miércoles, 4 de julio de 2012

Dirty little secret; Capítulo: #14

Capítulo: #14

At least I can say I loved you.

- Ámame, Frank…-susurró Gee, dejando de abrazarme y mirándome a los ojos, apuntándome con esos ojos verde miel que me hacían perder la cabeza. Yo sólo lo miré, pretendiendo que no había entendido su pedido. Yo sí sabía lo que quería, sólo quería que lo dijese bien…Además de que no estaba seguro de hacerlo…-Ámame por última vez.

- No se puede, Gerard…No ahora. No aquí.-en ese momento se me cruzó la imagen de Liz, saltando y chillando de felicidad porque iba a casarse con él. No podía hacerle eso…Simplemente no podía.

- Por favor, amor…Te lo ruego…Es la última vez.-no contesté nada a su pedido.- Una última vez y te juro, Frank, te juro que te dejaré tranquilo.

- Gee, no puedo creer que me digas “te dejaré tranquilo”. Tú bien sabes que no eres ninguna molestia para mí.

- Tú mismo dijiste “¿Gerard, podrías dejarme tranquilo de una buena vez?”…Igualmente…-lo interrumpí.

- Cállate, Gerard…-pensé un momento. Mientras cavilaba, Gerard jugaba con un mechón de mi cabello que caía sobre mi frente, lo cual me hizo reír un poco. A veces podía ser tan…Adorable, o tan inocentemente hermoso.- Ya, y ¿adonde iríamos?-cuestioné a la vez tomándolo de la cintura, pegando su pelvis a la mía. Él sólo sonrío y e hizo ademán de besarme, pero corrí la cara.-Gee, alguien puede vernos…

- Bebé, son más de las 2:30 de la madrugada…Nadie está aquí.-Trató de besarme nuevamente y me alejé.-Frank…-rezongó. Acto seguido, se cruzó de brazos y se dio la vuelta. Parecía un niño…Era mi pequeño Gee y esa noche sería sólo mío y nada ni nadie podría impedírmelo…

- No hay nadie aquí porque todos deben de estar en fiestas, donde sólo corre alcohol, drogas y sexo barato. Y deben haber más de dos orgías por ahí, a parte de…- Mientras hablaba, caminaba hacia Gerard. Cuando estuvimos frente a frente de nuevo, levantéé la vista y vi que no estaba del todo bien. Se tomaba la cabeza con una mano, estaba pálido, más de lo normal, y tenía alguna que otra arcada.
Le pregunté si se sentía bien y me respondió que no, que sentía que la cabeza iba a estallarle en mil pedazos en cualquier momento. Me dijo si no podíamos ir a mi habitación y obviamente le dije que sí, era lo mejor en ese momento, no porque se podía dar la oportunidad de tener sexo, sino porque Gee no se veía nada bien y necesitaba acostarse, descansar.

Nos dirigimos con paso lento al ascensor. Yo sostenía a Gerard del costado y él cruzaba un brazo por mi espalda, para sostenerse.

Me repetía que no se sentía bien y que todo era su culpa, que lo disculpara y que me amaba mucho más de lo que pensaba, que tenía miedo de quedarse solo en ése momento y me agradecía que lo ayudara tanto, siendo que él siempre “metía la pata”. Yo sólo le susurraba que se quedara tranquilo, que yo lo cuidaría y me quedaría a su lado el tiempo que fuese necesario, que no se preocupara por mí, porque ahora él era el único que importaba.

Subimos al ascensor; piso 13, pasillo a la derecha, habitación 341. Saqué mi llave, la puse en la cerradura y abrí. Todo era oscuridad. Encendí las luces y las moderé, para que sólo sean un destello dentro de la habitación.

Fuimos para el dormitorio, Gee se sentó a los pies de la cama, con la cabeza gacha y los ojos entrecerrados. Tenía la respiración pausada y se refregaba la nariz con la mano una y otra, y otra vez.

Le saqué los zapatos, que en sí eran zapatillas pero bueno, eso no importa. Le saqué su abrigo, las medias y cuando iba a sacarle los pantalones, me dijo “Frankie, necesito ir al baño…” con la mirada perdida en algún punto X de la pared. Le dije que se parase pero antes de que pudiésemos hacer algo, su nariz estalló en una violenta y potente hemorragia, tan potente que además de mancharlo a él, me manchó a mí también.

- ¿Qué carajo…?-dije entre preocupado y confundido. Esos “síntomas” los conocía bastante bien. Acaso Gerard había estado consumiendo…- ¿Gerard, podrías explicarme qué te pasa? ¿Qué estuviste haciendo, dónde andabas?-le interrogué, inclinándome ante él, quedando a la altura de sus piernas. Él sólo miró para otro lado, tratando de evitarme. Yo tomé su cara entre mis manos e hice que me mirase.- Gerard Arthur Way, dime ahora mismo que no es lo que creo…-él no me miraba a los ojos, pero noté que sus ojos se cristalizaron otra vez. Yo lo abracé, para que sepa que no tenía de qué preocuparse, porque yo no lo dejaría solo nunca. Yo amaría a Gerard bajo cualquier circunstancia.

- ¿Porqué me apoyas así, Frank? Yo ni siquiera fui capaz de cuidarte, ni…-no pudo seguir, pues su voz se quebró nuevamente.

No me gustaba nada ver a Gerard así. Y de verdad, no sabía qué le hacía bien y que no…Es decir, quedarse con Liz, casarse con ella al final de la gira y formar una familia o volver nuevamente conmigo, arruinarle la vida y los sueños a una pobre chica de veintitrés años, etc. Ni yo sabía qué quería en ése momento, no sabía qué debía de hacer, ni por mí ni por Liz y/o Gerard.

La situación era tan…Difícil. No había otra palabra para describirla: Por un lado, estaba Gerard. Él, con problemas de drogas, que necesitaba ayuda, no importaba de quién fuese ésa ayuda, sólo la necesitaba. Él, que decía amarme, que me había prometido una y mil veces una vida, un futuro…Un futuro que, en ese entonces, veía muy lejano. Si de verdad Gerard me amaba como decía, si no estaba con él, quedaría destruido. Yo lo conocía bastante como para decir cómo estaría y como no. Pero Gerard también tenía sus sueños, y uno de ellos era una familia…

Por otro lado, Liz…Dios mío, Liz. Una chica risueña, hermosa en pocas palabras. Pero algo que hacía que ella me cayera mal, era que nunca (y cuando digo nunca, es nunca) la vi indignada por nada. No podía ser tan…No lo sé, no podía ser que todo le agradase. Eso lo odiaba de ella. Y otra cosa era que siempre era amable, aunque la insultaran ella ni se inmutaba. Personalmente, si me insultaban, era capaz de romperle la nariz a aquella persona. Bueno, bueno…Nunca tuve mucha paciencia y muy pocas cosas las dejaba pasar por alto. Además, siempre fui de enredarme en peleas y demás. En fin, por otro lado estaba ella y si Gerard se quedaba a su lado, ella sería feliz, sus sueños de formar una hermosa familia con una hermosa niña como hija, se harían realidad. Todo sería color de rosa para ella.

Sin embargo, si Gerard permanecía conmigo, ella se iría a la mierda. Es decir, todo en su vida se derrumbaría, ella dejaría de ser la mujer ideal que todos veían y nadie la volvería a ver jamás. Aunque estoy seguro que seguiría insistiéndole a Gerard para que volviese con ella.

Y por último, estaba yo. Qué problema…Pero no tanto. Ya estaba acostumbrándome a la idea de no tener a Gee a mi lado. Era duro de decir pero era la verdad. Si Gerard unía su vida a la de Liz, formaban un futuro y blablabla, yo quedaría, obviamente, destrozado. Nadie me vería por un largo tiempo, ya que, por donde fuere que caminase, allí estaría Gerard, su esposa y nuestro pequeño secreto sucio, no sería más que una parte de nuestro pasado…No sería más que “our dirty little secret”. Sería duro…Muy duro. Y más porque sabría que nunca podría avanzar con mi vida, me quedaría en el pasado, reviviendo por medio de recuerdos y licor a nuestro amor, a nuestro secreto, a nuestra hermosa e inalcanzable promesa de amor eterno.

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