eso, me siento de maravillas.

Apenas rió, dejando su cabeza sobre mi espalda, cerca de mi nuca. Podía decir que estaba acostado sobre la cama, formando otra "T", pero con mi cuerpo.

- ¿Cuánto he dormido? - pregunte.

- Casi tres horas. – respondió - ¿Sabes? - movió su mano sobre mi cabeza.

- ¿Si?

- Tienes el pelo más suave que he conocido.- enredaba sus dedos sobre el.

Sonreí en la oscuridad. Creo, que podía acostumbrarme a esto de por vida.

- Tú también tienes lindo cabello.

- Pero no es tan sedoso como el tuyo.

Trate de moverme con su cuerpo encima y lo logré. Enfrente el techo, pero el no se movió, seguía sobre mi, hasta que se acomodó. Se sintió raro, pero no podía echarlo, no quise.

- ¿Qué ha ocurrido con Quinn? - pregunte.

- Ah...- suspiro dejándose caer sobre mí - El imbecil defendió a Bert, me acuso de traidor.

- Lo siento.- dije.

- Costara olvidarlo.- apoyo su rostro en mi cuello - Era mi amigo, lo quería mucho. Aún sigo queriéndolo, ¿pero quién desea tener amigos como el?

- Nadie.- respondí.

- De todas maneras, ahora te tengo a ti. ¿No? - agregó.

- Si.- respondí apoyando mis manos sobre su espalda.

Las deje allí, sin tocarlo más lo de debido. Sus manos se hallaban en mis hombros, como un koala agarrado a su árbol, sus dedos rozaban mi clavícula de vez en cuando.

- ¿Cuánto peso has perdido? - preguntó.

- No he perdido peso.- mentí.

- No mientas Frank.- dijo - Puedo sentir tus huesos. No quise decir nada, pero cuando te vi me asombre. Pareces un esqueleto andante. Siempre has tenido contextura delgada, pero ahora estas muy flaco. - siguió hablando - demasiado diría- agrego.

- Lo que tu digas Gerard.- no quise discutir.

- Me alegro que te hayas curado en ese lugar.

- Pero...- quise declarar.

- ¡La cena esta lista chicos! - escuchamos en un grito.

- Vamos, debemos comer algo.- se puso de pie.

Abrió la puerta de nuestra habitación, dejando entrar un poco de luz. Nuestra, se siente tan raro pensarlo, y da pánico decirlo.

¿Por qué tengo tanto pavor últimamente? Dormiríamos juntos, muchos amigos duermen juntos. Pero mi mente lo comparaba a una relación de pareja.

Eso! eso era lo que me ponía nervioso y no sabía como describirlo. Estamos actuando como si fuésemos una pareja, novios, amantes.

Me puse pie, mirando su sombra a metros de mi, pero recordando cada cosa hecha y dicha por el. Demonios, creo que si esta obsesionado conmigo, o quizás le gusto. ¿Gerard es homosexual? Por Dios Frankie, dijo mi ángel guardián, deja de pensar estupideces.

- ¿Qué ocurre? - encendió la araña.

Gruñí al ver tanta luz de repente, pero notar su mirada en mi, y comenzaba a ponerme nervioso. Aquel pensamiento seguía en mi, no creo poder pasar la noche con el.

- ¿Frank? - levanto su voz.- ¿Bajaremos? ¿Qué ocurre? ¿Puedes hablarme?

- Creo que...- quise retroceder pero estaba la cama detrás de mi - No comeré.- dije por fin.

- ¿Acaso es una broma? No has desayunado.- comenzó a contar con sus dedos - No hemos almorzado porque estuvimos todo el día ordenando. ¿Y no quieres cenar?-termino de hablar.

Déjame decirte que no dejaré que hagas eso.-se acerco a mi - Bajamos, comemos y dormiremos.- tomo mi mano.

- Pero Gerard....- trate de quitarla.

- No quiero escucharte. Mira como estas.- comenzaba a arrastrarme hacia las escaleras - Tienes que engordar.

Iba a seguir discutiendo, pero no tenía sentido. Su fuerza en mi mano, conseguía que baje las escaleras con miedo a tropezar. Divise la mesa, con platos, cubiertos, vasos y el olor a comida ya me daba nauseas. No es que no quiera comer, tengo hambre. Pero tengo un trozo en la boca y ya quiero vomitar.

Finalmente bajamos, ellos me miraron al estar un poco dormido y con mi pelo revuelto, pero no podía dejar de observar la bandeja con comida. Creo que son pastas.

