sábado, 19 de mayo de 2012

Teenagers thing's; Capítulo: #6

Capítulo: #6

- ¿Estás bien? - preguntó Gerard con su agitada voz después de andar jugando, al notar mi incomodidad.
- Si - intenté sonreír.
- Hoy vienes a casa ¿cierto? - asentí.
- Recuerda que trabajo ahí.
- Si, lo recuerdo. - dejo ver sus perfectos dientes.

Sonó el timbre para volver a clases. Me senté con Gerard, ya que no quería ser molestia para Edward e Idiel.

- Nos podríamos ir juntos a la salida. – habló Gerard, mientras el profesor también lo hacía.
- ¿Ah? – pregunté sin entender. Estaba concentrado en la clase.
- Que nos podríamos ir juntos… a mi casa.
- Ah… Ok.
- Pero me tienes que acompañar a buscar a Nathaly a su escuela… No está muy lejos.
- Está bien – le sonreí.

Así lo hicimos. A penas terminaron las clases, nos despedimos de todos y nos dirigimos a la escuela de Nathaly. Caminamos solo un par de cuadras, mientras él me hablaba de la planificación del cumpleaños de Bert. Quería que yo lo ayudara.

- Entonces… ¿Será dentro de dos semanas? – pregunté, sentándome en el suelo, frente a la entrada de la escuela de Nathaly.
- Si – respondió, haciendo lo mismo (sentándose a mi lado).
- y ¿tus padres ya te dieron permiso? – Gerard me observó un momento en silencio y luego me sonrió.
- Suelo avisarles un día antes. – Rió – no les pido permiso.
- ¿En serio? – asintió. – Entonces ¿No les importa que le dejen la casa hecha mierda? – ambos reímos.
- Creo que no… Nos dejan hacer lo que queramos, con tal de estar alejados de ellos y que no los molestemos en sus cosas. – bajó la vista.
- ¿De qué hablas? – intenté encontrar sus ojos, pero él me los negaba.
- Da igual, Frankie… Deja – se volteó, mirando hacia otro lugar. No quise seguir tocando el tema. Me di cuenta que esas cosas lo ponían incómodo.
- Cualquier cosa que me quieras contar, siempre me tendrás a tu lado, Gerard… - Me observó fijamente - No necesariamente ahora. Hazlo cuando estés listo.
- Gracias. – Me sonrió – Lo tendré en mente. –respondí su sonrisa.
- ¡Hermano! – se oyó frente a nosotros a la pequeña Nathaly, que se alejaba de sus demás compañeros para venir a saludarnos.
- ¿Cómo te fue hoy, Nathaly? – preguntó Gerard, mientras la abrazaba.
- Bien – sonrió y luego me abrazó a mí.
- Hola, pequeña. – dije enterneciéndome con aquel cálido abrazo.
- Acuérdense que me llamo Frankie. – dijo alejándose de ambos para comenzar a caminar. Gerard y yo reímos.
- Lo siento. Se me olvidó, Frankie. – dijo Gerard, poniéndose de pie, al igual que yo.
- ¿A quién le hablas? – Dije confundido - ¿A ella o a mí?
- A ella, tonto – rió.

Gerard y yo caminábamos lentamente, mientras Nathaly iba más adelante saltando y recogiendo flores. Gerard me hablaba de sus amigos y de los que hacía comúnmente. Que soñaba estudiar arte, pero estaba al tanto que no era una buena manera para sobrevivir, razón por la cual estaba descartando aquella opción. Cada vez que hablaba de su familia y vida personal, se ponía serio y una frialdad sorprendente se apoderaba de él. Siempre me costó imaginar a Gerard Way, serio. Creo que estaba descubriendo otra parte de él.
Llegamos a su casa y cuando entramos se oyeron unos gritos que provenían del segundo piso. Nathaly se volteó hacia Gerard demostrando angustia, mientras este se quedaba estático sin saber qué hacer. De repente nuestras miradas dieron con la de Mikey que bajaba las escaleras rápidamente.

