sábado, 23 de junio de 2012

Revenge seekers; Capítulo: #36

Capítulo: #36

Un gélido adiós.

Las blancas colinas de Quebec servían de marco ideal para que los ya insanos, y descarriados amantes se entregaran una y otra vez en faenas eternas que eran solo interrumpidas por la razón principal de su estadía en ese lugar, su venganza. 


Que infames son los hilos del destino que manejan la vida de los mortales a su antojo, con qué excusa la vida te cambia a raíz de una sola palabra, dicha en el contexto equivocado, en el lugar equivocado y por un amante traicionado.

Si bien las cosas marchaban como el arrogante Gerard quería, muy en contra de los deseos de su amado Frank, el final de ese plan sería la destrucción de ese amor maldito, de ese amor de piel, sangre y alma.

Laura resultó ser una copia al carbón de su padre, una criatura desalmada, llena de artimañas, puesta en la tierra con el único fin de desquiciar a los hombres, Frank en medio de su nuevo coraje y valentía, ya pesar del profundo amor por Gerard, se dejó enredar en esos imperceptibles hilos que ella enmarañó sobre él, sobre su alma, pero sobre todo, sobre ese cuerpo lujurioso, hedonista que el infierno, más que el cielo le habían otorgado a Frank para habitar.

Las colinas fueron testigos silenciosos de los jadeos y gemidos placenteros que ambas bocas exhalaban, tan excitados, tan húmedos, en esos frenéticos movimientos de cadera, abdomen y piernas que la perdición con rostro de mujer ejecutaba sobre el hipnotizado Frank.

Mientras Marion luchaba con todas su fuerzas, con su fe para liberarse de su agresor, para conservar su vida, Gerard deseaba dejarla respirando, y enviarla a su padre en una caja de madera, con la sangre seca en su cuerpo, apenas con el último destello de vida, para matar su corazón antes de quitarle la vida, Marion era frágil, un ángel inocente, cayendo de su gracia bajo el violento cuerpo de Gerard quien sin piedad invadía su intimidad con rabia, con dolor, sin dejar escapar de su mente la imagen de sus padres, cubiertos en terror y sangre, cegadas sus vidas por las manos del procreador de esa criatura dulce que lloraba a mares mientras el desmembraba su cuerpecito con sus manos.

No lo pudo soportar más, el recuerdo de Mikey llorando por última vez en su vida, de pie sobre la reciente tumba de sus padres lo agobió, sin mirarla a los ojos, como acostumbraba con sus víctimas, presionó el cuello de la chica, hasta que dejó de oír su respiración, la dejó allí, abandonada en medio de la nieve, desnuda, miserable, lista para ser devorada por los lobos de la montaña.

El recuento diario, el careo entre los amantes se dio como de costumbre.

- La maté -
- ¿por qué?-
- no lo sé -
- ese no era el plan, ¡lo arruinaste todo cabrón!-
- ¿Laura donde está?-
- no lo sé -
- ¿te acostaste de nuevo con esa perra?-
- es parte del plan -
- ¡Mentira... te gusta esa malnacida! -
- y si es así ¿qué? -

El silencio sepulcral, el sellamiento acusador de los labios de Gerard, causó un arrepentimiento profundo en Frank, quien infructuosamente rodeó los hombros de Gerard con sus brazos

- déjame disfrutarla un poco más -
- ¿para que después no puedas matarla?-
- ella no me importa Gee -
- ok, ven conmigo, busquémosla y mátala frente a mí -
- el plan es dejarla viva... para que su padre sufra -
- el plan ya cambió -
- ¡yo no quiero matarla!-
- porque la amas -
- ¿Sí... y qué?-

Dos amantes llegaron a las colinas de Quebec, pero solo uno se marchó de allí, con su alma herida por la doble traición del único ser que amaba en la tierra.

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