sábado, 5 de mayo de 2012

Disarm; Capítulo: #4

Capítulo: #4

"Blank Page"

Disco: Adore | Año: 1998

Unos golpes incesantes en la puerta, sonaban a lo lejos.

Giré en la cama, murmurando.

Dos, tres veces más.

- ¿¡Frankie!? - Gritó mi madre desde el baño - ¿Abre quieres?

Silencio.

- ¡Frank! - Gritó.

- ¡Si! ¡Ya escuche! ¡Déjalo que siga golpeando!

- ¡Pueden ser los hombres del aire acondicionado!

Me senté lentamente en la cama.

- Bien, bien...- Me puse de pie - Maldición.- Murmuré - Ya voy...- Caminé lentamente.

Miré el reloj. Las diez de la mañana.

- ¿Te despertaste? - Gritó ella otra vez.

¿Qué necesidad había de gritar?

- ¡Si! – Grité - ¡Estoy bajando las malditas escaleras!

Llegué hasta la puerta, y lentamente la abrí.

- Pueden dejarlo ahí en el comedor, nosotros lo instalaremos.- Dije suponiendo que mi madre tenía razón, sin siquiera mirar quien era.

- Frank...- Escuché.

Giré un poco la cabeza, y lo vi. Tenía que estar bromeando. Digamos que su rostro, no era lo primero que quiero ver a tempranas horas de la mañana.

- ¿Gerard? - Dije.

- Siento haberte despertado, pero mi vieja llave no funciona. Alguien debe haber forzado la cerradura.- Comenzó a hablar muy rápido.

- Wow, wow... Habla más lento, ¿si? Estoy muy dormido.- Hice muecas con mi cara al ver tanta luz.

- Ok, mi llave no funciona.- Hizo una pausa.- Alguien debe haber forzado la cerradura, y con Quinn no podemos entrar nuestras cosas.

Asomé un poco mi cabeza. Quinn estaba sentado sobre los escalones del porche, con muchos bolsos a su lado. Sonrió, e hizo un ademán con su mano. Se lo devolví.

- Entendí, ¿entonces? No soy cerrajero.- Dije de mala gana.

- Entonces, ¿puedo entrar a tu patio y saltar al mío? Así podré abrir la puerta desde adentro.

- ¿No puedes llamar a un cerrajero?

Suspiró.

- ¿Crees que me gusta venir a tu casa a esta hora para escuchar tu puto sarcasmo? - Dijo algo enojado.- ¿Piensas que un cerrajero vendrá un sábado a la mañana? ¿Sólo puedes dejarme pasar? Saltaré y no te molestaré más.

- Bien...- Abrí la puerta - Pasa, salta y desapareces.

Entré, caminé hasta el patio. Sabía que me seguía.

- Tienes más plantas que antes.- Miraba a su alrededor.

- Ahórrate tu falsa amabilidad y salta.

- Bien. Gracias.- Dijo.

Silencio.

Crucé los brazos sobre mi torso desnudo.

- ¿Ahora qué? ¿Necesitas una soga? - Pregunté.

- Realmente lamento lo de anoche.

- ¿Acaso te volviste bueno en Chicago o qué?

- A veces cuando estas tan lejos de tu hogar, extrañas hasta tus enemigos, ¿sabes?

Silencio.

- Vete.- Dije mirándolo.

- Nos veremos Frankie.

- ¡Demonios! – Dije - ¡No me llames Frankie! - Grité a la nada.

Ya había saltado, escuché su risa desde el otro lado.

- Idiota...- Azoté la puerta.

Me acerqué al living, y mi mamá bajaba las escaleras con una toalla en la cabeza.

- ¿Quién era? – Preguntó - ¿En dónde dejaron el aire? - Miraba el comedor.

- No eran ellos. Era Gerard.

Silencio.

- ¿Perdón, quién? - Se acercó.

- G-e-r-a-r-d.- Respondí - ¿Entendiste?

- Pero...pero... ¡cómo es posible? - Preguntó.

- No lo se. Anoche en la fiesta de Bert, conocí a su amigo. ¿Y con quién vino? Gerard. Nosotros teníamos razón. Se conocieron allá, en Chicago.

- ¿Y qué quería? No me digas que te peleaste.

- Vino porque no podía entrar a su casa, lo dejé pasar al patio y saltó.

- ¿Su casa? Dios mío...no me digas que...

- Si mamá, seremos vecino otra vez.- Entre en la cocina - ¡Uh, uh! - Levante mis brazos - No puedo estar más feliz, imagínate.- Tomé la cafetera y me serví un poco en una taza.

Silencio.

Escuche sus pasos detrás de mí.

- Lo siento Hijo. -Dijo tocando mi hombro.

Volteé con la taza en la mano, tomé un sorbo y nos miramos.

- ¿Has pasado toda la noche con él? -Preguntó tomando asiento.

- Hice el intento pero...- Tomé un sorbo de mi café - Fue en vano. Lo hice por Bert, pero no pude y volví a casa. Creo que eran las once cuando llegue.

- Te...- Hizo una pausa.- ¿Te ha dicho algo sobre él?

- En un momento dijo “¿Como están tus padres?”, y luego aclaro diciendo “Tu madre”. En ese momento decidí ir al baño, antes de matarlo allí mismo.

- ¿Entonces?

- ¿Puedes creer que subió a pedirme disculpas? Dijo que se había olvidado. Sonó sincero, pero no le creí. No, luego de todas las veces que hemos peleado.- Miré mi taza.

- Dios...- Suspiró quitando la toalla de su cabeza - Nos espera una larga jornada. ¿Piensa quedarse definitivamente? - Comenzó a secar su cabello.

- No lo se. Supongo que si. Va a ser un fastidio de primera clase. ¿Verle la cara todos los días? Quinn es agradable, ¿pero Gerard? - Negué con mi cabeza - Quisiera verlo bajo tierra.

- No digas eso Frankie, nunca hay que desearle la muerte a nadie.

- Él no es nadie. Es el nada. Se lo merece.

- Más allá de lo que sientas o piensas de él, no debes deseárselo.

- ¿Ya olvidaste la vez que tuviste que separarnos junto con su madre?

- No.- Bajo la mirada - Pero igual no es un deseo que debes pedir hijo.

- No lo se mamá...- Dejé la taza en la mesada - Espero que no ocurra nada malo, y simplemente cada uno viva su vida.

- Prométeme hijo, que trataras de convivir como un buen vecino.

- No puedo prometerte semejante pedido, no se que dirá, hará.- Respondí - Simplemente no lo puedo hacer.- Negué con la cabeza.

- Demonios Frankie, no quiero más problemas. ¿Me oíste? - Se puso de pie.

- Pero mamá...- Dije.

- ¡No, Frank! - Gritó de la nada mientras se iba al comedor - ¿Ya has olvidado lo que ocurrió? No quiero que vuelva a suceder.

- ¿¡Qué!? - Grité

Ella volteó.

- ¿¡Cómo puedes decirme eso!? - Grité esta vez - ¿Qué más vas a decir? ¿Qué preferías que siga marcando tu cuerpo con moretones? ¿¡Qué siga golpeando a tu hijo!?

- Baja esa voz Anthony.

- ¡No la bajare! Lo dices como si lo hubiese hecho sin motivo alguno, o como si me hubiese gustado hacerlo. Lo hice por el bien de ambos.

Silencio.

- Acaso...- Trataba de leer sus pensamientos - ¿Acaso piensas que puedo matar a Gerard? ¿Eso pretendiste decir cuando dijiste “No quiero más problemas”? ¿Ah?

No contestó y subió las escaleras.

- ¡No! - Grité siguiéndola - ¡No me evites! ¡Dímelo! Dime que soy un maldito asesino y juro que te traeré su esqueleto, aprenderé magia, haré que reviva para que te golpee - Comencé a perder los estribos.

Ella, se detuvo en los primeros escalones, sin voltear.

- ¿O quizás deba comprarte un látigo para que alguien más lo haga por él?

Volteó, bajo rápidamente. Lo último que supe, fue que la palma de su mano se incrusto en mi mejilla.

Miré el sofá, unos segundos sosteniendo mi piel ardiente. Luego, la miré.

- ¿Quizás él te golpeaba sin sentido alguno, pero este? - Me miró fijamente - Te lo merecías, Frank. No olvides que soy tu madre. Y si, creo que eres capaz de matar a Gerard. Desde aquella noche, has cambiado, tu mundo ha cambiado, nuestro mundo. Ya no hablas conmigo como lo hacías antes, te la pasas todo el día con Bert, o Jeph y el skate.

La miré en silencio.

- Ya dije todo lo que tenía que decir.- Volvió a los escalones - Ponte hielo, quizás se hinche.

- ¡A la mierda contigo! -Grité volviendo a la cocina.

Quería destrozar todo con mis puños. Posiblemente algún día debería aprender a controlar mi furia. Opté por salir al patio y tomar aire antes de matarla, o saltar la pared para hacer lo mismo con Gerard.

Habíamos discutido por su culpa. ¿Por qué no me sorprende? Su primer día, y ya me trae problemas.

Maldición.

Salí, masajeando aún mi mejilla. No fue tan fuerte el golpe, pero era una de las pocas veces que ella me ponía una mano encima.

Me senté en el suelo, en un rincón. El único, en el cual el sol aún no podía llegar.

Y lloré, segundo día consecutivo que lo hacía.

¿Acaso ella no se da cuenta que fue por el bien de ambos? ¿Por qué nunca me había dicho antes, todo lo que lanzo en cuestión de segundos?

Si, era verdad. Desde aquel día mi mundo cambio. Obviamente que iba a cambiar. No todos los días un ser humano mata a otro. Son cosas que ocurren.

Tomé mis rodillas, rodeándolas con mis brazos y lloré mirando la pared que me separaba del enemigo.

Estaba en mi propia penumbra, en el único resguardo en donde la luz no podía herirme o tocarme. Ella tenía razón, no hablaba desde aquella noche. ¿Qué podría decir? ¿Qué tenía para decir? Nada.

Cerré los ojos, y recordé aquellas tardes de primavera. Ambos en este veterano e histórico patio. Jugando a la pelota, posiblemente teniendo que llamar a la madre de Gerard para que la arroje desde su patio.

Divisé el suelo, repleto de papeles de colores cuando hacíamos juntos enormes barriletes.

No, no siempre había sido un mal padre. Sólo tenía problemas con su violencia, pero hemos pasado tantos momentos preciosos, que simplemente no puedo olvidarlos como si mi mente fuese una computadora.

- Demonios...Estas muerto y aún me atormentas.- Murmuré al mismo tiempo que mi llanto crecía.

No se cuanto tiempo estuve así, pero escuché que ella me llamaba desde la cocina.

Abrí los ojos. Tuve que encontrarme con esos indescifrables ojos, parte de sus dedos junto con su cabello, que asomaban por la pared lindera.

Me puse de pie, rápidamente.

Nuestras miradas se cruzaron, pero sólo unos segundos.

Miré hacia un lado, escondiendo con vergüenza algo tan simple como son las lágrimas.

Caminé hacia la puerta.

- ¡Espera! - Gritó.

- Vete - Dije sin mirarlo.

- Pero...

- Juro Gerard que construiré un muro más grande que la muralla china, con tal de no verte nunca más.- Desaparecí del patio.

Vi a mi madre junto a la cocina.

- ¿No quieres comer algo? Sólo has tomado un café.

- No necesito nada alimenticio. Sólo una nueva conciencia.- Cruce rápidamente la cocina.

Una vez más, estaba en mi habitación.

Me dejé caer en la cama, al mismo tiempo que tomaba el celular, y llamaba a Bert.

- ¿Puedes venir? - Fue lo primero que dije - Sólo ven, necesito verte.

Necesitaba a mi amigo, a Bert. El sabría como calmarme y hacerme sentir un ser humano otra vez.

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