sábado, 23 de junio de 2012

Revenge seekers III; Capítulo: #8

Capítulo: #8

Junior observó a su padre entrar en la habitación, no le dijo nada, no se movió, aun estaba entre los brazos de Gerard y a pesar que Frank se acercó a ellos, no lo soltó

- Perdóname Junior – Se sentó junto a ellos, abrazando a ambos al tiempo – Me retracto de todas las idioteces que dije, sabes que te amo demasiado hijo… yo solo… - Dejó de hablar cuando su voz se quebró.

Junior soltó a Gerard para abrazar a su padre, besándole la mejilla

- Está bien papi, de todos modos tienes razón, yo ni siquiera te pregunté cómo estabas cuando me sacaste de casa de Palladinno, pero es que vi que estabas bien y si me preocupé por Nicky, es porque vi que nosotros estábamos a salvo… fui impulsivo, lo siento

- Al fin que eres Iero, impulsivo e hiriente sin quererlo… no sabes las veces que tu papá me hizo sentir como la mierda

- No exageres Gerard – Frank sonrió, levantándose de la cama – ahora es mejor dormir- Miró fugazmente a Nicholas, bajando la cabeza, luchando con un extraño, nuevo y aterrador sentimiento, la levantó de nuevo para ver a Gerard, sintiendo ahora una extraña calma, caminó hasta su cama y se sentó en el borde, sin planear el pensar si los besos de Nicholas sabrían igual a los de Gerard, se aterró de solo pensarlo, y con el alma llena de temor extendió su mano a Gerard – Si, dormir, hay que dormir… y ¡Como dios manda! Cada Iero con su Way.

Aun no había amanecido cuando Gerard sintió a Frank dejar la cama y salir de la habitación, se levantó también, siguiéndolo hasta el borde de la carretera, Frank se había sentado sobre los escombros de una edificación que estaban derrumbando en seguida del motel, al parecer no vio a Gerard, no notó su presencia, y creyéndose solo comenzó a llorar con las manos cubriendo su rostro.

Gerard no se acercó a él, se quedó observándolo a menos de un metro de distancia, nunca lo había escuchado llorar de esa manera, le asustaron los gritos ahogados que Frank no podía controlar, era la culpa que no dejaba de atormentarlo, en ese momento Gerard comprendió qué no había nada que él pudiera decir o hacer para cambiarle a Frank la forma de sentir la muerte de las mujeres.

Pensó dejarlo solo, que llorara, que se desahogara y sacara de dentro todo ese dolor que lo estaba matando, pero no pudo darse media vuelta y menos cuando Frank empezó a arañarse tan fuerte el rostro que se arrancaba tirillas de piel. No pronunció palabra, tan solo se arrodilló frente a Iero, tomándole con fuerza ambas manos, evitándole lastimarse más, no emitió fonema alguno, se sentía lleno de angustia por Frank, y optó por apretarlo de nuevo entre sus brazos, era lo único que podía hacer… demostrarle que a pesar de los errores, él jamás dejaría de amarlo.


- Gee – Los ojos de Frank brillaban, el reflejo de los primeros rayos de sol del amanecer en sus lagrimas los hacían ver más vivos que nunca, los clavó en el rostro de Gerard, y le habló, medio en súplica, medio en mandato – Enviemos a nuestros hijos a Filadelfia, a salvo, y regresemos tu y yo por la cabeza de Palladinno.

Gerard se tardó en responderle, se tomó unos segundos para maravillarse una vez más por la belleza del rostro de ese hombre, los años le pasaron de lado, sin tocarlo, sin perturbar ni un poco la belleza infantil que lo caracterizaba. Sonrió plenamente, no había para él mejor cura para el dolor que ver el rostro de Frank.

- Es más prudente esperar, dejar que los ánimos se enfríen, Palladinno debe tener sobre aviso a toda la fuerza policial de Jersey, es poco seguro volver, es más, sería un suicidio regresar ahora.

Frank se quedó viéndolo a los ojos, negaba sutilmente con su cabeza, por un segundo se sintió frente a un desconocido, observó con cuidado ese rostro que se sabía de memoria, era él, era Gerard, pero no el mismo de antes y no pudo evitar reclamar

- Necesito eliminar a Palladinno, ¿Gerard no entiendes? Si no tengo su sangre en mis manos no podré descansar, y sé que Sil, Ale y Lorena no podrán descansar tampoco… ven conmigo, ayúdame a tener paz – Entrecerró sus ojos prestando más atención a la expresión impávida de Gerard – Hace años habrías tomado de inmediato tu Colt y no habrías esperado ni a que terminara de hablar, estarías conduciendo tu mismo el auto, sin pensar en lo que pudiese pasar.

- Hace años Frankie – Comenzó, acariciando con la punta de sus dedos el dorso de la mano de Frank – No tenía hijos, ni había pasado encerrado en una prisión clandestina sufriendo por no estar cerca de ti, hace años Frank, era un inconsciente que actuaba sin pensar, pero ahora debo velar por la vida de Nicholas y Junior, y la verdad… - Suspiró profundamente, inclinándose para pegar sus labios de la mejilla de Iero – La verdad, es que no quiero arriesgarme nunca más a pasar un solo día sin ti.



Nicholas fregó su nariz en la cabeza de Junior, la luz le pegaba en los ojos y lo despertó, al hacerlo notó que Junior veía fijamente el techo, advirtió una lágrima rodar por la esquina del ojo derecho del chico, lo besó limpiándole el salino líquido del rostro.

- ¿Qué ves? –

Miró también el techo, queriendo encontrar lo que tanto llamaba la atención de Junior

- Nada, miraba sin ver… - Se volteó en la cama, acomodando su cabeza sobre el pecho de Way – Nicky, siento un dolor muy profundo en mi alma – Le habló estoicamente, fue extraño, las palabras del chico no correspondían al tono frío de su voz – Y siento que voy a morir de tanto dolor, Silvia fue mi mamá, ella fue la que me cuidó desde que mi madre biológica murió – Se sentó en la cama con las piernas cruzadas, mirando fijamente a Nicholas – Tienes que hacer algo… tienes que ayudarme a matar a Palladinno… - Sus ojos seguían fijos en Nicholas, pero su mirada estaba completamente vacía - Tengo que matarlo.

- Nunca has matado a nadie Junior, no sabes lo qué es – Se incorporó, sentándose él también con las piernas cruzadas, enfrentando al chico, que lo siguió con la mirada, con la vacía y fría mirada – Y no deberías pensar en eso, deja que los mayores nos encarguemos de cobrar la sangre que nos deben

- Anoche lo pensé, toda la noche… lo vi tan claro, mi mano empuñando un cuchillo con el que degollaba a Palladinno, lo imaginé bien… la tibieza de su sangre resbalando por mi mano, mis oídos deleitándose con los últimos respiros del sargento y sentí… Nicholas, sentí el aroma de su sangre… su sabor por las gotas que cayeron en mi rostro cuando le cercené la yugular… - Se descruzó de piernas, montándose sobre el regazo del joven, rodeándole la cadera con sus piernas, apretando su entrepierna con la de él – Y me excité, no sabes cuánto me excité al imaginarlo.

Nicholas estaba helado, no pudo moverse, lo supo en el instante, Junior empezaba a sufrir del mismo mal que toda su familia, de ese que no se curaría jamás, el maldito y consumidor deseo de venganza. Se quedó quieto sintiendo la lengua de Junior deslizarse ansiosa entre su boca, tan solo pudo gemir quedamente cuando el chico le apretó suavemente los genitales y susurró en su oído “Al baño, ahora”

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