sábado, 26 de mayo de 2012

Teenagers thing's; Capítulo: #21

Capítulo: #21

- ¿Y tú? - preguntó mamá, sorprendida al verme de tal manera. - ¿Qué te sucede?
- Eh... nada. - intenté sonreír.
- ¿Por qué vienes llegando a esta hora? - su tono cambio, a uno molesto.
- uf... Si supieras... - revoloteé los ojos en el aire. - Gerard es un cabeza dura. Cuesta que le entre la materia. - hice una mueca con mi boca hacia el costado, pero me salió una carcajada al notar que esa frase se podía interpretar de otra manera. Mi madre frunció el ceño.
- Estás tan raro últimamente, Frank - suspiró. - Ve a dormir que mañana tienes que levantarte temprano.
- Ok. - asentí y corrí rápidamente hasta mi habitación. A penas entré llamé a Gerard.
- ¿Frank? - se escuchó su hermosa voz de preocupación, al otro lado del teléfono.
- Si, llamaba para decirte que sobreviví. Estoy en casa. - libró un suspiro de alivio.
- Que bien. ¿Todo normal? ¿Fue muy desagradable?
- Eh... No. Pero Gerard... no se. Creo que... - me costaba hablar.
- ¿Qué es lo que crees, Frank?
- Tengo el presentimiento de que Mikey sabe algo. O quizás no es eso, pero... puedo notar que no le agrado. - Gerard cayó por unos segundos.
- No te preocupes. Solo se lleva bien con los hijos de puta como Bert. Así que no te lo tomes como algo personal. - guardé silencio, mientras pensaba.
- Está bien. - dije bajo. - Tengo que ir a bañarme, adiós. - dije fríamente.
- ¡Frank! - escuché justo antes de cortar.
- ¿Qué?
- No te sientas mal. No pasará nada, en serio.
- Ajá.
- Te amo.
- Yo igual. - logró que sonriera como idiota. - Adiós. - corté y me dirigí al baño para dejar caer el agua sobre mi cuerpo y luego ir a dormir.

Desperté dando un salto sobre la cama. Odiaba el molesto sonido del despertador. Me arreglé para ir a la escuela y al pasar el rato Idiel me esperaba fuera de casa.

- ¿Cómo estás, chico "sonrisa gigante"? - preguntó burlona, después de besar mi mejilla.
- Bien. - respondí con el calor en mis mejillas, al recordar lo de ayer. Comencé a caminar, hacia el colegio, de manera rápida.
- Más que bien, diría yo. Cuando te llamé ayer, te escuché... - rió a carcajadas. - te escuché muy feliz.
- Ja, ja. - dije irónico. - ¿Y tú? te haces la tonta, nunca me cuentas lo que haces con Edward ¿eh? - moví mis cejas de arriba abajo.
- No te preocupes. De seguro, es mucho menos a lo que hacen Gerard y tú. - rió de nuevo.
- No te creo. Llevan saliendo mucho tiempo y, ¿aun no se te lanza?
- No... - suspiró. - Lo de nosotros es más... especial. No quiere hacer las cosas apresuradas, como con las chicas anteriores.
- ¡uy! Te tiene loquita. - dije divertido.
- ¡Cállate, idiota! - me empujó y ambos reímos. Ya habíamos llegado a la escuela, así que entramos al salón de clases. Ya había comenzado la clase, así que disimuladamente nos sentamos en nuestros puestos. Gerard me miraba de reojo y lograba desconcentrarme, pero Idiel me movía para girar mi vista al profesor. Era divertido. Gerard y yo reíamos. Pasó una hora y media aproximadamente y el timbre nos indicaba la salida al receso. Nos dirigimos al pasillo y saludamos a todos los chicos. Todos fueron a la banca, pero Gerard dijo que quería hablar conmigo, por lo tanto nos apoyamos en una muralla, no muy alejada.

- ¿Qué pasa? No te ves muy bien. - dije sentándome en el suelo, junto a él.
- Algo le pasa a Nathaly y no sé qué.
- Pero ¿a qué te refieres? ¿Está enferma?
- No, no. Está... distante. Cuando me habla, es fría. Nunca la había visto así. - fruncí el ceño.
- A lo mejor descubrió tu mentirilla de los chicos. - largué una carcajada, pero mi sonrisa desapareció al ver la expresión de Gerard. No le causó gracia, me miró algo molesto y luego giró su mirada al patio.
- Estoy hablando en serio, Frank. Tú sabes cuanto me importa Nathaly y me preocupa. Ella no es así, o por lo menos, no conmigo.
- Pero quizás si fue tu mentira. - dije tímidamente con la vista baja, para que no se enojara.
- La conozco. No reaccionaría así por una estupidez como esa. Me temo que hay alguien más implicado en esto. - Lo miré sorprendido, aunque él seguía con sus ojos clavados en el patio.
- ¿Qué quieres decir con "alguien más"? La única persona que influye en Nathaly, eres tú. - se giró hacia mí.
- Estoy confundido. - su rostro reflejaba angustia. Yo tenía muy claro que Nathaly era lo más importante en su vida. Solo la tenía a ella. Bueno... y a mí. Por lo cual también me preocupaba lo que me estaba contando. - Quizás no logré mi objetivo y todo lo que sucede en la casa, la está afectando.
- No te culpes, Gerard. ¿Quién sabe? A lo mejor solo tuvo un mal día en la escuela...
- Me lo habría dicho. - me interrumpió. - Te digo que la conozco muy bien. Conozco sus reacciones, gestos, ¡todo! Y sé que tiene algo contra mí. Me doy cuenta.
- No te estreses, Gerard. Habla hoy con ella. La tienes que ir a buscar a la escuela, ¿verdad?
- Si… ¿Me acompañas? – me miró afligido. Yo asentí. Quedamos en silencio lo que quedó del recreo. Luego volvimos a clases. Me apenaba ver a Gee tan ido y preocupado. Se notaba tenso y es que si algo le pasaba a su amada Nathaly, Gerard moría. Escuché la clase con desgano. Jugando a los papelitos con Idiel y mirando cualquier mosca que frente a mis ojos volaba. De esa manera esperé el siguiente receso. Se notaba el aburrimiento de todos, ya que a penas sonó el timbre, saltamos de los asientos y nos dirigimos afuera. Fuimos a las bancas.

- ¿Estás mejor? - pregunté a Gerard cuando lo vi, sentarse a mi lado.
- No, pero quiero distraerme. Después hablaré con ella.

- Está bien. - Le sonreí. Gerard clavó su mirada hacia el frente. Al seguirla, noté que daba con Idiel y Edward que se encontraban a un par de metros. Abrazados y sonrientes, ante todos nosotros.
- Que envidia. - susurró. Lo miré extrañado.
- ¿Qué cosa?
- Míralos... - seguía con la vista al frente y con voz baja. - Ellos pueden hacer todo tipo de cursilerías en medio del colegio.
- ¿Eso te molesta? - reí.
- No. Me molesta que yo no pueda hacerlo. - Nuestras miradas se encontraron y mi corazón se aceleró.
- ¿Te gustaría hacer cursilerías conmigo? - pregunté divertido.
- ¡Claro! - reí con más ganas. Y no solo por nuestra conversación, sino porque hablábamos en susurro y la voz de Gee se oía divertida. - ¿De qué te ríes?
- De las cursilerías que estamos hablando.
- Por tu culpa, me convertí en un cursi. - dijo sonriendo. Sus ojos, nuevamente, me llevaron a aquel lugar en el que solo estamos los dos, razón por la cual recargué mi cabeza sobre su hombro. - Mjm. - carraspeó. Levanté mi cabeza, rápidamente.
- Lo siento.
- Está bien. - dijo sonrojado. Revoloteó sus ojos por el aire y luego me miró. - Ven. - Lo seguí silenciosamente. No nos importó si alguien nos veía, alejándonos. Simplemente caminamos hasta un pasillo escondido, con una puerta al final de este, donde (según Gerard) vivía uno de los empleados de la escuela. Apoyamos nuestras espaldas en la muralla y me incliné sobre su hombro. Gerard rodeó mi espalda con su brazo y me apoyó en su pecho. - háblame... de cualquier cosa. - Lo miré de reojo, extrañado. Seguía afligido.
- Eh... - no encontraba palabra alguna, en mi mente.
- Tu padre.
- ¿Mi padre? No tengo. - levanté mi mirada. Él estaba con la mirada perdida. Intentando distraerse.
- ¿Qué paso? ¿Te sientes solo?
- No... Jamás supimos de él. Mi mamá me crió sola. Me crié con Idiel. - sonreí. - Siempre estuvieron a mi lado. No me siento solo. - asintió, sin quitar su mirada de aquel punto, inexistente.
- Háblame más... de ti.
- Soy superdotado, ¿sabías? - bromeé. Al fin logré sacarlo de su trance. Sonrió y fijo sus ojos en los míos.
- Si, creo que ya sabía. - siguió con la broma. - ¿Te gusta serlo? - medité por un momento.
- Si. Gracias a eso obtuve una beca en una de las mejores escuelas del país. Y gracias a eso conocí a... - ambos reímos ante mi inesperado silencio.
- ¿A quién, Frank? - preguntó, mientras corría un mechón de cabello sobre mi frente.
- a ti. - estaba completamente seguro, que mi rostro era de un total idiota. Gerard sonrió enternecido, pero nuestro "lindo momento" fue interrumpido por un ruido, cercano. Vimos una sombra sobre el piso. Giramos nuestras miradas hacia el principio del pasillo, pero ya no había nadie.
- ¿Qué fue eso?
- ¿Crees que alguien nos vio? - me tembló la voz de solo pensarlo.

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