sábado, 23 de junio de 2012

Revenge seekers III; Capítulo: #5

Capítulo: #5

Entre más lo pensaba, más intentaba asegurarse a sí mismo que estaba bien, había actuado bien… tal como fue un teléfono celular pudo ser un arma calibre 9mm, tal como estar marcando el número de su hijo, bien podría estar apuntándole a Junior, no, ese era un riesgo que Frank no se daría el lujo de correr.

Ahora bien, el tema de Nicholas… el hombre que cada día parecía robarle más el amor de los únicos seres a quien amaba, Nicholas el hijo, Nicholas el novio… Nicholas el que jamás debió existir.

Dejó que sus ojos se encandelillaran con el sol poniéndose en el occidente, lo observó por la ventana de la sala hasta que ya no hubo luz. Las expresión de decepción en la mirada de Gerard, el doloroso reclamo de Junior, sí, ¡Sí! Tienen razón, ambos la tienen, sus acciones arriesgaron la libertad de quien ellos aman… al parecer de único al que aman.

- Eso no es verdad… sé que no es verdad

Ni siquiera notó que le hablaba a la noche, hasta pasó desapercibido el que discutiera consigo en voz alta

- El amor a un padre no se puede igualar… el amor que Gerard me tiene desde hace tanto tiempo, desde hace tantas lágrimas y sangre no se puede reemplazar

Un trago de ginebra, dos analgésicos para calmar el dolor en su espalda, una lágrima llena de rabia deslizándose por su mejilla

- ¡Claro que se puede! Yo deje de amar todo cuando conocí a Gerard, no tiene nada de raro que mi hijo deje de amarme para amarlo a él…

Es inútil, un par de analgésicos más, un par de tragos más, Frank sabe que el dolor del alma no se va con un par de pastillas, lo sabe bien, como también sabe que traer él mismo a Nicholas es la única forma de indultar sus acciones.



Había silencio en la habitación de arriba, lo había hasta que el sonido del auto arrancando obligó a Gerard a ver por la ventana, Junior lo acompañó, ambos, con la nariz aún pegada del vidrio exclamaron al unísono

- ¡Por Dios, qué vas a hacer!

La colt no duró mucho tiempo sobre la mesa de noche al lado de la cama, Gerard revisó el cargador, lleno. La metió entre la pretina en la parte trasera de su pantalón, miró fijamente a Junior sin saber que decir, tan solo asintió con la cabeza un “Yo cuidaré de él” y dejó de inmediato la habitación.




Era de noche, pero aun era temprano, tanto como para que la hora de la cena aun no estuviese cerca, Silvia le gritó por última vez a los empleados del comedor del centro de rehabilitación, demasiada leche en el jugo, muy poca lechuga en la ensalada.

Alegna dejó de lado los documentos de los solicitantes, ella no quería aceptar a quienes tuvieran con qué pagar, Ray no lo habría permitido, sonrió, un fugaz recuerdo se pasó por su mente, vio a su amante, el siervo del señor sentado en el jardín tocando canciones en su guitarra, esperando que los adictos que habitaban en la misión se supieran la letra… nunca la sabían.

Era difícil sospechar, era solo un camión de helados aparcado frente a la misión, Lorena no le dio importancia y tan solo cerró la reja exterior, después de las 7:00 pm no se permitían las visitas, y nadie tampoco salía de allí a esa hora. Se metió a su habitación a estudiar para el examen del día siguiente, al fin que psicología no era tan difícil, pero ella tenía el compromiso de hacerlo bien, de ser la mejor.

- Amargada

Alegna le sonrió a Silvia después de criticarla, revisó que los platos de comida fueran suficientes para los empleados y los pacientes, y sonrió de nuevo al ver que su amiga estaba a punto de botar el puré de patatas dulces por la ventana

- ¡Está bien Sil! Deja de ser tan exigente, esto no es un restaurante

- Y por eso debemos servirle mal a los pobres adictos, están en recuperación, no en castigo

Dejó en paz la fuente con el puré, mejor sería revisar que el salón comedor estuviese limpio y listo, lo estaba, impecable como siempre, el piso de baldosa blanca reflejaba la luz de las lámparas halógenas, estaba tan brillante y pulido que el color rojo encendido de la sangre que brotó de su cabeza después de recibir el balazo, se resaltó como si fuera un río de rubíes.

25 Hombres armados caben perfectamente en un camión de helados, 25 hombres sin placas, sin moral, llenos de deseo de complacer a un superior, el trabajo fue fácil, nadie se imaginó que un grupo de malnacidos armados entraría nuevamente a ese lugar, disparando y asesinando todo ser que se cruzara frente a ellos, Alegna escuchó cada disparo, reviviendo cada segundo del maldito día en que la misión de nuestra señora de los lamentos perdía a su fundador.

El libro de conductismo quedó empapado en la sangre que brotó del corazón de Lorena, no tuvo ni un segundo para lamentarse el no haber conocido de verdad el amor.

Las puertas astilladas por las balas goteaban sangre, hermoso, pensó Alegna mientras sentía la vida írsele en sangre por entre la herida en su pecho, es hermoso morir a plomo y en el mismo lugar en que Ray murió.


- Algunos de los adictos se escaparon

Palladinno escuchó el reporte desde el interior del camión de helados, se calzó los guantes de cuero negro y observó el centro de rehabilitación por una rendija de la puerta, no sonrió, no suspiró, no descansó como lo había pensado

- ¿Las tres están muertas?

- Sí sargento, bien muertas

- Bien, eso al menos servirá para demostrarles que se metieron con el hombre equivocado – Palmeó el hombro del conductor, hablando con algo de desidia – Vamos al cuartel, a los Way los elimino yo, con mis propias manos.

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