domingo, 20 de mayo de 2012

Teenagers thing's; Capítulo: #15

Capítulo: #15

{*Narra Gerard*}

Era definitivo. Frank era algo más, que un simple amigo para mí. Normalmente, cuando alguna chica demostraba interés en mí, yo me sentía halagado y atraído hacia ella, también. Se que a muchas personas les sucede lo mismo. Y con Frank fue algo parecido. A diferencia que no es una de esas chicas huecas, con las que generalmente me acuesto. Me asomé por la ventana y vi como terminaba su trabajo. Se veía pequeño. En ocasiones olvido que Frank solo tiene quince años, ya que es tan maduro y sabio.

- ¿Qué miras? - dijo volteándose, mientras reía. Yo me avergoncé, ya que no creí que me notaría.
- No te miro a ti. - dije haciéndome el ingenuo, girando mi vista al otro costado del patio. Él rió a carcajadas.
- si, seguro. - continuó haciendo su trabajo y yo quise dejar de mirarlo, pero no podía. Sentía la necesidad de observarlo. Fue extraño. Paso un rato y Frank tomó sus cosas. Supuse que había terminado.
- Adiós. - le grité desde la ventana, antes de que entrara a la cocina para así salir de la casa. Él subió su mirada con una expresión de confusión.
- Pensé que te habías ido. - rió. - Adiós. - revoloteó su mano en el aire y se fue.

Bajé a comer algo y cuando noté que era tarde, subí a mi habitación para dormir, pero ante pasé por la de Nathaly. Su pieza yacía oscura y ella estaba dentro de las sábanas.

- Adiós, hermosa. - susurré y besé su mejilla.
- Adiós, feo. - rió.
- Pensé que estabas dormida.
- Estaba pensando.
- ¿En qué?
- ¿Qué te importa, curioso? - ambos reímos. Yo me senté a su lado. - ¿Te has enamorado alguna vez? - habló en voz baja, mientras elevaba su mirada, hasta dar con la mía. Yo la miré dudoso.
- No lo sé. - susurré.
- ¿Cómo no sabes?
- Es confuso, pequeña. No estoy seguro de cómo se siente amar.
- ah... - miró sus manos que jugaban con la sábana, sobre su rostro. Estaba tapada hasta la nariz.
- ¿Por qué preguntas eso? ¿Te gusta alguien? - una risita nerviosa salió de sus labios, y aunque la pieza estaba oscura, estaba seguro que sus mejillas se tornaban rojas.
- Parece... ¿Eso es malo?
- Es normal. Naturalmente sentimos atracción por otras personas, pero aun eres muy pequeña. - dije intentando hacerle entender, que era una orden que no hiciera nada con aquel afortunado niño. - ¿Tú le gustas a él? - pregunté a la misma vez que cruzaba los dedos para que respondiera un "no".
- Me mira mucho y me hace cariño en el pelo. Pero cuando estoy con mis amigas, me molesta. - "¡mierda!" pensé. Eso es típico cuando uno es menor.
- Ah... Solo quiere ser tu amigo. - intenté no reírme, a causa de la estúpida mentira que había dicho.
- ¿en serio? - dijo decepcionada.
- Si, pero no te pongas triste. Cuando nosotros somos pequeños, solo queremos jugar a los autitos. No tiene nada que ver contigo. - se quedó pensativa un rato. - Tendrás que esperar a que él cumpla 18 años. Quizás ahí haya madurado. - frunció el ceño.
- ¿Tanto? - asentí. - pero si tú tienes diez y och...
- Ya hora de dormir. - dije poniéndome de pie rápido, sin prestarle atención.
- Pero, Gera...
- Te quiero, Adiós. - la interrumpí, besando su mejilla y salí. - ¡Maldito pequeñín! - susurré y después me largué a reír. Las tonteras que le dije a Nathaly, no tenían sentido alguno, pero considero que aun es muy pequeña para esas cosas.

Me costaba dormir. Me daba mil vueltas en la cama, intentando sacar de mi mente a Frank. Sus malditos ojos, penetraban hasta mis entrañas. Su maldita voz, tan ronca y varonil, salida de esos malditos labios, tan intensamente rojos y suaves. ¡Maldito Frank! Lo quiero tanto. Y no quiero que sea de la manera que él espera. Aunque creo que el objetivo de Frank se estaba cumpliendo. Seguramente hizo una especie de magia negra que hizo que se me arrebataran las hormonas y lo este deseando en este maldito instante. Negué sus besos en tres ocasiones, pero ahora me estaba arrepintiendo. De cierta manera, siempre supe que Frank sentía esas cosas por mí. Me lo hizo saber, pero yo no distinguí aquellas “indirectas”. O no quise hacerlo.
Estaba totalmente seguro que esta noche se me haría difícil dormir, así que decidí escuchar música. Era la única manera que tenía de dormir.

