sábado, 23 de junio de 2012

Revenge seekers II; Capítulo: #3

Capítulo: #3

Luchando con el pasado.

El amarillo dorado de los rayos del sol tan solo daba una pequeña muestra del inmenso calor que abrigaba al desierto, Kolgú, un tipo de casi 2.10 de altura, de contextura gruesa y maneras agresivas, atravesaba imponente el patio de la prisión, perdida entre la inclemencia árida de Nuevo México, en su mano derecha escondía un cepillo de dientes al que le había sacado filo, limándolo contra el suelo de su celda, midió los pasos que lo separaban de su víctima, 5 pasos más y estaría cerca de él, cuatro pasos, empuñar el arma improvisada, tres pasos, ver directo a los olivos ojos del prisionero, dos pasos más lanzarse con todo el peso de su cuerpo sobre el delgado hombre.

Los guardianes de la prisión observaban el alboroto desde lejos, no les importaba lo que pudiese pasar, ese lugar no era una prisión del gobierno, ese era un lugar maldito, financiado por los criminales más poderosos del país, un lugar al cual enviar a los enemigos que aun no decidían matar.

Los hombres que se amontonaron sobre la pelea, se alejaron lentamente huyendo del charco de sangre que empapaba la arena del patio, Kolgú yacía con sus ojos fijos en la nada, sus 198 kilos de peso levantaron una considerable polvareda al caer, justo en el momento que su garganta era cercenada con el propio filo del cepillo de dientes que el afiló

- Anto, te acabas de meter en un enorme problema –

Advirtió uno de los otros prisioneros, pero el hombre de los ojos olivos, tan solo se sentó en la arena junto al cuerpo que terminaba por desangrarse, sin mirar nada más que al vacio respondió sin sentimiento alguno

- ¿Problema? No, Nacho, al contrario me he sacado un enorme problema de encima –

Nacho optó por permanecer de pie, lo más lejos posible de la sangre, sin dejar de ver el rostro del prisionero a quien él llamaba “Anto”

- Sabes algo gringo, si alguien viniera a matarme, lo dejaría, creo que la muerte es la única forma de salir de aquí –

- No, al menos no para mí… yo no puedo morir, no voy a morir. No sin antes ver de nuevo el rostro de… - Bajo la mirada, suspirando levemente, guardándose para sí el nombre que tanto le dolía pronunciar – El rostro de quien amo –

- Ay Anto, llevas diez años en este moridero, ¿Crees que la señorita te va a esperar tanto? –

Una simple sonrisa, una de las pocas que ese lugar le permitía demostrar, se dibujo fresca en su rostro, elevando los ojos para ver a Nacho

- Ahh, Mexicano, es que tú no sabes lo persistente que es “esa señorita” y puedo jurar por tu virgen de Guadalupe, y mi virgen de Nuestra Señora de los lamentos, que “esa señorita” no ha dejado de pensar en mí ni un solo día de su vida… eso contando querido Nacho… - Se levantó del suelo, pasando una mano sobre el hombro de su interlocutor – Contando con que todo el mundo cree que estoy muerto –

Ambos caminaron hacía el único lugar donde caía una ligera sombra, los hombres recostados en la pared se quitaron al verlos acercarse, si “Anto” que pesaba tres veces menos y era más bajo que Kolgú lo había acabado en un abrir y cerrar de ojos, ¿Qué podría hacerles a ellos que tenían su misma contextura?



*


- Voy a morir Silvia… ¿Viste su rostro? ¡Quién demonios es ese tipo! –

Frank golpeó violentamente la pared de la cocina, sin dejar de buscar en el rostro de Silvia una respuesta, una palabra que le calmara el dolor acrecentado por la sorpresa

- Jordan… ¿Jordan es su apellido? –

- No, Frank, es su nombre, su apellido es Miller –

Negaba con su cabeza, al parecer era lo único que Frank lograba hacer, negar una y otra vez, balbuceando incoherencias de vez en cuando

- Jordan… ese apellido es… uno de los Bloody Hunters tenía ese apellido –

- ¡Basta Frank! Te digo que es su nombre, que su apellido es Miller… trata de calmarte, por favor –

- ¿Por qué se parece a él? ¡Cómo puede alguien en la tierra parecerse a él! –

- No lo sé, pero si te calmas lo podrás interrogar… -

- ¡Claro, interrogar! Ve Silvia, ve tú y sácale la vida… yo no puedo verlo otra vez… es demasiado para mí –

Jordan no se movió de la estancia, no entendía qué pasaba, no comprendía el por qué de la reacción de Frank, ¿Sería posible que lo reconociera? No. Para Jordan esa no era una respuesta, él y Frank se vieron hace diez años, cuando él solo tenía siete, es imposible que la extraña reacción de Frank a su presencia fuera por eso.