- Iré a casa de Bert – dijo sin hacer gesto alguno. Salió de casa dando un portazo que nos hizo saltar a los tres.
- Creo… que iré a-afuera – me tiritaron los labios del nerviosismo al notar que las cosas en esa casa no estaban funcionando bien.
- Está bien – articuló Gerard. Me volteé y dirigí a la cocina para salir al patio trasero, pero escuché su voz nuevamente.
- Ve con Frank, Nathaly. – escuché los pasitos que daba Nathaly hasta llegar a mi lado. Tomó mi mano fuerte. Me giré hacia Gerard una vez más. Noté la angustia en su mirada. No sabía que sucedía. Solo vi como Gerard desaparecía por la escalera, subiendo desanimado.
Una vez, fuera de casa Nathaly abrazó mis piernas y comenzó a llorar desconsoladamente. Me partió el alma verla así. Despegué sus brazos de mis piernas, para agacharme y quedar a su altura.

- ¿Qué pasa, pequeña? – pregunté sin entender, mientras rodeaba mis brazos en su pequeño cuerpo.
- No… No qui-quiero – pudo pronunciar con dificultad apretándome con fuerza. Sus manos aferradas a mi espalda me provocaban angustia.
- Ya, ya – levanté su rostro de mi pecho. - Todo estará bien.
- No, Frank. No estará bien. – logré entender entre sollozos.
- Pero ¿por qué? ¿Qué pasa?
- Llego mamá a ca-casa. – Nathaly no paraba de llorar lo que hacía que las palabras no le salieran claras.
- ¿Tu mamá?
- Si-si… y va a pelear con papá y… y no podré dormir y-y…
- Ya, ya. – la interrumpí y abracé nuevamente. Realmente no entendía mucho… ¿Su mamá no estaba presente? ¿Por qué Gerard detesta tanto a su padre?

Los gritos se oían cada vez más fuerte y yo no quería presenciar aquella pelea. Quería sacar a Nathaly de ese ambiente, pero no veía a Gerard por ningún lado. Ni a mi madre, ni a ningún trabajador.
Sonó mi celular y contesté rápidamente al notar que era mi madre

- ¿Dónde estás? – pregunté acelerado.
- En casa, cariño.
- ¡¿Qué?!
- No sabía a qué hora salías hoy. Ven a casa… No vayas a casa de los Way’s.
- Gracias por avisar, pero ya estoy aquí.
- Lo siento, ya te dije que no sabía tu horario.
- Está bien, ya voy.- corté.

En ese momento salió Gerard al patio.
Con un pequeño abrigo entre sus manos y una mochila.

- Ten Nathaly – le entregó el abrigo.
- No tengo frío. – levantó su mirada hacia Gerard. Él al notar los ojos rojos de la pequeña se arrodilló frente a ella.
- Es para después. – secó las lágrimas de Nathaly con la manga de su polera. – Nos iremos por un rato ¿si? – Nathaly lo miró desconcertada. Yo no sabía dónde meterme. Me sentí tan raro presenciando ese momento.
- ¿A dónde? – preguntó esta vez más calmada.
- No lo sé… esperaremos a que se vaya Donna – besó la frente de la pequeña y se puso de pie. Solo me dirigió una mirada que me hizo notar su tristeza. Lo seguí.

Salimos de ese lugar y ninguno hablaba. Solo caminábamos sin rumbo. Yo sabía que tenía que ir a mi casa, pero no dejaría a Gerard y a Nathaly solos en un momento como este. Tenía mil dudas, que temía, fueran respondidas, ya que sabía que no serían agradables de oír.

- ¿Gerard?... – susurré tímido. Gerard me miró y no respondió.
- Ve a comprar galletas Nathaly. – dijo, mientras le entregaba unas monedas. Supongo que para quedar solos. Una vez que la pequeña se encontraba lejos, me habló. - ¿Si? – No sabía por dónde empezar. ¿Preguntarle quién era Donna? ¿Qué por qué su mamá había llegado hoy? ¿Qué sucedía en su casa? Quise partir con la más fácil.
- ¿A dónde vamos?
- No lo sé – se encogió de hombros y bajó su vista. - Lejos… Supongo.
- Mamá me llamó.
- ¿Qué te dijo? – su mirada se encontró con la mía nuevamente
- Que fuera a casa.
- Oh… Está bien. – dijo desanimado.
- Vamos.
- ¿ah? – preguntó sin entender.
- No sabes dónde ir… Puedes ir a mi casa un rato, si quieres. – En ese momento llegó Nathaly.
- Solo será hasta que se vaya Donna… Supongo que será a la noche.
- ¿Quién es Donna? – pregunté. Nathaly solo nos observaba.
- Eh… Mi… madre. – una gran confusión se apoderó de mi mente. No entendía absolutamente nada, pero lo único que sabía, es que no lo dejaría solo jamás.

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