miércoles, 4 de julio de 2012

Dirty little secret; Capítulo: #18

Capítulo: #18

Screaming Infidelities.

Caí en un dulce y relajante sueño luego de sentir la respiración de Gerard en mi cuello durante unos minutos.
No soñé nada…O si lo hice, no lo recuerdo.
¿Saben? Dicen que cada vez que despiertas y no recuerdas o no sabes con qué has soñado, es porque lo olvidaste, porque simplemente no tenía importancia alguna. Nunca supe si era verdad, sólo suponía que sí. Pues…No creo que la mente de una persona X deje de lucubrar imágenes y las enlace unas con otras a menos que te haya ocurrido una especie de muerte cerebral.
En fin, desperté con algo picándome la espalda y con los labios de Gee sobre mis mejillas. Susurraba “amor, despierta, es hora del desayuno”. Los pequeños besos llenos de cariño y calidez que me brindaba Gerard y los depositaba en mis mejillas, eran…No lo sé…Eran tan…Realmente no encuentro un sinónimo para lo que sentía en ése momento. Lo único que desentonaba en esa perfecta armonía de afecto mutuo era…Sí, aquella cosa que me picaba la espalda. ¡Demonios, era insoportable! Llegó el momento que, sin siquiera abrir mis ojos para emitirle algún tipo de mensaje a Gerard diciéndole que estaba despierto y completamente consiente de la situación, alcé una mano y con toda la fuerza que tenía en aquel minuto, la azoté contra aquel “alterador-de-nervios”.
- ¡Enano hijo de la gran puta! ¡Controla tu fuerza!-escuché que vociferaban detrás de mí. Maldita sea, era Mikey. Ya creía que conocía aquellos dedos largos, finos y no muy suaves.
- Y tú hazme el gran favor de no tocar mi espalda-dije aún un poco dormido. Mi voz estaba algo…Ronca. Parecía gangoso.-. Me alteras, Way.-me acurruqué nuevamente, planeando seguir descansando. Me sentía agotado, exprimido, sin una gota de energía. Me abracé al torso desnudo y ya seco y sin rastro de sudor de Gerard y mantuve mis ojos verde avellana cerrados.
- Sí, lo que digas…Ya, levántense. Brian nos quiere a todos en el buffet de la planta baja en 10 minutos.-dijo palmeándome la espalda. Ese maldito flaco iba a descubrir a Frank Anthony Thomas Iero Pricolo “reloaded” si no dejaba de tocarme así.
- ¡Ya, Mikey! ¡Deja de tocarme la espada! –Le grité quejándome.- Molestas con eso.
- Parece que el pequeño se despertó de mal humor…-dijo para sí…Aunque lo escuché bastante bien…Demasiado bien, diría yo.
- Parece que el pequeño Way quiere…-no pude continuar porque Gerard me calló…con un beso pero lo hizo igual, sabiendo que odio que me callen y demás.
- Ya dejen la riña…-dijo Gee en forma de “protesta”.- Son molestos, ¿saben?
- Yo no, es él.-acusó Mikey. Ya estaba decidido a levantarme y golpear al señor yo-nunca-molesto-a-nadie.
- Sí, como digas, hermano-rodó los ojos. Una cosa que Gerard no tenía cuando recién despertaba o se levantaba era paciencia o ganas de aguantar riñas.- Ya levántate, amor-acarició mi cabello un momento y luego besó mi frente.
- Mikey, dile a Brian que no me siento bien.-la verdad era que no tenía la fuerza ni energía algunas para ir y tocar durante media hora, más el ensayo, más la prueba de sonido…Demasiado para un hombre que había dormido poco más de media hora en dos días.
- Venga, no seas vago.-dijo Mikey cuando Gerard ya se estaba levantando. Estaba sentado en el borde opuesto de la cama. Acto seguido, tomó la sabana que me cubría de una punta y…Sí, me destapó por completo, dejando a la vista mi pequeño cuerpo repleto de tatuajes y sin ninguna prenda.
- ¡Oye, no hagas eso!-exclamé, tapándome la entrepierna con las dos manos. ¡Me estaba sacando de mis casillas! Tendría que ser Way…
- Como si nunca te hubiese visto desnudo, Frank.-dijo como si nada. ¿Cuándo carajos me había visto como vine al perro mundo? No lo sé pero Gerard le miró con odio. Me causó gracia pero no reí.- ¿Qué me miras tú así, eh?-Gerard intensificó el odio en su mirada. Pronto yo estallaría en risa si no dejaba de hacerlo.- ¿Qué, no recuerdas cuando tiraste al Enano de tu cama y lo dejaste inconciente? Cuando los encontré en plena iniciación, recuérdalo.
- Ah, sí…Lo recuerdo…-dijo como con vergüenza o pena en su voz.
- Sí, yo también…¿Cómo olvidarlo, si casi me desnuco?-lo dije en broma pero Gerard se acostó a mi lado de nuevo y me abrazó pidiéndome disculpas por haberlo hecho, que él no se dio cuenta y que fue sin querer. Era tan dulce, lo amaba.- Ya pasó, Gerard…Lo dije en broma, nada más.
- Igual, yo me disculpo.-dijo- una disculpa nunca está de más.-hizo una pausa- ¿Me abrazas?
- No puedo, tu querido hermanito me…-interrumpió.
- Ya te dije que ya te vi desnudo, no jodas.
- ¡Ya vete, Mikey!-le grité nuevamente-Dile a Brian que ya bajamos, que Gerard está tomando una ducha y yo estoy esperando que salga para bañarme yo. ¿OK?
- Ok, yo le digo.-dijo dirigiéndose a la puerta- Nos vemos, y no hagan nada ahora, no hay tiempo.-“aconsejó” riendo. Era un poco molesto pero era buena persona. Y además…Tengo que reconocerlo, había sido demasiado bueno con nosotros, ayudándonos y guardando nuestro secreto.
Cuando me decidí a levantarme, Gerard estaba en el balcón, observando la vida cotidiana de las personas “normales”, por así decirlo…Como yo había estado observando el crepúsculo en la mañana. Se veía pensativo…Ahora en vez de sólo boxers, tenía un jean negro ajustado que resaltaba sus piernas y su…Tendré que decirlo…Y su “buen culo”.
En fin, me metí al baño. Quería tomar un baño para renovarme. Este sería un día pesado, además hacía calor…Iba a transpirar bastante y no quería oler mal para el final del día. Odio estar sucio.
Estaba cubriendo mi cuerpo en jabón cuando de pronto recordé a…
- Anne…-exclamé, abriendo mis ojos de par en par.
La había olvidado, había olvidado que estaría ahí, en nuestro concierto de apertura del Vans Warped de ése 19 de Junio…
Apuré el paso con mi baño y a los cinco minutos salí de ahí, me envolví la cintura con una toalla y fui a la habitación, pero no encontré a Gerard en el balcón. Abrí la puerta y asomé la cabeza: ahí estaba, abrazando a Liz…Y ella feliz, seguramente porque había aparecido.

