sábado, 23 de junio de 2012

Revenge seekers II; Capítulo: #15

Capítulo: #15

Reflexiones.

Los ojos de Gerard se cruzaron apenas una milésima de segundo con los del guardia del otro lado de la reja, fingió limpiar las enormes ollas acomodadas allí, distrayendo por completo a los guardias que cocinaban frente a él.

Un cuchillo entraba por la ranura oxidada de las bisagras, solo empujar un poco cada vez, hacerlo progresivamente, tener paciencia que los días pasaran, pero su mente estaba en constante guerra.

Los primeros días que pasó en ese lugar los ocupaba en tratar de entender el motivo de ese encierro, su último recuerdo era estar haciendo el amor con Frank, y el primer recuerdo de esa vida de encierro fue estar en un constante estado de sueño liviano, completamente drogado, esperando que quién lo envió allí fuera por él, para matarlo, para lo que fuera.

Los meses pasaron y la droga paró de ser inyectada en su cuerpo, sus cuentas no eran exactas, pero en ese estado de impotencia pasó unos cinco o seis meses.

Los primeros años, buscó la forma de escapar, convenciéndose a si mismo que era imposible, llenándose de terror cada segundo al pensar que Frank estaría muerto, esa era la única explicación que le daba al hecho que su amante no hubiese ido por él.

Los hombres que siempre llegaban al lugar empezaron a hablar sobre Frank Iero y Mikey Way, los gánsteres que tenían controlado todo el estado de New Jersey, y su preocupación cambió, ahora sus pesadillas se centraban en que simplemente a Frank no le importaba encontrarlo.

El día que marcó en su calendario personal el tercer año de encierro, se enteró sin querer que en New Jersey todos aseguraban que Gerard Way estaba muerto, esa era una explicación más razonable y menos dolorosa del “por qué” Frank no había levantado piedra por piedra en el planeta para buscarlo.

Del el tercer al cuarto año, fue el tiempo de ensayo y error, todos los hombres que llegaban a ese lugar no pasaban más de 6 meses, y el llevaba 8 veces más tiempo que eso, estableció un bizarro canal de charla con Ted, el director de la prisión, quién le contó someramente como era el negocio, los bandidos que enviaban a sus enemigos debían pagar una cuota para tenerlos encerrados, quien lo envió a él, pagó suficiente dinero para “costear su estadía” por unos 20 años, esa era la razón por la cual aun no lo habían matado, como hacían con otros a quienes olvidaban. Intentó sobornar a los guardias, “Mi familia tiene suficiente dinero, si me sacas de aquí te daré lo que pidas”, la respuesta a eso, siempre fue una burla y una ulterior negativa. Intentó también ofrecer su propio cuerpo a esos guardias que parecían tener ciertas tendencias, pero lo único que consiguió fue una golpiza de parte de ellos. Comprendió al fin, que no había poder humano que lo liberara de ese lugar.

De hecho, ya había perdido toda esperanza, es más, se encontraba cómodo en ese lugar, los internos que llegaban en busca de problemas con él, eran eliminados por sus propias manos, Ted “confiaba” hasta cierto punto en “Anthony”, al fin que era el recluso que menos problemas daba, y el que llevaba más tiempo en ese lugar.

Pero la llegada de Brian, y sus noticias sobre la vida de Frank, le removieron esa urgencia de verlo de nuevo, de asegurarse que era feliz, pero sobre todo, sentía la necesidad de calmarse ese ardor en su pecho, la rabia de los celos.

No es que Gerard esperara que Frank pasara toda la vida muriéndose solo sin buscar de nuevo el amor, era un simple y básico deseo de conocer a la persona que le hacía el amor al hombre que él aun consideraba como “suyo” y por sobre todas las cosas, saber si Frank aun lo amaba como antes, sí aun lo amaba tanto, como para dejar a “ese alguien” tan pronto se enterara que él aun vivía.

Esta vez, Gerard Way estaba completamente decidido, sería libertad o muerte, ya no tenía alma para aceptar un punto intermedio.



