sábado, 19 de mayo de 2012

Teenagers thing's; Capítulo: #4

Capítulo: #4

- ¿Cómo se te ocurre que me van a pagar por…?
- Relájate. Frank. – Me interrumpió - A este señor le encanta regalar dinero. Por último que lo gaste en algo productivo.
- ¿A este señor?… - pregunté extrañado.
- Bueno, mi padre – dijo como si le molestara. – Ya, Frank. Ven.

Me llevó al segundo piso, dejándome solo en una acogedora habitación. Era como una sala de estar. Un escritorio, muchos libros. Equipo de música y una gran TV. Fijé mi vista en un sillón y me acomodé de manera tímida.

- Eh… - me volteé al escuchar su voz. – No me respondiste de qué era la prueba.
- ah… No, es que… - se sentó en una mesita quedando frente a mí. No sabía qué decir. ¿Otra mentira? – me olvidé que no era para mañana. Era la próxima semana.
- Ah – rió – entonces, empezamos con las materias que mas me cuestan. – dijo entregándome varios cuadernos y libros.
- ¿Todas estas te cuestan?
- Si – dijo ruborizado. Creo que dejé ver una pequeña sonrisa en mis labios, aunque luego me sentí mal por hacerlo sentir incómodo. – No te burles.
- No es eso. Es que… - lo observé fijamente – Pensé que jamás te hallaría un defecto - ¡Oh por dios! ¿En serio dije eso? Sus malditos ojos me hacen hablar estupideces. Bajé mi vista y escuché una risita de su parte.
- Tengo miles. – me dio una palmada en el hombro, ignorando lo que yo había dicho. – Vamos, enséñame las materias. – Subí mi vista y comencé.

Partimos con matemáticas. Le costó mucho aprender y a mí me costó aun más enseñarle. Cada vez que mis ojos se encontraban con los de él. Sentía mil murciélagos revoloteando mi estómago. Mis mejillas se tornaban color rosa y las manos me sudaban. Quería desaparecer, no podía creer el espectáculo que le estaba brindando a Gerard.

- ¿Te encuentras bien, Frank?... Parece que tienes fiebre. - dijo poniendo su mano en mi frente, después de mirarme un par de minutos con preocupación y su ceño fruncido.
- No Gerard, estoy bien. Solo que... no se. - me puse de pie. - Quizás si me siento mal. - Comencé a fingir malestar y a tocarme la cabeza, mientras caminaba por aquella habitación.
- ¿Llamo a tu mamá? – dijo ya saliendo de la habitación. No pude ni responder. Mi angustia aumentaba, ¿Cómo pude volverme tan mentiroso? Mis dotes de actor afloraban a cada instante, pero quizás mi mamá comprendería y me llevaría a casa. Así no seguiría haciendo aquel show frente a Gerard.
- ¿Qué paso, amor? – dijo mamá tocándome la frente. Ya se me había quitado porque estaba más calmado, pero al notar como Gerard sonreía cuando mamá tomaba mi cara y pronunciaba “amor” me hizo avergonzarme de nuevo. Lo que provocó que mis mejillas nuevamente hirvieran.
- Linda, si aun te falta mucho, puedo llevar a Frank a mi cuarto para que descanse. - lo observé sorprendido, y es que cada vez que me quiero alejar de él, no me resulta por sus ideas.
- ¿A tu cuarto? – se volteó y abrió enormemente sus ojos. - ¿En serio, Gerard? – Él asintió. - Bueno – sonrió y se volteó hacia mí de nuevo. – Ve y descansa, pero no toques nada. Mira que a la única persona que deja entrar ahí, aparte de Nathaly, es a mí para hacerle la cama y nada más… Ni a sus niñas deja entrar ahí, así que pórtate bien – tocó mi cabeza.
- Si, mamá – dije zafándome.

Gerard me indicó donde estaba su cuarto y yo solo lo seguí. Al entrar noté que era, realmente, lindo. Tenía dos murallas rojas, una blanca y una negra. Muy amplia. Con muchos pósters y CDs de bandas que eran de mi gusto. Apreciaba sorprendido cada centímetro, hasta que di con la mirada de Gerard, que me observaba risueño. No se por qué cada vez que lo miraba me ponía rojo.

- Descansa. – dijo de manera suave, apuntándome la cama, mientras él se sentaba en el escritorio. Yo accedí y me recosté sobre esta, dándole la espalda.

