miércoles, 4 de julio de 2012

Dirty little secret; Capítulo: #15

Capítulo: #15

I felt your ecstasy. I’ll still feel it, even if you’re out of my reach.

No dejé que sus ojos derramaran alguna otra lágrima esa noche. Lo protegí, velé su sueño, tan pesado, tan sereno…Pero por encima de todo, lo había amado. Anhelaba más que a nada tenerlo en mis brazos, besarlo, acariciarlo, hacerle el amor hasta caer rendido y sin energía…Anhelaba poder amarlo sin restricciones.

Aún en aquel estado deplorable, Gerard parecía un ángel…Parecía tan inocente, indefenso…Por ello mismo nunca había sido capaz de dejarlo en el medio de la noche. Por más estúpido que sonara, yo temía que le pasase algo en mi ausencia. No lo sé, simplemente no podía hacerlo.

Aquella noche, mientras velaba el dulce sueño de Gerard, pensaba en esa maldita situación…¿Qué debía hacer…?

Sin duda alguna, no podía persuadir a Gerard a dejar a Liz. Eso lo tenía más que claro. Y menos persuadirla a ella para que lo dejase a él. En cierto modo, Gerard la necesitaba tanto como ella a él y como yo a él también.

También pensé…En que estaba hambriento…Sediento, carente de aquella calidez que sólo Gerard podía brindarme. Estaba…Necesitado, digamos. Podría sonar algo…No sé, “desesperado”, “urgido”, como quieran…Pero había noches, en las que estaba completamente solo en la oscuridad de mi habitación, en las que no podía evitar recordar aquellos momentos pasados junto con el amor de mi vida. Había noches en las que sólo la luna, las estrellas y su resplandor eran testigos de la profanación de la tumba de mis recuerdos…Recuerdos, aquellos de las largas veladas con él…Así, es: yo recordaba cada detalle de cuando hacíamos el amor.

Recordaba el aroma de su perfume…Una simple imagen se me venía a la cabeza en esas noches: Gerard, empapado en sudor, mordiendo sus labios, ellos a punto de estallar en sangre…Su cabello, alborotado, negro, mojado también; él tenía la mirada clavada en el techo, pues tenía la cabeza echada para atrás; ese Gerard sediento de pasión, ese amante vehemente que me volvía loco y hacía de mí una criatura peor que una fiera hambrienta, encadenada a un árbol, con su presa envuelta en un dulce sueño a su lado, a pocos centímetros de su alcance. Aunque no piensen mal, para mí no todo es sexo…Sólo es un complemento…Buen complemento en una relación…Mas, si es con la persona que más amas en todo el mundo, es otra cosa…Sería como…Ser uno…Ser uno solo con tu amado/a, poder amarlo con libertad, sin fronteras…

Mientras veía dormir a Gee esa noche, esa imagen de él cruzó ante mis ojos…Comencé a pensar, recordar…Tratar de volver a sentir aquel perfume entre las sabanas, sus besos, sus caricias impregnados en mi piel…Trataba de volver a escucharlo gemir mi nombre, trataba de volver a sentirme dentro de él, en ese momento de éxtasis, trataba de regresar el tiempo a ese mismo momento y poder revivirlo…Entre tanto, cuando reaccioné, a causa de mis gemidos (sí, estaba gimiendo…), pude darme cuenta de lo que hacía: estaba masturbándome, pretendiendo que el que tocaba, acariciaba y apretaba levemente mi miembro era él, como tantas veces antes lo había hecho.

En aquellas noches en las que profanaba las tumbas de mis hermosos recuerdos, no había posibilidad de que no terminase “satisfaciendo mis necesidades” conmigo mismo. Ustedes deben de saber a lo que me refiero.

El sol comenzaba a colarse por las largas persianas del ventanal de la habitación, que daban paso a un balcón con una hermosa vista a todo Bellvue. Yo no había pegado un ojo en toda la noche. No había pasado mucho tiempo, si lo pienso bien: llegamos a la habitación a eso de las 2:40; la nariz de Gerard había estallado, literalmente, a eso de las 2:50; lo acosté a las 3:25, después de haber hablado un poco y ponerle un poco de algodón en la nariz para parar la hemorragia y, obviamente, desvestirlo (se quedó en boxers, que conste); Luego de un rato de estar contemplando al hombre hermoso que tenía en aquella cama a mi lado, me levanté para ir al baño, quería mojarme la cara, orinar y volver a la cama, a ver si podía dormir. Pero no pasó…

Debían de ser las 5 de la mañana. Lentamente, procurando no interrumpir el sueño de mi amado, me destapé y me levanté. Abrí el ventanal, alcé la persiana, salí al balcón y me dediqué a mirar aquel rojo amanecer, rojo tal como nuestra llama de la pasión y amor: por más que alguien quiera apagarlo, nunca podría hacerlo, porque juntos éramos indestructibles. Nuestro amor infinito era una perfecta armadura, capaz de soportar la peor de las batallas, la peor de las pruebas...Y esa prueba por la que estabamos pasando en ése momento, era la más dura hasta ahora...¿Seguiría encendida nuestra eterna llama de amor o sería el tiempo ya de que se apagase para siempre?

Sólo el destino lo sabía...

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