sábado, 26 de mayo de 2012

Teenagers thing's; Capítulo: #28

Capítulo: #28

Elegí unos pantalones negros y una polera roja. Despeiné un poco mi mohicano, ya que sabía que así le gustaba a Gerard. Bañé mi cuerpo en perfume y dejé una nota a mamá diciendo en donde me encontraba.
Toqué un par de veces el timbre, pero Gee no aparecía. Comencé a llamarlo a gritos, concluyendo que se encontraba en la piscina nadando. Quizás por eso no oía nada.

- Hasta que apareces… - reclamé al verlo tal como había pensado. Estaba con un traje de baño negro y con toalla en mano, secando su rostro y cabello. Se veía hermoso.
- Lo siento. – dijo, mientras avanzaba de forma rápida a abrirme la puerta. - ¿Estabas hace rato? – dijo abriendo la puerta.
- Si. – respondí, entrando y yendo hacia el patio trasero para saludarlo como corresponde.
- Disculpa, - me siguió. - tenía calor y decidí meterme a la piscina, mientras tú llega… - no dejé que continuara y simplemente tomé su rostro juntando nuestros labios. Gerard soltó una especie de gemido en el momento que introduje mi lengua en su boca. Hace tiempo que no nos besábamos de esa forma y me dio escalofríos sentir aquella hermosa sensación, otra vez. – Extrañaba eso. – dijo riendo, cuando me separé de su rostro.
- Yo también. – reí, sonrojado, dándole la espalda para pasar mis manos por el agua de la piscina.
- ¿Quieres entrar? – dijo imitando mi gesto.
- No, gracias. – sonreí. – no ando con traje de baño.
- Y ¿Quién dijo que lo necesitabas? – sonrió de manera coqueta, mientras entraba a la piscina, dejándome sentado a la orilla de esta, algo sonrojado. – Ven. – dijo tomando mis manos y llenándolas de agua.
- No quiero. Puede llegar alguien.
- Claro que no. Mis papás están de viaje, llegarán a la noche. Mikey y Nathaly están en casa de sus amigos, por lo tanto. Tenemos la casa para nosotros solos. – mordió su labio.
- Te gusta tentarme, Way. – reí.
- Claro. – se unió a mi risa. – Me tienes muy botado últimamente, Frank.
- Eso no es cierto.
- ¿No? Dime cuando fue la última vez que me hiciste cariño. - dijo simulando un puchero. Yo reí enternecido.
- Eh… - revoloteé los ojos por el aire.
- ¿Ves? Ni lo recuerdas. Ahora ven a hacerme compañía. – dijo sin mirarme, mientras movía sus manos bajo el agua y las miraba atento. – Se me están poniendo dedos de abuelito. – rió, yo solté una sonora carcajada por su comentario. Se me acercó y posó sus manos mojadas en mis piernas cruzadas, por sobre mi pantalón.
- Me estás mojando, Gee.
- No me importa, ven. – sus ojos brillaban al fijarse en los míos y su sonrisa florecía a cada segundo. Eso me encantaba. Se veía tan perfecto. No se en qué estaba pensando cuando dejé nuestro ‘romance’ de lado.
- Está bien. – dije quitándome la polera y una vez más, Gerard sonrió victorioso. Me puse de pie y quité mis zapatillas y pantalón, quedando solo en bóxers.
- ¿Vas a entrar así? – su tono demostraba decepción.
- Si. – respondí sin darle importancia. Ya me había convencido de entrar, no se saldría con la suya en esta.
- egoísta. – dijo en voz baja, pero aun así, yo logré escuchar y comencé a reír.
- Claro que no, tú también estás vestido. – hablé, mientras me introducía lentamente a la piscina por la escalera. Gerard llegó hasta mi posición y me abrazó.
- ¡Gerard! – reclamé enojado. – Estás helado y me mojaste entero.
- Delicadito. – rió, soltándome. – Te vas a mojar igual. – comenzó a nadar hacia la parte más onda y yo lo seguí, ya que con su abrazo me pude acostumbrar al frío del agua. – te extrañé, Frank. – dijo tomando mi rostro y juntando nuestras frentes.
- Yo también. – sonreí. – Perdón.
- No pidas perdón, estás aquí ahora. Entre mis brazos. – rió. Acercó sus labios a los míos y los rozó de forma suave, mientras abrazaba mi cuerpo. Yo me aferré a su cuello y enredé mi mano en su cabello. Me gustaba disfrutar de ese momento. El ‘reencuentro’. El deseo de tocar mi cuerpo o simplemente, rodearme con sus brazos. Aquel, tan dulce, beso que me estaba quitando el aliento. Todo era perfecto.