Gerard se ubico a mi lado, Tom y Sheila enfrentándonos. Ellos me sirvieron y comenzaron a comer.

Gire mi cabeza a la izquierda, luego a la derecha. Mirando cada cubierto de metal. Era chocante ver metal nuevamente, cuando allí adentro era todo plástico. Observé la comida.

- Frasdfgdfnk - murmuró Gerard con su boca llena - No hagas...- trago - No hagas que te de la comida en la boca. Toma tus cubiertos, enrolla tus pastas y trágalas.

- No...- también murmure - No tengo hambre.

- No tienes hambre, porque no comes en días.- dijo Tom.

- ¿En días? - preguntó Gerard - Frank.- creo que comenzaba a enojarse - Empieza a comer, porque somos tres personas, y juro que no me iré a dormir hasta que no hayas terminado tu cena.

Maldición, estaba decidido a todo y realmente quiero ir a dormir. Tengo mucho sueño, pero no hambre. Sueño, cama, almohada, pero sin comida.

Moví mi mano derecha, tomando el tenedor. No se cuanto tiempo tarde en enrollar los fideos, pero sólo estaba jugando con ellos, sin querer meterlos en mi boca.

- Bien.- dijo el - Ahora llévatelos a tu boca.-me miró.

- Estas logrando que me fastidie.- lo mire.

- ¿Si? Yo comienzo a enojarme.- me miró fijamente - Es comida Frank, no veneno. Te da energías, te alimenta. Come.

- Bien...- me resigne.

Cerré los ojos, y coloque el tenedor en mi boca dejando los fideos en el centro de mi lengua. Quite el tenedor, mire a Sheila. Todos esperaban que los tragara, respire hondo y lo hice. No se sintió tan mal hacerlo, casi fue placentero. Así fueron unas dos veces más, hasta que todo volvió. Sentí que mi estómago comenzaba a doler, hasta el punto que lleve mis manos a el, tomándolo con fuerza. Ellos no lo notaron.

- Sigue comiendo Frank.- murmuró Gerard sin mirarme.

- No...- respire hondo - No puedo Gerard.

Las nauseas volvían, mire a todos, ellos casi terminaban su comida. Pensé en correr hasta el baño, pero supe que no llegaría a tiempo. Me levante de aquella vieja silla, y corrí hasta la cocina, mirándola con desesperación hasta que vi el cesto de basura. Me deje caer de rodillas y mi comida yació allí. Tres asquerosas y perfectas bolas de fideos.

- ¿Estas bien? - dijo arrodillándose a mi lado.

- ¿Te parece que puedo estar bien? - me puse de pie furioso - ¡Tu me hiciste comer! ¡Y ahora he vomitado! - le grite en la cara.

Me observaron los tres, con tristeza. Tom recordando el suceso del baño, al menos no era sangre esta vez.

- ¿Cómo puedes haber vomitado? - preguntó recobrando su postura recta - Recién has comido Frank.- agregó.

Lo mire, tratando de encontrar la respuesta a su pregunta, pero resulta que tampoco la se. Y no creo querer saberla tampoco, porque se que corresponde al transito lento hacia la muerte debido a mi enfermedad.

- ¿He terminado de comer no crees? - fue lo único que se me ocurrió - Me iré a dormir.- pase por delante de todos.

Sentía que mis mejillas ardían de la vergüenza, que ellos me viesen en aquel estado, vomitando como un cerdo alcohólico, unas apestosas bolas de fideos.

Subí las escaleras, tratando de tragarme las nauseas que yacían en mí, sin querer irse. Entre rápidamente al baño, para lavar mis dientes unas tres veces seguidas.

Salí de allí algo apresurado, mirando hacia ambos costados. Ellos seguían allí abajo, seguramente hablando acerca de lo patético que luce Frank en este momento.

Al demonio con ellos.

Entre a mi habitación, no quise observar mucho la cama, mis ojos la miraban de reojo, mientras buscaba algo con lo cual dormir cómodamente. Ni siquiera se lo que mis manos tomaron, si un pijama o algunas prendas viejas.

Suspire, dejándome caer resignado en la cama, pero feliz por estar en ella. Cerré los ojos, estaba tan cansado, sentía que no había dormido en años, cuando hace un par de horas atrás quede inconsciente gracias a las manos de Gerard.

Gerard, pobre Gerard. Si que tiene paciencia este hombre. Supongo que debe haber aprendido a tenerla en Chicago, porque no recuerdo que haya sido así conmigo anteriormente. Generalmente, me divisaba desde su porche y ya podía escuchar insultos de su boca.