Mis ojos no se cerraban. Solo para pestañar. Miraba mis manos que posé justo en frente de mi rostro y jugaba con mis dedos. De pronto mi cuerpo se volteó para quedar frente a Gerard. Él estaba sentado hacia al otro lado, de manera que no me veía. Yo podía percibir levemente como dibujaba muy concentrado. Me dieron unas ganas de ir y besarlo mil veces, pero no podía.
Creo que se sintió observado, ya que de manera muy rápida se giró hasta dar con mi mirada. Yo no alcancé ni a disimular. Lo quedé mirando con grandes ojos y sin saber qué decir. Me observó por un momento y luego levantó una de sus cejas y revoloteó sus ojos por la habitación.
- ¿Mucha luz? – preguntó al ver que yo no hablaría.
- Es que me cu… - justo en el momento en que iba a inventar otra mentira, entró una pequeña niña a la habitación. Con un vestido de mezclilla y unas converse negras. Con dos moños muy chascones, por lo cual se notaba había estado jugando. No se veía de más de 7 años.
- Hola – saludó a Gerard de manera efusiva y con una gran sonrisa, pero su mirada se vio perdida y confusa cuando me vio a mí. Se acercó a Gerard algo asustada, mientras este reía por la actitud de la pequeña. - ¿Quién es él? – susurró con sus ojos pegados a mí. Gerard sonrió.
- Él es Frank – dijo tomándola en sus brazos hasta sentarla a los pies de la cama. Él se agachó al lado de esta (la cama), mientras yo me sentaba para no parecer irrespetuoso. – y… Frank – lo observé. – Ella es mi pequeña hermana Nathaly.
- Hola – sonreí de manera amistosa al notar lo tierno que era su rostro. Ella solo me siguió mirando, intentando descubrir una biografía de mí, a través de mis ojos.
- Saluda, Nathy . –le susurró Gerard.
- Hola – dejo salir con una dulce voz que fue casi inaudible. Lentamente se asomó una sonrisa de manera tímida, dejando ver sus perfectos dientes de leche. – Pero hermano – Tomó su brazo, que permanecía apoyado en la cama. - ¿Por qué esta en tu pieza? – lo observé extrañado. ¿A caso era verdad que nunca nadie entraba aquí?
- Es que… Frank es mi amigo. – le sonrió. Yo también sonreí de felicidad al escuchar esas palabras. – y es de confianza.
- y ¿a caso Bert no? – dijo sorprendida. Yo lo miré intrigado. Gerard tosió, mientras desviaba sus ojos hacia sus manos. – Eh… Es que Frank es diferente, pequeña. – acarició su cabello, dando por finalizada la conversación. ¿Se imaginan lo feliz que estaba yo, ahora?
- ¿Cómo? – insistió.
- Ya te expliqué, Nathaly. – dijo molesto. Al parecer no le agradaba hablar de sus “amigos”
- Pero es que no entiendo. La única que entra aquí es la tía Linda y yo. Ni a las niñas que tu les dices que son bonitas las dejas entrar. Siempre vas a la sala de estar, o la pieza de los papás…
- ¡Nathaly! – exclamó avergonzado Gerard, mientras yo explotaba de la risa, aunque también sentí envidia por esas zorras.
- ¿Qué? – dijo tímida sin entender.
- Esas cosas no se dicen. Son secretos. – Gerard puso su dedo en su boca, demostrando silencio. Nathaly sorprendida tapo su boca con sus manos y dejo salir una risita burlona y luego susurró un leve ”perdón”
- Bueno, pero entonces… ¿Frank es tu mejor amigo, ahora?
- No – rió – lo conozco muy poco para eso, pero es buena persona. - sonreí satisfecho. No podía creer todo lo que escuchaba de parte de Gerard, aunque solo mirara a su hermanita mientras hablaba.
- Que lindo. – Nathaly dirigió su vista hacia mí. - Yo también soy buena persona. Por eso puedo entrar aquí. – me provocó risa lo que dijo. - ¿Por qué siempre se pone rojito? – le susurró a Gerard al oído, pero yo de igual manera escuché. Él comenzó a reír.
- Lo mismo me preguntó yo. – habló de igual manera en el oído de la pequeña y ambos rieron como burlándose de mí.
- Que chistoso – dije irónico.
- No te enojes, Frankie. - ¿Me dijo “Frankie”? – Nathaly es algo burlesca y se me pega.
- Él me enseñó. – susurró disimuladamente ella hacia mí. – Me agradó mucho Frankie. – le dijo a su hermano.
- Es simpático ¿cierto?
- Si – sonrió. – Frankie, Frankie… Frankie – susurraba. Gerard y yo nos miramos sin entender. – Me gusta su nombre, pero es como… de niña. – Gerard no aguantó y estalló en carcajadas. – Me gusta como para mí. ¿Me puedo llamar Frankie? – me preguntó. Yo estaba serio, pero al ver a Gerard tan feliz, no puedo evitar el sonreír también.
- Bueno, pero me cuidas el nombre. – acaricié su cabello. Ella se puso contenta.
- Ya pequeña, ve a jugar. – la bajó de la cama y ella salió de la habitación. Luego se volteó hacia mí.
- Le agradaste mucho, eso es importante para mí. – sonrió. La verdad si me di cuenta que la relación con su hermana era muy cercana. - ¿Te sientes mejor? – dijo al verme la sonrisa de idiota.
- Eh… Sí, creo. – me toqué la cabeza.
- ¿Frank? – me observó fijamente.
- ¿Si?- pregunté nervioso.
- ¿Algún día podré conocer a la misteriosa chica? – Aquí vamos de nuevo… Mentiras y más mentiras.

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