*


Los días pasaban lentos, Frank se tomó un par de semanas para recuperarse del balazo, apenas necesitaba unos cuantos días, pero aprovechó para buscar una niñera de confianza en quien dejar el cuidado de Junior, día a día mujeres altamente capacitadas desfilaban por las puertas de esa casa, ninguna servía, ninguna era lo suficiente buena, tierna, o fuerte, ninguna… era Silvia.

Durante ese par de semanas Frank se negó rotundamente a ver a Jordan, se odiaba por lo ocurrido, haber caído tan fácil en un simple parecido, no, no simple, una casi absoluta similitud, entre ese hombre y Gerard, ya no era solo el aspecto físico lo que lo acercaba al sagrado recuerdo de su gran amor, ahora era la temeridad de Jordan, su extrema puntería, su frialdad para matar, hasta la sencilla preferencia de una Colt 44 sobre una Smith Wenson calibre 38, y no solo eso… la forma de besar, una timidez mezclada con brutalidad pasional, el “no quiero, pero aun así te como la boca”, era igual a la contradicción de “querer” y “deber” percibida en los besos de Gerard.

Ese día, Cortez le anunció a Frank que el “tipito” como le llamaba él, tenía la urgencia de hablar con su patrón, quiso negarse, pero era mejor matar todo sentimiento de una buena vez y aclarar con Jordan lo ocurrido el día del tiroteo.

Frank lo esperó en el despacho, sentado en la misma silla de siempre, junto a la lámpara encendida, Jordan ingresó como si nada hubiese ocurrido, sentándose frente a Frank, comenzó a hablar

- Señor Iero, me enteré que le es muy difícil encontrar una niñera para Junior –

Lo escuchaba, pero se negaba hacer contacto visual con él

- Los asuntos de mi familia, no son asuntos tuyos –

- Lo sé, es solo que creo tener a la persona perfecta para ese trabajo, mi novia, ella es una mujer muy capacitada, y además… - Buscó infructuosamente el contacto con los ojos de Frank – Tiene entrenamiento en armas, es como se diría, dos en una, niñera y guardaespaldas –


Sin levantar la mirada, sin mover su cabeza, Frank le respondió parcamente

- Que venga a las cuatro –

Jordan se quedó en su sitio un par de segundos más, esperando otra palabra de Frank, pero no agregó nada más, avanzó hasta sentarse junto a Frank, que sintió todo su cuerpo congelarse con la proximidad de Jordan

- Señor Iero, sobre lo que pasó el día del tiroteo… -

- Nada pasó, perdía sangre y no estaba en mis cabales, no te preocupes, no pasará otra vez –

No se movió, no quería mirarlo, estaba demasiado cerca, peligrosamente cerca

- Frank… - Pronunció en tono bajo, girando su rostro, buscando el contacto con los ojos de él – Es que… no me molestó –

Los dos guardaron un largo silencio, interrumpido a momentos por la fuerte respiración de Frank, las manos de Jordan temblaban, y aun así, decidió posar una de ellas en la barbilla de su patrón, para obligarlo a darle la cara

- Frank, escúcheme – Las emociones de Jordan distaban mucho de lo que su mirada expresaba, tener a Frank tan cerca de él, viéndolo directamente a los ojos, solo le producía dolor, miedo, odio y un profundo asco, pero sus ojos olivos tenían un sutil brillo de ilusión, que confundiría al más experto en conducta humana, de hecho, era tan dulce esa mirada enmarcada en las negras y curvas pestañas, que Frank sintió una punzada en su corazón – No quiero molestarlo, y sé que ese beso fue producto de lo que pasó, sé bien que no me besó a mí, solo besó el recuerdo de Gerard… pero yo sí lo besé a usted… yo… - Apretó los labios, fingiendo a la perfección estar embargado por un profundo sentimiento – Yo sentí que mi universo entero cambió a raíz de ese beso –


Después de un profundo suspiro, Frank se levantó a prisa de su silla, atravesando la habitación hasta la puerta de salida, observó detenidamente a Jordan que aun estaba sentado, lo observo por unos cuantos segundos, y sonrió

- Lamento haber “cambiado tu universo” Pero para mí, tú no eres más que una mala copia al carbón del ser más perfecto que alguna vez vivió, no te ilusiones conmigo Jordan, yo no puedo corresponder a lo que sea que sientes, todo mi amor y mis afectos tienen dueño, muerto, pero lo tienen -

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