- ¿Qué fue eso? – dijo Gerard, separando nuestros labios y mirando hacia la casa.
- ¿Qué cosa? – pregunté sin entender a qué se refería.
- Sentí un ruido. Creo que de la puerta.
- No me asustes. – retiré mis manos de su cuello y me alejé de él.
- Quizás solo fue una idea mía. Deja ir a ver. – salió de la piscina.
- Pero, Gee…
- ¿Qué? – dijo girándose.
- Estoy en bóxers.
- Toma. – acercó su toalla a la orilla de la piscina. – espérame.

Vi como su cuerpo mojado desaparecía tras la puerta de la cocina, para ingresar a la casa. Estaba asustado. Él me había dicho que sus padres llegarían en la noche y aun el sol pegaba, fuertemente. La demora me hacía preocupar y mis ojos se clavaron en la ventana de la habitación de los padres de Gee.

- mierda… - susurré sorprendido. Estaba completamente seguro de haber visto algo. O quizás alguien.

Salí de la piscina y rodeé la toalla de Gee por mi cintura. Me asomé a la cocina verificando que no hubiera nadie. Entré y luego fui al living.

- ¿Gerard? – pregunté al no encontrarlo por ningún lugar. Me acerqué a la escalera para ver si era posible escuchar algún ruido desde el segundo piso. En ese momento sentí unos pasos apresurados. - ¿Qué pasó? – hablé al notar que ya me había visto. Algo no andaba bien. Lo supe en el instante que vi a Gee.
- Mis papás. – respondió, al llegar a mi lado, tomando su cabello y apretando su frente. Señal de desesperación.
- ¿Tus papás?
- Si, están arriba, Frank. Llegaron antes de lo mencionado y es seguro que nos vieron.
- ¡¿Qué?! Tiene que ser una broma, Gee. Me aseguraste que no llegarían.
- Eso creí. No sabía que cambiarían los vuelos.
- no, no… - repetía en voz baja, mientras me movía de un lugar a otro en la sala.
- Quieren hablar con nosotros. – al oír esto, mi cuerpo se detuvo y mis ojos se abrieron a no dar más.
- ¿Qué dijiste? – me volteé y vi su rostro angustiado.
- Es obvio que nos vieron. Papá dijo que quiere hablar con nosotros y mamá está hablando con él arriba, ahora.

Sentí que el mundo se me venía encima. Yo no quería que las cosas sucedieran así. Gerard estaba al borde de las lágrimas y yo aun no lo creía.

- Y ¿si nos separan? – pregunté con dificultad, estático.
- No, no lo harán. – tomó mi mano y me llevó a la cocina. – No dejaré que eso pase. Menos que ese tipo me prive de verte. No tiene ningún derecho.
- Claro que tiene, Gee. Es tu padre.
- Pero tengo dieciocho años. Supongo que ya no lo tiene. – habló dudoso. – Bueno, de todos modos, no lo logrará. Nadie nos alejará, pequeño. – me abrazó y yo lo respondí con fuerza. Unas ganas inmensas de llorar, me inundaron, pero no era el momento. Teníamos que permanecer firmes y fuertes.

Fui hasta el patio y recogí mi ropa. Me vestí y fui a la oficina del señor Donald, acompañado de Gee, que solo tuvo que ponerse una polera. No sentamos frente a su escritorio y los nervios me consumían por completo. Comencé a morder mis uñas, mientras Gee intentaba calmarme.

- Pasará pronto. No dejaré que nos separe, Frank. Tranquilo… - posó su mano en mi pierna y después de un rato apareció el señor Donald, junto a Donna. No pronunció palabra. Solo se sentó frente a nosotros,mientras Donna se acomodaba en un pequeño sillón, algo alejado de nosotros.

La vista fija en mí, de la persona que me dio trabajo y me confió a su hijo para hacer de él una persona más sabia, me tenía los pelos de punta. Mi corazón latía con tanta fuerza, que pensé que se oiría por toda la sala. Respiré profundamente, bajando la vista y oí el carraspear de Gerard.

- Papá, habla luego. – dijo en tono algo molesto. Deseé que eso no hubiera pasado, ya que lo mejor era que habláramos calmados, pero supongo que la desesperación de Gee fue mayor.
- No se cómo empezar, hijo. – algo hubo en esa frase que me hizo aliviar. Subí mi vista y la fijé en Gerard. Se veía confundido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario