sábado, 19 de mayo de 2012

Teenagers thing's; Capítulo: #7

Capítulo: #7

- ¿Tu madre?
- Eh… si. Ven te explico. – me susurró, mientras nos sentábamos en una de las bancas de aquella plaza. Nathaly se quedó jugando.
- Verás… En mi casa las cosas no andan muy bien. Mi papá… - guardó silencio un momento - el maldito de mi papá engaña a mi madre. – bajo su vista hacia sus manos. Su voz salía con dificultad. – Cuando supimos, mi mamá le dio una segunda oportunidad, pero luego… lo hizo de nuevo y ella se fue de la casa. Nos dejo. – aunque no lo veía, pude notar que estaba llorando. No soy muy bueno en este tipo de cosas, ¿qué podía hacer? ¿Abrazarlo? ¿Decirle que todo pasará? No podría. Ambos sabemos que esas cosas no dejan de suceder nunca. – Luego ella volvió, e hicieron como si nada hubiese pasado. Siguieron juntos, pero después se repitió y mamá siempre hacía lo mismo. Nos dejaba un tiempo y luego volvía. Se armaba una guerra en casa y nosotros éramos los perjudicados. Siempre escuchábamos todo y en ocasiones… oímos como papá golpeaba a mamá. Todo el tiempo me preocupé por Nathaly, ya que Mikey se volvió irreconocible. Era muy frío y se alejó de nosotros. Se convirtió en una persona agria y desagradable. Nada le importaba. Ni si quiera nosotros, sus hermanos. Fue tanto el rencor que guardó, que no nos hablaba. Me sentí culpable y no sé por qué. Supuse que era, porque no logré que esto no le afectara. Quería que no les afectara. Que fueran fuertes y que soportaran todo esto. Es por eso que Nathaly se apegó tanto a mí, mientras Mikey siempre peleaba conmigo o con Nathy. Se desquitaba con ambos. Nathaly es más pequeña no se puede defender. Le tiene miedo a Mikey. Pero cuando se desquitaba conmigo, terminábamos golpeándonos. No era algo que yo quisiera, pero no me lo podía quitar de encima sino le devolvía los golpes… Se apegó a los chicos malos de la escuela y las peleas se volvieron su adicción. Así se descargaba. Es por eso que ya no hablamos. Bueno… de vez en cuando, pero lo desconozco. - Quedé impactado con todo lo que me dijo. Era difícil creer todo lo que le sucedía, sabiendo que era el chico más popular y divertido de la escuela. Era una solo una máscara para esconder sus verdaderos sentimientos. - En este momento siento que Nathaly es mi familia. Siento que no tengo a nadie más.
- Ahora me tienes a mí. – dije bajo. Gerard levantó su rostro y recién en ese momento pude ver su cara. Sus ojos estaban rojos e hinchados. Tenía la nariz y la frente coloradas. Como cuando uno tiene rabia. – Siempre estaré cuando me necesites, somos amigos. - Vi como, nuevamente, sus ojos se volvían cristalinos y las lágrimas caían incesantes. Me acerqué a él, aun estando sentados ambos, y lo abracé con fuerza. Sus manos se aferraron a mi espalda y simplemente explotó. Sentí como la humedad de sus ojos chocaba con mi cuello. Podía oler su cabello una y mil veces.

- ¡Hermano! – oí la voz de Nathaly y de reojo pude ver que venía corriendo hacia nosotros. Gerard se escondió en mi pecho y secó sus lágrimas con las mangas de su polerón. – No llores, Gerard. – La pequeña se abalanzó sobre sus piernas, mientras le repetía ”no llores, no llores”. Aquella imagen se quedó grabada en mi mente. Tanto desee descubrir al verdadero Gerard Way, pero nunca me imaginé, que esta era su realidad.
- Estoy bien, pequeña – dijo Gerard, tomándola en brazo y poniéndose de pie. Yo lo seguí y nos dirigimos a mi casa.
Intentaba aclarar mi mente. Ahora entendía la actitud de Gerard para con su padre. Siempre tan distante y cerrado. Pero tan amable y apegado con Nathaly. Siempre escondido tras esa máscara para demostrar su fortaleza e intentar traspasársela a la pequeña. Por eso jamás había visto a la mamá de Gerard. No estaba presente y volvió justo en este momento. Supuse que por eso era la pelea en el hogar de los Way’s. Esa fue la razón de que Mikey, simplemente se fuera de casa. Para liberar tensiones, yendo en busca de Bert. Yo sabía, de antes, que Mikey era amigo de él, y de los otros amigos de Gerard, porque también era uno de los chicos populares… Entonces ¿los amigos de Gerard eran los “chicos malos” de los cuales hablaba? Pero si es así, ¿por qué se junta con ellos? Aun había preguntas por responder, pero no estaba dispuesto a preguntárselas a Gerard, después de todo lo que me contó. Ahora solo quería que se sintiera acogido en mi hogar por esta noche. Sabía que mamá lo recibiría bien, ya que le tiene mucho cariño.

Me fui todo el camino en silencio. Pensando. Intentando entender como pude llegar a enterarme de lo que debilitaba a Gerard, día a día. Me volví su cajita de secretos. Lo admiraba, por todo lo que hace. Es muy fuerte y con todo lo que le sucede, cualquiera estaría hecho mierda. Pero él conserva su alegría y amor a la vida, intacto. Preocupándose de que su “familia” (Nathaly) este siempre bien y no le falte cariño y amor.
Ambos hermanos iban más adelante.
Nathaly aun permanecía en los brazos de Gerard, jugando con las ramas de los árboles y riendo de las cosas que veían. Mi vista estaba fija en Gerard. El verlo más seguido y el poder conocer su interior, me estaba haciendo enamorar cada vez más. Su ternura y humildad me llenaban de suspiros.

- Aquí es – dije parándome frente a la puerta de mi casa. – Pasen.
- Permiso – dijeron ambos, entrando.
- ¡Hola! – apareció mi madre, tras la puerta de la cocina. Se sorprendió al vernos a los tres. - ¡vaya! Tenemos visitas.
- Hola tía. – Nathaly la abrazó con una sonrisa gigante.
- Hola pequeña – besó su mejilla. – Hola Gerard. ¿Quieren comer algo?
- Si – dije entrando a la cocina. – tengo hambre.
- Esta bien, pónganse cómodos. – Les dijo a los hermanos en el living y luego entro a la cocina.
- ¿Qué paso, Frank?
- ¿Pueden quedarse aquí? – abrió sus ojos ampliamente.
- ¿Qué?
- Por favor, mamá. Llegó Donna a su casa.
- Lo sé, por eso salimos antes del trabajo.
- ¿Cada vez que hay problemas salen temprano? – dije confundido.
- Si. Prefieren mantener los problemas familiares en secreto, pero no les funciona mucho. – se encogió de hombros.
- Bueno, pero deja que se queden hoy aquí.
- Está bien, pero llamaré a su casa. Para avisar que están bien.
- ¿Crees que será buena idea?
- Da igual. Solo lo hago por cortesía. No creo que a los padres les importe mucho. – dijo apenada.
- Que mal todo esto.
- ¿Gerard te contó?
- Si.
- Que raro – dijo sorprendida – Nunca habla de esas cosas.

- Lo sé. Nos estamos haciendo bien amigos. – dije sonriente.

Salimos de la cocina con galletas y bebidas para que pudiéramos comer. Conversamos un rato y luego mamá con Nathaly comenzaron a jugar con maquillaje, ropa y esas cosas. Gerard y yo no teníamos nada que hacer ahí, así que lo invité a mi cuarto.

- Es lindo. – dijo sonriente, sentándose sobre mi cama. – Acogedor. – rió.
- Mi mamá me obliga a ordenar. – dije acostándome a su lado. Rió aun más.
- Frank… - me miró fijamente. Me puso algo nervioso.
- ¿Si? – dije tímido.
- Todo esto es… raro.
- ¿A qué te refieres?
- Te conté toda mi vida personal y no se nada de ti.
- No te preocupes. No le diré a nadie.
- Gracias. – sonrió. – Pero no me refiero a eso. No me arrepiento de haberte contado mis cosas, - se recostó a mi lado, quedando frente a frente – pero quiero saber cosas de ti.
- ¡Oh!... Pues mi vida es algo aburrida. Antes de conocerte a ti, lo único que hacía era estudiar. – reí algo nervioso.
- ¿No te estresas? Digo… supongo que tienes mucha presión.
- Siempre habrá presión. Pero no me estreso. De hecho, en el colegio me aburro.
- Yo también. – rió. Yo hice lo mismo.
- Pero es diferente. Tú te aburres porque no te importan los estudios. Yo me aburro, porque se todo lo que enseñan los profesores en clases. – reía con todo lo que yo decía. ¿Acaso tengo cara de chiste?
- No es que no me importen. Me cuesta.
- Pero si es fácil.
- Lo dices porque eres superdotado. Para ti todo es fácil. – No respondí nada.
Me quedé pegado. Era difícil hablar con Gerard cuando se encontraba solo a centímetros de mi rostro y sus ojos estaban clavados en los míos. Simplemente… me iba en ellos. Su aliento fresco chocaba en mi cara y me hacía dirigir mi mirada hacia sus labios. No me podía controlar. Aquellos perfectos labios, curvados de manera sensual y llamativa. Rojos intensos y con aquel brillo que dejaba su saliva cuando los remojaba con su lengua. Volví mi cabeza hacia el techo. Si seguía mirándolo se me haría imposible no besarlo. Pero me parecía raro que Gerard no se sintiera incómodo. O al menos eso suponía yo. – Estoy cansado, Frank. – Puso su brazo sobre mi pecho con su mano en mi hombro, acurrucándose a mi lado. – Quiero dormir. – pude sentir su tibio aliento rozar mi oreja, lo que me hizo temblar. Cerré mis ojos con fuerza. – Gracias por escucharme hoy. – Esto era un martirio. Cada vez que hablaba se me erizaba la piel, ¿qué pretendía? ¿Acaso era tan ciego que no lo notaba? – Te quiero. – Abrí mis ojos de nuevo, sorprendido. ¿Me dijo “te quiero”? ¡Me dijo “te quiero”! con esa hermosa y cálida voz que me hace agonizar. Bajo su rostro escondiéndose en mi cuello para lograr dormir. ¿Esto podía ser más perfecto?

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