Me percate de haber dejado la luz encendida, pero ni modo que dejaría la cama para apagarla. Unos pasos se escucharon junto con unos murmullos, ellos subían, el entraba.

Pude escuchar los roces de sus prendas al quitarlas de su cuerpo, suspiros, miradas hacia mí, las sentía penetrando mi espalda. Pero no me movería.

- ¿Estas dormido? - escuche -¿Frank? – repitió - Se que estas despierto. Dejaste la luz encendida.

- Porque me olvide de apagarla.- respondí seriamente.

No contestó, dio unas cuantas vueltas en la habitación. Vi su espalda, al arreglar las cortinas de la ventana, y finalmente todo estaba a oscuras una vez más. Movimientos suaves y algo temerosos indicaron que se recostó a mi lado.

Silencio, silencio, silencio. Se acerco un poco a mí, apenas rozando su mejilla con la mía.

- Lo siento...- murmuró - Has vomitado por mi culpa.

- No te preocupes, esta todo bien.- comencé a sentirme culpable.

- Pero...

- Exagere Gerard. No fue tu culpa-confesé interrumpiéndolo.

- Tu...- hizo una pausa - ¿Tu no te has curado allí adentro, cierto?

- No.- respondí.

- Yo...- su mano rodeó mi cintura - espero saber algún día la verdad Frank. – agregó - Frankie.- murmuró.

- Ah...- suspire sin saber que decir volteando hacia el - Soy un idiota Gerard.

- ¿Por qué?

- Porque siempre termino gritándote. Lo siento.- me disculpe.

- Esta bien.- supe que sonrió - Ven aquí.- me llevo hacia el.

- ¿Por qué siempre me abrazas?

- ¿Por qué no? - dijo escabullendo sus brazos en mi cuerpo.

- Porque no lo merezco.

- Deja de hablar estupideces. Te mereces esto y mucho más Frank. Si...- hizo una pausa - A veces tengo ganas de molerte a golpes, pero luego se me quitan cuando te veo sonreír.

- ¿De verdad? - pregunte como un niño.

- Hablo en serio.- contestó - Sólo estamos atravesando una época difícil.

- Yo. No tu, sólo te arrastro conmigo.

- No, ambos estamos pasando por esto. Estoy a tu lado. Lo que te pasa a ti, me afecta. Me preocupa.

- ¿Que te ha ocurrido en Chicago? Algo pasó, te cambio.- dije.

No respondió, como si lo estuviese recordando en ese preciso momento. Se que algo ha ocurrido allí, para lograr tal drástico cambio en el.

Suspire, hundiendo mi cabeza en su pecho, esperando que a que hablara.

- ¿Gerard? - le insistí.

- Nada ocurrió allí.

- No estas siendo sincero conmigo. Tú no eras así. Antes no podíamos estar uno junto al otro, sin querer matarnos, o vernos enterrados en el cementerio. Se que tu también tienes tu verdad oculta en alguna parte de tu mente...- hice una pausa. -Y esta bien – agregue - No te obligare a decirla si tú no quieres. Es justo, yo no quiero expresártela, entiendo que quieras hacer lo mismo conmigo.- toque su mentón.

Movió un poco su rostro, haciendo que mi mano lo acariciara lentamente. Se sintió raro, pero bien.

- Quizás me di cuenta allá, que estábamos destinados a estar juntos en esta vida.- murmuró.

Reí muy bajo al escuchar sus palabras. Muchas veces no entendía sus respuestas, o no quiero entenderlas para no tener que navegar en mi mente, atando cabos.

- Esa es una hermosa mentira.- le respondí.

- ¿Quieres saber la verdad? - se movió un poco.

- Si.

- ¿Aunque tu no quieres decirme la tuya?

- Si.- respondí - Si tú quieres decirme, quiero saberla.

- Bien.- encendió la luz

Mire su rostro, estaba serio. Nunca lo había visto de tal manera. Observe como acomodaba su cuerpo sobre el colchón. Me moví, dejándole espacio. Cruzó sus piernas, apoyando la cabeza sobre el respaldo. Respiro, respiro y respiro tratando de encontrar la forma para empezar a hablar.

Ya comenzaba a ponerme ansioso y nervioso. Ya no estoy tan seguro de querer saber la verdad, presiento que será fuerte escucharla, que tendremos una noche muy larga. Algo me lo dice y él tiene también sus secretos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario