sábado, 5 de mayo de 2012

Disarm; Capítulo: #6

Capítulo: #6


“Once Upon A Time”

Disco: Adore | Año: 1998

No podía dejar de moverme en la cama. Hace unas tres horas me había acostado a dormir. Recuerdo haber apoyado mi cabeza y caer instantáneamente rendido. Pero algo no estaba bien, tosía. Si, ya era algo casi rutinario para mí. Pero un fuerte dolor en mi abdomen hacia que me retorciera en las sabanas.

Encendí la luz. Levanté mi remera y deslicé lentamente mis manos por la zona abdominal. No era algo que había comido, mi madre nunca se ha caracterizado por cocinar la famosa “Comida chatarra”, pero había algo allí adentro. Podía sentirlo.

Traté de respirar hondo y calmarme, ya comenzaba a tener miedo, el dolor no se iba, la tos se incrementaba.

Me levanté rápidamente, ya algo desesperado. Me detuve a pensar unos segundos. Tenía que ir al médico, definitivamente.

Miré el reloj, casi las cuatro de la mañana. Me atenderían en la guardia, ¿cierto? Porque no puedo dormir sintiendo esto, sea lo que sea.

Me vestí en unos segundos, bajé lentamente las escaleras sin despertar a mi madre.
Salí de casa. Hacia algo de frío, pero no me importo en lo más mínimo. Caminé rápidamente hacia la avenida para conseguir un taxi.

- Hasta el hospital más cercano.- Dije al chofer.

El más cercano, quedaba a tres cuadras.

- ¿Se encuentra bien? - Me miró por el espejo - Esta algo pálido.

- No, no me encuentro bien. Por eso voy al hospital.- Dije fastidiado.

- Lo siento...- Dijo mirando hacia su frente.

- No, yo lo siento. Sólo estoy nervioso y asustado. No quise hablarle de esa manera.

- Esta bien.- Respondió.

Viajamos en silencio durante quince minutos.

- Bien. Llegamos.- Dijo.

Saqué mi billetera para abonarle.

- No.- Sonrió volteando - Son tres cuadras, y aparentemente usted no esta bien. No le cobraré nada.

- Pero…

- No. Bájese.- Sonrió - Espero que todo este bien.

- Gracias.- Le sonreí.

Bajé. Me detuve ante la puerta principal. Hace dos años que pisaba un hospital, no soy de esa clases de personas a las cuales le duelen un dedo del pie, y ya se internan. Tendría que estar muy mal para venir. ¿Y en este caso? Estoy mal. Mi abdomen seguía doliendo, y una vez más tosí.

Respiré hondo, y entré. Miré los carteles, siguiendo las señales que me llevarían a la guardia.

Me acerqué al mostrador.

- ¿Si? - Una señora dijo.

- Hola.- No sabía que decir.

- Buenas noches Señor. Dígame, ¿qué le ocurre?

- Pues... - Hice una pausa - No puedo dejar de toser, y siento que mi abdomen reventará en cualquier momento. No deja de dolerme.

- Ok, siéntese ya será atendido. ¿Hace cuánto tiempo se siente así?

- Estoy tosiendo desde hoy a la mañana.- La miré - U ayer. Y hace media hora que me duele el abdomen.

- Bien.- Iba anotando todo en un talonario - Dígame su apellido y nombre

- Iero, Frank.

- ¿Mayor de edad?

- Si.

- No lo parece.

La miré, lo menos que podía hacer era reír.

- Lo siento. Realmente se siente mal, ¿no?

- Si.

- Siéntese, en unos minutos lo atenderán.

- Ok. Gracias.- Tome asiento.

Entrelacé los dedos de mi mano por encima del abdomen.

Dolía, dolía demasiado. No me quejaba por haber comido algo en mal estado, o por haber tomado mucha gaseosa. Dolía por algo más, no era conocido este dolor. Nunca me había sentido así, nunca.

Volví a toser. Ya sentía como dolía un poco la espalda por el esfuerzo que había hecho durante todo un día, gracias a la tos.

- ¿Iero? - Dijo alguien.

Levanté la vista.

- Si.- Me puse de pie - Soy yo.

- Venga conmigo.- Dijo.

Caminamos por un corto pasillo, y abrió una de las puertas.

Entré, el hizo lo mismo y la puerta se cerró.

- Cuénteme. ¿Qué le ocurre?

- No puedo dejar de toser, y me duele mucho el abdomen.- Conteste.

- Bien. Siéntese en la camilla por favor, y quítese la remera.

Hice lo que me pidió. Lo miré algo nervioso.

Tomó el estetoscopio que se hallaba en su cuello, y lo ubicó en mi espalda.

Mi cuerpo reaccionó ante el frío de su instrumento.

- Respira hondo y luego exhala.

- Ok.- Dije.

Unos minutos pasaron.

- Otra vez.- Dijo.

Lo hice.

- Bien.- Volvió a ubicarse a mi frente.- Dime qué ocurre con tu abdomen.

- Me duele. No se qué ocurre. Pero no me duele como si hubiese comido algo en mal estado. Es un dolor diferente. Es como si la mano de alguien estuviese allí adentro y lo retorciera como un trapo.

- Recuéstate, y dime cuando te tocó si te duele. ¿Ok?

- Ok.

- Lindos tatuajes. Me sonrió.

Sonreí.

- Gracias.

- ¿Ahí? - Comenzó a tocarme.

- No.

- ¿Ahí?

- Más o menos.

Sus manos bajaron un poco.

- ¿Ahí? - Hizo presión.

- ¡Ah! - Casi grite - Ahí.

- Puedes sentarte. – Se alejó.

- ¿Y bien? - Dije.

Nos miramos.

- ¿Fumas mucho?

- Más o menos. Pero nunca he tosido de esta manera.

- Parece que el aire entra perfectamente a tus pulmones, pero evidentemente hay algo que obstruye el pasaje de aire. Tenemos que hacerte unos exámenes.

- ¿Ahora?

- Puedes quedarte y esperar. O puedes volver mañana a la mañana. Te sacaré una radiografía. No te vendría mal hacerte un chequeo. ¿Cuándo fue la última vez que te has hecho uno?

- Ehm... - Dije - No lo se. Creo que cuando tenía diecinueve años.

- ¿Diecinueve? - Me miró asombrado - Debes hacerte uno todos los años.

- Lo se... Pero detesto los hospitales.

Rió.

- ¿Has tenido una mala experiencia?

- No, no.- Dije rápidamente - Sólo no me gusta estar en ellos, sólo eso.

- Bien Iero - Me alcanzó la remera - Vuelve mañana a las ocho, te haremos todos los estudios.

- ¿Todos?

- Dije que era chequeo, ¿no? - Sonrió - Te sacaremos sangre y demás. No desayunes, no comas nada, no tomes café, sólo levántate, lávate los dientes y ven aquí.

- Entendí.- Sonreí - ¿Pero no puedes darme algo para el dolor abdominal?

Me miró, estuvo uno segundos en silencio.

- No lo se... No quiero darte medicamentos sino sabemos que tienes.

- ¿Entonces tengo algo? - Comencé a asustarme una vez más.

- No lo sabemos. No quiero alarmarte Frank, pero puede que si.

- ¿Qué es?

- No lo se. Por eso quiero que mañana a primera hora estés aquí.

Lo miré. Sonrió.

- Si te duele, masajea la zona, ¿Ok? Respira hondo y relájate.

- Supongo que no dormiré en toda la noche.

- Si dormirás.- Rodeó mi hombro - Sólo haz lo que te digo y mañana a las ocho de la mañana te quiero aquí. ¿Entendido?

- Ok. Lamento haber dicho todo eso. Sólo es que nunca tuve nada fuera de lo común, estoy algo asustado.

- Lo se.- Sonrió - Vete, duerme y nos vemos mañana.

Asentí con la cabeza y abrí la puerta.




*•*•*•*•*•*



Volví caminando, mi cuerpo se quejaba por el frío pero no importaba, necesitaba tomar aire fresco. Sacarme ese manojo de nervios que ocupaba mi anatomía.

Aún estaba fastidiado por la discusión con mi madre, algo apenado, sólo un poco por lo que vi desde mi ventana.