Decidió esperar, parándose erguido al ver a la tuerta entrar nuevamente en la estancia, observándole el único ojo que no dejaba de escrutarlo de por completo

- Venga conmigo a la sala, sentémonos… -

Silvia caminaba despacio a su lado, observándolo sintiendo que su propio corazón se engañaba a sí mismo, saltando de alegría como lo hacía cuando Gerard estaba cerca de ella

- ¿Tienes algún parentesco con la familia Way? –

Su pregunta fue directa, de todas maneras, esa era la única explicación que la mujer le daba a la apariencia de Jordan, no podía haber otra más

- ¿Way?, no señora en mi familia no hay nadie con ese apellido –

Los pasos de Frank se sintieron lentos, se acercó apenas a la sala, parándose bajo el marco de la entrada, cruzándose de brazos, mirando fijamente a Jordan, al tiempo que luchaba contra sus deseos de llorar

- Te pareces a alguien de la familia Way, alguien que murió hace tiempo –

- Oh, ahora entiendo su reacción, perdone Señor Iero, por traerle malos recuerdos, no es mi intención como podrá ver yo… -

- ¡Cállese! No soporto la gente que habla de más –

Jordan guardó silencio, observando con detenimiento el rostro de Frank Iero, el hombre lucía tal cual lo recordaba, las nauseas llegaron nuevamente, esos ojos verde avellana, grandes, redondos, brillantes, aquellos ojos que siempre veía en sus pesadillas, los que sin piedad se iluminaron aun más al cerciorarse que su padre estaba muerto.

Frank no parpadeaba, se limitaba a apretar sus labios, sin saber a qué impulso responder primero, ir y golpear a Jordan hasta la muerte por atreverse aparecerse a Gerard… dejarse caer desplomado en el suelo y llorarse la vida entera, otra vez, como siempre que el recuerdo de su amor se intensificaba, o simplemente gritar lleno de desesperación e incertidumbre

- ¿Miller dices que es tu apellido? –

- Si señor –

- Habla, a qué vienes… -


*


- Hoy habrá avena podrida para cenar, de nuevo… - Nacho se deslizó por la pared, sentándose con la espalda pegada al caliente ladrillo

- Entonces no cenes –

- Sí, claro y ¿morirme de hambre? –

- Hace un rato me dijiste que la muerte te liberaría… no te quejes tanto Nacho, es más – Se dejó caer hasta sentarse él también – Si quieres te mato y así te liberas, no tienes que darme nada a cambio -

- No gracias, paso – Sonrió nerviosamente, meneando su cabeza con rapidez

- ¿Me temes? Yo te juré hace dos meses cuando llegaste que te iba a proteger, no dudes de mí… yo solo mato lo que me estorba –

Nacho suspiró profundamente, sintiéndose aliviado, tratando de cambiar el tema

- ¿Cómo se llama la señorita por la que tanto suspira? –

- “La señorita”… - Sonrió nuevamente, mirando a Nacho de reojo – No hay señorita… y no te apures, ni te vayas a molestar, y tampoco me vayas a salir con esa mierda homofóbica porque te dejo peor que a Kolgú… además no hay nadie más en el universo que me interese… yo solo tengo amor y deseo por él… -

La risa nerviosa volvió a apoderarse de Nacho, que de forma inconsciente se levantó del suelo, alejándose un par de pasos

- No, tranquilo, yo no voy a pensar mal… cada quien es lo que quiere ser, y no se preocupe, no le voy a decir a nadie, porque acá esta gente bruta le tiene miedo a los maricas, pero su secreto estará a salvo conmigo Anthony -

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