sábado, 5 de mayo de 2012

Disarm; Capítulo: #7

Capítulo: #7


“If There Is A God”


Piano Version - Disco: The Friends and Enemies of Modern Music Machine 2 CD | Año: 2000

La primera vez en mi vida que me he despertado antes que mi madre. No he dormido mucho, aún mi abdomen dolía, y ya había perdido la cuenta de las veces que tosí desde que me levanté.

Me encontraba apoyado sobre la mesada, ya vestido, mirando las agujas del reloj como un desquiciado. Tenía hambre, quería tomar un café bien caliente, pero no podía.

- ¡Demonios! - Gritó mi madre - Casi muero del infarto - Dijo al verme.

Sonreí.

- ¿Qué haces despierto tan temprano? - Preguntó.

La observé, mientras comenzaba a hacer el café.

- ¿Y bien? - Volteó a verme.

- Necesito ver a alguien.- Mentí.

- Ah...- Dijo no muy convencida - ¿Se puede saber a quién?

- Pues no.- Miré el reloj - Debo irme. Nos vemos. – Besé rápidamente su mejilla.



*•*•*•*•*•*



- No te dolerá.- Dijo la enfermera.

- ¿Piensas que le tengo miedo a las agujas? Son las hermanas que nunca tuve. ¿Has visto los tatuajes que tengo?

- Es verdad.- Dijo mi médico al entra r- Ahora que lo pienso, nunca te dije mi nombre.- Me sonrió - Gabriel.

- Mucho gusto.- Le devolví la sonrisa.

- Así que...- Dijo ella sacando la aguja - ¿Tienes muchos tatuajes? - Me sonreía.

- Por favor Christine. Los asuntos amorosos déjalos fuera del hospital.- Dijo Gabriel.

Ambos nos sonrojamos y reímos.

- Es todo. Haz presión aquí - Dijo apretando una pequeña bolita de algodón - Y luego de unos minutos quítalo.

- Bien. Gracias.- Dije haciendo lo indicado.

Silencio.

Miré a mí alrededor. Una gran tabla de madera estaba ubicada en el centro de la sala, sostenida por dos patas de listones de metal.

- Bien Frank.- Se acerco a mi - Ponte de pie, quítate la remera.

- Ok.

Me puse de pie, dejé el pequeño algodón sobre la mesa, y me quité la remera.

- Ponte aquí.- Me señaló la tabla - Ponte de espaldas, cuando yo te lo indique respiras bien hondo, y retienes el aire. ¿Ok?

- Entendido.

Caminé hacia ella, enfrentando mi torso.

- Levanta tus hombros.- Los tocó.

- ¿Así?

- Exacto.

Las luces se apagaron.

- Cuando te diga retienes el aire, ¿si?

- Ok.

Silencio.

- Ahora.

Respiré hondo, y retuve el aire.

Tuve que hacer lo mismo unas tres veces, pero de perfil y de frente. Me sentía una rata de laboratorio. Hace rato que no me hacían tantos exámenes, ya comenzaba a fastidiarme.

- Bien. Eso es todo.- Me sonrió - En una hora tendrás los resultados.

- ¿Si? - Dije mientras me cambiaba aliviado.

- Aja. ¿Quieres esperar? Hay una cafetería en el subsuelo, come algo, desayuna.

- Ok. ¿Vengo aquí? ¿Al mismo lugar?

- Si, vuelve aquí y hablaremos de tus resultados.

- Ok.

Salí de la sala, pensé en lo dicho por el doctor, pero no quise bajar. No podía hacerlo, estaba tan ansioso por saber los resultados, así que sólo mis pies se estancaron en aquel pasillo.

Caminé pausadamente, mirando cada habitación, cada mundo, cada vida en ella.

Tuve que controlar mis lágrimas al ver como una mujer sostenía la mano de su padre, y lloraba, repitiendo una y otra vez “Despiértate”.

Si pasaba un minuto más aquí, me volvería loco. Lo se.

No se cuanto tiempo estuve gastando aquel suelo, pero alguien gritó mi nombre. Volteé.

Allí estaba, mi médico.

- Si.- Me acerqué a él.

- Pasa.- Abrió la puerta.

Lo miré, estaba tan serio, ya mi corazón se aceleraba.

- Siéntate, ¿quieres? - Lo hizo sobre la camilla.

- No, gracias. Así estoy bien.- Cruce los brazos sobre el pecho.

En sus manos tenía un sobre bastante grande, de el sacó todos mis exámenes. Aún no entiendo como es que pudieron tener los resultados tan rápidamente.

- ¿Y bien? - Ya no podía esperar.

- ¿No quieres sentarte?

- Diga lo que tenga que decir. ¿Ocurre algo? ¿Tengo algo? ¿Cómo pueden tener los resultados en tan poco tiempo? - Dije rápidamente.

- No es seguro Frank, quizás deberíamos hacerte más exámenes para estar seguros. Y sólo queríamos apresurarnos contigo.

- ¿Seguros de qué? ¿Por qué quieren apresurarse? - Pregunté ya dejando notar mis nervios.

- No quiero aligerarme con el diagnóstico.

- ¿Seguros de qué? - Repetí.

Exhaló algo frustrado y triste, sólo lo dijo. Sus labios lo escupieron como si nada. No se por cuanto tiempo no respiré, hasta que recordé tener un par de pulmones en mi anatomía.

No respondí, pensé haber escuchado mal.

- Siéntate, ¿quieres?

Me alejé un poco, tratando de controlar a mi corazón que con cada minuto que pasaba, más se agitaba.

- Yo...- Tartamudeé - Yo, creo que debo irme.- Volteé.

- ¡Frank! - Gritó el médico - ¡Espera, no es seguro! - Tomó mi hombro.

Volteé.

- ¿¡No es seguro!? - Gritaron mis pobres pulmones - ¡Si lo has dicho es porque es seguro!

- No.- Dijo calmadamente - Dije que quiero hacerte más exámenes, si es verdad mi teoría, existe un tratamiento.

Logré quitar su mano de mi hombro.

- No haré ningún tratamiento, olvídate que volveré para más exámenes.

- ¡No puedes irte Frank! ¡Estas débil! -Me gritó esta vez.

No respondí. Mis manos tomaron el picaporte de la puerta, abriéndola bruscamente y salí corriendo de allí. Si, corriendo hacia el ascensor. De casualidad, este se abrió en el momento justo, una señora descendió. Pasé a su lado, empujándola y entré.

Mis dedos se incrustaron en el botón para llegar a la planta baja, pero para mis pulmones no era suficiente. Realmente, no podía respirar.

Seguí apretando una y otra vez el botón, con la esperanza estúpida que bajara más rápido. Miré el techo, ya pensando como podía caber por el y simplemente salir de aquellas cuatro pequeñas y fóbicas paredes.

El sonido en alguna parte de mi cerebro se escuchó, y las puertas se abrieron, tuve intenciones de seguir corriendo hacia la puerta principal, pero no. Alguien topó conmigo.

- ¿Frank? - Dijo.

Lo miré.

- No, no puedo respirar.- Tomé sus hombros por reflejo.

- ¿Qué?

- ¡Por favor, Gerard! - Grité desesperado - Sácame de aquí.- Apreté con más fuerza sus hombros.

Me observó preocupado, pero sólo tomó una de mis manos y me arrastró hacia fuera. Nos sentamos en los primeros escalones del hospital.

- ¿Estas bien? - Preguntó.

- No.- Respiré hondo - No lo se. Me cuesta respirar.

- Respira hondo, cuenta hasta cuatro y exhala.

Apenas podía recordar los números, estaba tan asustado que sólo pensaba en como sería mi velorio.

- ¿Mejor? - Sentí su mano en mi espalda.

- Algo.- Dije con un poco más de aire.

- ¿Qué hacías aquí?

- Lo mismo pregunto.- Lo miré.

- Debo hacerme un chequeo, porque quizás comience a trabajar la semana que viene.- Respondió - ¿Y tu?

Miente Frank, miente, me dije a mi mismo.

- Por lo mismo que tu.- Respondí.

- ¿Seguro? - Levantó una de sus cejas - Estabas muy asustado allí adentro.- Se frotó uno de sus hombros.

- Lamento haberte estrujado. Pero no podía respirar.

- Presiento que estas mintiendo Frank, ¿seguro que esta todo bien? - Volvió a preguntar.

- ¿Por qué debería importarte? - Volvió mi odio.

Alejó su mano de mi espalda.

- Lo siento...- Baje la mirada mientras me ponía de pie - Debo irme.

- Esta bien.- Se puso de pie también.

Nos miramos, sin saber que decir o hacer, siempre terminábamos en la misma situación, nerviosos, moviendo nuestros pies, acomodando las manos en los bolsillos de nuestros jeans gastados a propósito.

- Gracias por traerme afuera.- Fue lo último que dije.

Volteé, sin darle oportunidad para decir algo

Comencé a caminar, sabiendo que seguía allí, de pie. Observándome con confusión, y una asquerosa pena. Aún estaba agitado, mi cabeza daba vueltas.

No se aún, como mis pies coordinaban para caminar. Simplemente se movían, como si supiesen que no podía pensar, lo hacían por su propia cuenta. Mis pies tienen vida.

Sonreí ante mi pensamiento idiota, pero me detuve en mí caminar al recordar las palabras del médico. No podía ser verdad, no a mí. Eso no puede ocurrirme.

Mis pies siguieron con su plan, se dirigían a mi hogar. Observaba a cada persona que pasaba a mi lado, queriendo abrazarlos y gritarles en sus oídos “ayúdame”, pero sólo era una idea loca más.

Seguí caminando, tratando de reconocer los colores de las luces en el semáforo, aunque no estaría nada mal si un auto me arrollaba.

Pero no soy así, no soy esa clase de personas, no soy un suicida. Generalmente afronto la situación, matando o no a la persona, la enfrento. Comencé a caminar más rápido, tratando de decidirme si estaba triste o encabronado con el mundo. Mi nombre se escuchó a lo lejos, pensé que ya alucinaba. Seguí caminando, hasta que lo escuché una vez más.

Volteé para ver a Quinn con Bert, acercándose.

- ¡Hey! - Sonrió Bert abrazándome.

- Hola...- Dije alejándolo un poco.

- Hola, Frankie.- Sonó tan amigable Quinn.

- ¿Cómo están? - Pregunté ya con ganas de abandonarlos ahí mismo.

- Bien.- Sonrió Bert - Le estoy mostrando los nuevos locales a Quinn, que han abierto desde su ida.

- Ah...- No me importó en lo más mínimo.

- ¿Y tu? - Preguntó Quinn.

- Sólo...- Hice una pausa pensando en mi mentira - Salí a caminar un rato.

- ¿Si? - Dijo Bert - Porque hace unos segundos Gerard le comento por celular a Quinn que te encontró en el hospital.

Contuve la respiración, pensando en las cosas que podría construir con cada miembro de la anatomía de Gerard.

Silencio.

- ¿Y bien? - Dijo Quinn - ¿Ocurrió algo? ¿Por qué estabas en el hospital?

- ¿Has ido por esa horrenda tos? - Me salvó Bert sin saberlo.

- Exacto.- Respondí rápidamente.

- ¿Y qué te dijo? - Preguntó Quinn.

- Que sólo había tomado frío. Quizás fue el aire acondicionado.- Fue lo mejor que se le ocurrió a mi mente.

- Bien.- Sonrió mi mejor amigo - Me alegra saber eso.- Dio una palmada a mi espalda - No soportaría saber que tienes algo fuera de lo común.- Agregó.

No respondí, no podía decir nada. Mi lengua no se movía, mis cuerdas vocales estaban solidificadas, con ansias de ser arrancadas y ser enroscadas en el poste que se hallaba a nuestro lado.

- ¿Frankie? - Dijo Quinn - ¿Te encuentras bien? Estas algo cadavérico.

- Yo...- Miré hacia ambos costados - Debo irme. Le prometí a mi mamá almorzar con ella. - Me alejé de Bert.

- Pero...- Dijo él.

- Lo siento.- Volteé - Nos vemos luego.

Volví a caminar más apresurado que antes, miré el reloj, casi la una de la tarde. No se cuanto tiempo tarde en llegar a mi casa, pero finalmente lo hice.

Cerré la puerta, estiré mi cabeza hacia atrás, apoyándola contra la puerta al mismo tiempo que respiraba dificultadamente.

- ¿Frankie? ¿Amor? - Salió ella de la cocina.

La miré.

- ¿Si? - Respondí.

Se acercó unos pasos, observando mis ojos.

- ¿Te encuentras bien? Estas pálido.- Tocó una de mis mejillas.

Me alejé de ella, enojado, frustrado.

- ¿No tienes otra cosa para decirme? - Respondí - Estoy bien.- Agregué rápidamente.

- ¿A dónde has ido?

- Tenía que ir a ver...- Hice una pausa - Una guitarra que me había llamado la atención la semana pasada.

- Ah...- Sonrió ella - Tu y tus guitarras. ¿Te la comprarás?

- No lo se.- Respondí - ¿Almorzaremos?

- Pues...- Miró ella el suelo - Pensé que no regresarías y arreglé para almorzar con unas amigas.

- Bien.- Me acerqué a las escalera s- Que lo pases bien.- Comencé a subirlas.

- Pero Frankie...- Escuché.

Si, la escuché. Pero eso, no haría que actúe amablemente. No, cuando mi mente se encontraba en una cueva negra, sin tiempo para cuestiones monótonas de progenitoras.

Llegué a mi habitación, con la intención de cerrarle la puerta en la cara, pero fue frustrado mi plan por sus piernas rápidas.

- ¿Qué ocurre? - Entró a mi habitación.

- Nada.- Comencé a ordenar la ropa sin saber que hacer.

- No me mientas.- Dijo.

- No miento.- Me acerqué al armario - No tengo ganas de hablar.- Abrí uno de los cajones.

- Deja eso, ¿quieres? - Cerró la puerta de mi armario.

- ¿Qué ocurre? - Dije mirándola mientras apoyaba una de mis manos en la cintura.

- Dímelo tú.

- No ocurre nada.- Estiré ambos brazos - Estoy perfecto, la vida me sonríe. ¿No ves como sonrío? - Sonreí tan satíricamente.

- ¿Has discutido con Gerard?

- No.- Baje mis brazos.

- ¿Jeph? ¿Bert? O su amigo, ¿cómo era su nombre...? - Preguntó.

- Quinn. Y no mamá, no discutí con nadie de todos los que has nombrado.

- ¿Con alguien más?

- ¡Por dios mamá! - Grité de la nada - ¡No ha pasado nada! ¡Vete a almorzar, déjame en paz!

Ella suspiró, me observó unos segundos.

- Te lo digo ahora Frank. Cambia esa actitud, estoy harta de soportar tus momentos “bipolares”, ¿si?

- ¿Bipolares? - Dije mirándola - Gracias por tu apoyo mamá.

- ¡Sabes que es verdad! - Gritó esta vez - Primero te ríes, estas amigable. Y luego quieres matar a todo lo que te rodea. Cámbialo, no puedes estar así todo el tiempo. No, cuando no te ocurre nada.

- No sabes lo que ha pasado.- Volteé.

- Dímelo, habla conmigo, podría ayudarte.

Respiré hondo.

- Vete, almuerza tranquila, deja a tu hijo bipolar aquí fumando y tocando la guitarra en la ventana, él estará bien.- Dije

- Pero...

Estiré mi mano hacia atrás.

- No. No quiero escucharte, vete y fin de la discusión.

- Bien, como tu quieras.- Dijo yéndose.

Miré su espalda, esperando a que volteara para mirarme, pero nunca lo hizo. Estuvo un rato en la cocina, podía escuchar sus movimientos desde arriba. Luego, abandono la casa, avisándome de su enojo con un hermoso y macizo portazo.

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