Desperté entusiasmado, aunque no sabía por qué. Fui a dejar a Nathaly a la escuela, interrogándola sobre aquel chico. Le metí otras cosas en la cabeza como: que los niños a su edad se comen los mocos, o tienen diarrea todos los días. Sé que dejara de pensar en los chicos, por lo menos, hasta cumplir la mayoría de edad. Fue un alivio.
Por primera vez, en varios días, llegué temprano a clases. Me senté junto a Edward quién notó mi entusiasmo.

- ¿Te acostaste co alguien ayer? – preguntó de la nada. Lo miré sorprendido.
- No. – respondí sin disimular mi asombro. - ¿Por qué preguntas eso?
- Hace tiempo que no llevabas esa sonrisa en el rostro. Las chicas lo extrañaban. – movió sus cejas de arriba abajo, mientras mordía su labio. - ¿Volverás a la acción?
- No. Tengo ganas de dejar a las chicas un tiempo. Quiero estar solo. Después de un tiempo aburren, ¿No crees?
- ¡wow! ¿Qué te pasa? ¿El amiguito ya no se levanta? – dijo señalando mi miembro.
- ¡Cállate! – reí. – no es eso, idiota. - Se unió a mi risa.
- Te entiendo. Estaba pasando por lo mismo, hasta que conocí a Idiel. Me tiene vuelto loco. – suspiró.
- Es que ella es diferente. Cuesta encontrar a las “diferentes”. – hice las comillas con mi manos.
- Lo sé, pero soy afortunado y no pienso estropearlo. – sonrió. Se notaba contento de encontrar a alguien tan especial como Idiel. Yo bajé mi vista, avergonzado, mientras pensaba que la persona “especial” que yo había encontrado, no era precisamente una mujer.
- Hola. – escuché la voz de Frank, interrumpiendo mis pensamientos. Levanté mi vista, e Intenté disimular mi alegría de verlo. A su lado permanecía Idiel.
- Hola. – respondí con una sonrisa
Edward comenzó a conversar con él no se de qué. Estaban los tres hablando y yo solo parecía un extra. Reían y compartían ideas. Mi vista estaba fija en Frank. Su manera de hablar. Cómo lograba curvar sus labios, cuando pronunciaba palabra. La risa infantil que salía, al mismo tiempo que sus ojos se entrecerraban. No podía evitarlo. De un momento a otro, Frank me observó. Se puso serio, aunque sus ojos demostraban alegría. Brillaban y sus pestañas le hacían un marco perfecto. Sentí que éramos solo los dos. Que no había nadie a nuestro alrededor. Solo nuestras miradas entrelazadas. Idiel y Edward no notaron nuestro período de “trance”. Aun lograba oír sus risas. Pero Frank y yo estábamos idos, hasta que escuché la desagradable voz de la maestra. Ambos pestañamos varias veces de manera rápida. Como intentando volver a la realidad. Frank se dirigió a su puesto. Dos bancos más atrás. Me costaba concentrarme, ya que sabía que él me estaba observando. No pude prestar atención durante la clase. Era algo común en mí. Jamás lograba entender algo de lo que los profesores decían. Inicié un dibujo, sin mayor significado, esperando a que la hora de receso llegara… Y así fue. Salí del salón, y fui hasta la banca en la cual nos sentábamos todos mis amigos, comúnmente.

- Nathaly tiene un admirador. – le dije a Frank, que se sentaba a mi lado, intentando comenzar un tema de conversación. Lo acepto. Fue un tema estúpido, pero no se me ocurría qué hablar.
- Es linda y lleva sangre “Way” ¿qué esperabas? – reímos.
- Si, pero le dije un par de cosas que, supongo, le harán alejarse de él.
- ¿Qué le dijiste? - dudé sin responderle o no, pero no pude evitar reír al recordar ese episodio.
- Cosas. - Frank me miró confundido.
- Quizás que mierda le hablaste. - rió.
- ¿Qué querías que hiciera? Es muy pequeña.
- Si, es cierto. Pero ¿a qué edad empezaste tú?
- Es diferente, yo soy hombre. - me excusé.
- ¿Qué edad tenía la niña con la cual te besaste por primera vez?
- Era una mini zorra. - rió a carcajadas.
- Entonces, está bien lo que hiciste. - después de reír por un rato, nos quedamos en silencio. Fue incómodo. - ¿Cómo van las cosas en tu casa?
- extrañamente normal. No he visto a mis padres.
- Ah... ¿Eso es bueno?
- Muy bueno. - sonreí. - ¿Acompáñame?

Caminamos hasta el casino y compramos un par de alimentos. Conversamos un rato más y después sonó el timbre. Entramos a clases y decidimos sentarnos juntos. Se sentía bien saber que seguíamos siendo amigos, pero era inevitable sentir cosas en mi estómago. Me ponía nervioso.
La clase comenzó y nosotros continuábamos hablando, lo que molestaba al profesor. La conversación no era para nada productiva. No tenía sentido alguno. Solo reíamos de tonterías pasadas en nuestra infancia. Llegó un momento en el cual nuestras carcajadas fueron exageradamente ruidosas, lo que provocó nuestra salida de clases. Aquel viejo antipático no soportó nuestro humor y nos sacó de la sala.
- Viejo maldito. - Frank seguía riendo. Nos sentamos en el pasillo.
- ¡Maldición, Frank! Me va mal en su materia. Estoy acabado. - tomé mi pelo entre mis manos, bajando mi vista.
- No digas eso, Gerard. Yo te puedo ayudar. - me alentó, dándome un par de golpes en el hombro.
- ¿En serio?
- ¡Claro! ¿Estudiamos hoy? - dudé un momento. ¿Estar con Frank toda la tarde? Eso era peligroso. Y no lo digo solo por él. A mi también me comenzaban a pasar cosas con él.
- Está bien. - asentí no muy convencido. Frank lo notó y frunció el ceño, pero no preguntó la razón de mi expresión. Quizás lo dedujo.

A penas salí de clases, me dirigí a mi casa. Frank dijo que iría más tarde. Entré a mi cuarto y lo ordené un poco. Fui a ducharme y luego esperé. Estaba sentado en mi cama, comiéndome las uñas. Esto no estaba bien. No tenía memorias de haber estado tan nervioso, anteriormente.

- ¿Se puede? - oí tras la puerta. Después de dos golpes. Me puse de pie y abrí.
- Si, pasa.
- Hola, otra vez. - sonrió.
- Hola. - hice lo mismo y tomé sus libros. Me senté sobre la cama, para así comenzar a estudiar.

Todo partió normal. Frank hablaba, evitando mi mirada. Yo hacía como que entendía. A cada pregunta que formulaba, yo asentía efusivamente. Pero su voz, me hizo entrar en trance una vez más. Mis ojos se clavaban en sus labios. Las ganas de repetir los besos anteriores, se hizo presente. Estaba realmente distraído cuando lo escuché hablar.