No se por qué demonios siento pena por el, por Gerard, por aquélla persona que hizo mi vida un infierno años enteros.

Observe todo a mí alrededor. Los árboles danzaban con el viento. Algún que otro perro ladraba al escuchar mis pasos. Pero aún estaba ese silencio, ese hermoso silencio.

A media cuadra de llegar a mi casa, pude ver a Gerard. ¿Qué hacia sentado en el porche?

Pensé en volver y dar la vuelta, pero no tenía sentido hacerlo, realmente quería dormir.

Pasé a su lado, lo miré de reojo. Fumaba en silencio, sentado en los primeros escalones.

- Dime.- Dijo casi susurrando.

Me detuve en mí caminar.

- ¿Dime cómo haces para llevarte bien con tu madre?, ¿Cómo es que ella te ama?

Sonreí sin que me viera.

Volteé lentamente, aún con las manos en mi bolsillo.

Exhaló el humo, para luego mirarme.

- ¿Y bien?

- Todas las madres aman a sus hijos.- No sabía que decir.

- ¿Si? Alguien se olvido de recordárselo a la mía.

Suspiré. Me acerqué unos pasos.

- No digas eso. Seguramente ella te ama.

- Me echó, ¿sabias?

- Pues...- Hice una pausa - No, no lo sabía.- Respondí.

- Cuando le dije que quería volver, me dijo.- Comenzó a levantar el tono de su voz - ¿Por qué quieres volver a esa basura? ¿Y sabes que le respondí? “Esa basura es mi hogar”. Ahí fue cuando me dijo “Estas fuera”.

Silencio.

- No se que decirte Gerard.

- ¿Disfrutaste ver la escena desde tu ventana?

- ¿Qué? - Pregunte.

- Te vi. Te vimos. Estabas allí mirando, cuando discutía con ella por teléfono.

Silencio.

- Si.- Dije - Porque te escuche gritar.

No dijo nada, lanzó el cigarrillo y tapó su rostro para llorar.

Miré hacia todos lados, sin saber que hacer. Correr, sentarme a su lado, gritarle, decirle palabras de aliento.

- Vete si quieres, no espero un abrazo tuyo.- Comenzó a secar sus lágrimas.

- Lo siento...- Murmuré - No puedo abrazarte, no puedo hacerlo luego de todo lo que ha pasado.

- No te lo estoy pidiendo. Vete. Deberías estar durmiendo.

- Tu también.- Dije.

Apenas sonrió.

- Si bueno... Quinn ronca demasiado.

Reí a lo bajo, pero mi abdomen se quejo. Lo toqué con ambas manos, al mismo tiempo que salían dos gemidos de mis labios.

- ¿Qué? - Dijo él.

- Nada.- Contesté rápidamente.

- ¿Te duele algo?

- No.- Dije.

- Pero te quejaste por algo.

Silencio.

Me acerqué un poco más a el.

- Mira Gerard... - Me ubiqué a su frente.

Agaché mi cabeza para hablarle, me miró. Sus ojos brillaban, vaya a saber uno hace cuanto tiempo que estaba sentado allí sólo.

- Si, te odio. Si, me dan ganas de matarte muchas veces. Pero, ¿sabes qué? No me alegro de verte así. Puede sonar algo extraño...- Rasqué mi cabeza - Pero se lo que se siente pelearte con tus padres. Y si ves que ella sigue con esa actitud. Déjala ir. Sólo...- Hice una pausa - Déjala ir.

- No soy de la clase de seres humanos que dejan ir a las personas. Lucho por ellas.- Me respondió.

- Entonces puede que sufras mucho en la vida Gerard. Tienes que aprender a dejar que las cosas pasen.

- No, no cuando puedo cambiarlas.

- Es inútil hablar contigo.- Volteé.

Se puso de pie rápidamente y tomó mi hombro.

- Espera.- Dijo - Puede que yo no pueda dejar ir a las personas, pero tu te rindes muy fácilmente.- Dijo mirándome a los ojos.

- Buenas noches.-Me solté.

No hay comentarios:

Publicar un comentario