- No has entendido nada ¿verdad? - dijo después de un rato
- ¿Qué? no, ¡claro que sí! - mentí.
- Gerard, no mientas. En serio necesitas esto. - dejó los libros de lado.
- Lo sé y te he estado escuchando.
- Gerard... - me miró serio. Yo no articulé palabra alguna. Solo lo observé. Sonrió levemente.
- ¿Qué pasa?
- Realmente tienes problemas de concentración. - me encogí de hombros. Se relamió los labios. ¡No debió haber hecho eso! - Sigamos. - dijo volviendo a los libros.
- No quiero... - susurré.
- Gerard... - no me prestó atención. - tienes que hacer est... - Mis manos se apoderaron de su rostro y lo acerqué de manera brusca a mi cara. Frank no se negó. Fue tan satisfactorio sentir aquella textura otra vez. Quise intensificar el beso, pero Frank no me dejó. Solo fueron unos, ya comunes, roces. Estaba cansado de solo rozar sus labios. Quería más. Pero de igual manera, me sentí en las nubes. Frank se alejó de mí, mirándome sorprendido.
- Perdón. - posé mis manos sobre mi boca. - ¿Quieres algo para tomar? - Solo quería salir corriendo. Él negó, intentando ocultar su satisfecha sonrisa. - Pues, yo si. - Salí más que rápido de la habitación y fui hasta la cocina. Tomé abundante agua y luego mojé mi rostro. Me daba nervios saber que tenía que volver a subir. Me relajé por unos minutos y luego volví a mi cuarto.
Abrí la puerta suavemente. Aquel crepúsculo, aun dejaba ver los últimos rayos de sol, que lograban entrar por la amplia ventana. Frank yacía arrodillado sobre la cama. Tenía sus pupilas dilatadas, dejando dejando ver un espíritu travieso, que se apoderaba de él, en ese entonces. Lo observé por un largo rato. Dejando aquella maravillosa imagen, grabada en mi mente. Sinceramente se veía hermoso. Me miraba sin entender qué sucedía, con aquel tono rojizo, ya común, en sus mejillas. Adoré su rostro inocente y confundido. El sol se estaba escondiendo, por lo cual un rayo de sol se clavó lentamente, en esos maravillosos ojos que lograron cautivarme. Lo que provocó un pestañeo de parte de Frank. Una vez acostumbrado, a ese molestoso rayo de sol, abrió sus ojos nuevamente para clavarse en los míos. Esos hermosos luceros iluminaron mi cuarto. Se volvieron más claros y resplandecientes. Me hicieron desearlo de manera inexplicable. Mis esfuerzos por alejarme de él, se volvieron nulos. Quería sentirlo cerca. Caminé a un paso, relativamente normal, hasta llegar a la cama, donde permanecía Frank arrodillado. Imité su posición, quedando frente a él. Sentí como sus penetrantes ojos, lograban llenarme de energía. Esos luceros me estaban volviendo loco. Me acerqué un poco más, haciendo chocar nuestras rodillas. Frank me observaba sin perder detalle, sin saber cómo actuar. Tomé su rostro entre mis manos, acercándome para lograr hacer contacto una vez más. Me encantaba sentir sus labios sobre los míos, pero él bajó la cabeza. Negándome aquella hermosa sensación.
- Por favor, Frank. – susurré, pegando su frente con la mía. Él negó con sus ojos cerrados.cerrados. Su expresión me hizo pensar, que lloraría. - ¡No me hagas esto!
- ¡No podemos, Gerard! – dijo bajo, sin cambiar posición. – Lo pensé y esto no es bueno… Nos hará mal. ¡Mucho daño!
- ¡Claro que no! No seguiré negándolo… quiero estar contigo. – dije casi en susurro. – Por favor, deja besarte. – subí su rostro nuevamente, pero al levantarlo pude ver la angustia de Frank. Era un chico muy bipolar. Su rostro estaba triste y me negó esos tan preciados lagos, cerrando sus ojos. Se habían convertido en energía vital para mí.
- No podemos estar juntos. – pegó, nuevamente su frente a la mía.
- ¡Tenemos que estar juntos!... Yo te amo, Frank. – Levantó su rostro, dejando ver sus hermosos ojos cristalinos y una leve sonrisa se posó en sus labios.
- Yo también. – dijo posando su mano en mi mejilla. – Pero nos pueden hacer algo malo. Mira lo que hizo Bert, siendo que no nos había visto en nada…
- Jamás dejaría que te hicieran algo… - me acerqué a su rostro. Él respiraba profundamente, aspirando todo el aroma que se encontraba en mi cuerpo. – y por mí, no te preocupes. Todo estará bien. – dije con una gran sonrisa, que pareció convencerlo. Lo intenté una vez más, suplicando que me dejara hacerlo. Acerqué mis labios, a los de él, para poder probar ese sabor, que tanto deseo. Pero Frank se alejó, después de succionar con gran fuerza mis labios.
- Dime que todo estará bien. – susurró, inclinando su cabeza para juntar nuestras frentes de nuevo.
- Todo estará bien. – respondí rápido. Buscando sus labios desesperado.
- Júralo. – me los negó.
- ¡Lo juro! - ¡¿Me quería matar?! ¡Lo único que quería, era poder besarlo. Él lo sabía, pero le gustaba verme sufrir. Quería sentir su lengua dentro de mi boca, haciendo contacto con la mía. Nunca había experimentado rozar su lengua y siendo honesto, ¡Me moría de ganas! Frank sonrió satisfecho y no puso más resistencia. ¡Al fin!... Tomé sus mejillas con fuerza. Estaba desesperado. Él lo notó y rió con sus ojos cerrados. No le di importancia y volví a juntar nuestros labios, pero esta vez, de manera más apasionada. Sentí los labios de Frank, aprisionar los míos. Los succionaba. Podía sentirlo. Era una sensación, realmente, deliciosa. Abrió su boca, dejando salir su lengua, para rozar la mía. ¡Fue tan placentero! Se me erizó la piel. Su lengua me brindaba el sabor más exquisito, que creí, existía. Separaba y juntaba sus labios, una y otra vez, con suaves y coordinados movimientos, hechos por su lengua, que me hacían querer más. ¡Era irresistible! Honestamente, era delicioso. Mis manos se dirigieron a sus muslos, mientras las suyas, se apoderaban de mi rostro y cabello. Me acariciaba con tal ternura, que me enloquecía.

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