Pude escuchar un par de oraciones…Como “amor, nunca vuelvas a desaparecer de esa forma” “me tenías con el corazón en la garganta” “lo sé, no volveré a hacerlo…” Gerard había abierto la boca para decir algo pero Liz lo interrumpió, diciéndole “vamos, Gee, afuera está hermoso y Brian te espera”. Luego…Desaparecieron de mi vista. Salieron tomados de la mano. Gerard antes de irse volteó, encontrándose con un pequeño destello de luz reflejado en una lágrima desesperaba que caía de uno de mis ojos, que se veía por una mínima ranura que había dejado de la puerta abierta, para…Verlos…
Entré a la habitación lo más rápido que pude, no quería seguir viendo nada…Sabía que teníamos un pacto con Gee y que ahora no se rompería por nada del mundo…Pero aún dolía verlo con ella.
Como sea, me vestí…No la gran cosa: un jean común gastado y una camiseta de mangas cortas gris, algo vieja. Después cerré la persiana de la habitación que teníamos con Mikey y cerré el ventanal con seguro, por las dudas, ustedes saben.
Bajé a planta baja por las escaleras, no quería el ascensor, prefería hacer algo de “ejercicio”. Si bien en gira no comes mucho, porque de por sí, no hay mucho qué comer en un bus, siempre hay comida “chatarra” por todos lados…Es decir, doritos y toda esa cosa…Los amaba. Además, está bien, transpiras como los mil demonios por el calor y por el hecho de estar al aire libre, tocando como un alma poseída, y así te mantienes en forma, pero me gustaba hacer algo de “ejercicio”. Como dije, era vago, pero no tanto.
Llegué a la planta baja, pasé por el lobby y fui hacia aquel buffet. No había nadie de mi banda. Por lo menos esperaba que estuviesen yéndose pero que no estuviesen…No lo sé, no fue muy “bonito” de su parte. Volví al lobby y fui a la puerta y… ¡Demonios! Estaba lleno de niñas de una edad entre doce y veinte años…No me importó, salí por ahí. De inmediato escuché un grito… “¡Frank Iero!” Decían. Casi me quedo sin manos ese día…No estaba muy acostumbrado a firmar autógrafos pero lo hice con toda paciencia y lo hice también por ellas…Y ellos. Había chicos también.
Ello me recordó a cuando fui a un concierto de The Misfits cuando tenía dieciséis años. Era un adolescente algo rebelde, odiaba las reglas y alguien que me las pusiese, estaba perdiendo su tiempo, no conseguiría nada. Me habían expulsado de casi tres escuelas de Bellville y mi madre ya no sabía dónde meterme ni qué hacer conmigo. Pero en sí, nunca supe vivir con reglas, reglas y más reglas…No les veía sentido, pues siempre alguien las rompía. Bueno, como decía. Ése fue uno de los mejores días de mi vida…Primero: porque ellos eran mi gran, gran adoración en ese entonces. Segundo: no me defraudaron. Eran los artistas más simples, humildes y asombrosos que conocía. Yo desde los once años, más o menos, había estado en bandas. No era gran cosa…Todo hasta los diecinueve, que formé Pencey Prep con unos amigos de la universidad. Pensar que si no fuese por Pencey, no hubiese conocido a ese maldito que controlaba totalmente mi mente…
Luego de la avalancha de fans, fui a donde se realizarían los conciertos de ese día en Bellvue. Todo era un gran caos: técnicos por aquí y por allá, yendo y viniendo, preocupados por que todo estuviese perfecto para…Nosotros, los “músicos”, los artistas y demás. Un poco alejadas de los escenarios, las rampas de skate ya estaban armadas pero no habilitadas. Creo que ése día había una competencia.
En fin, salí a la búsqueda de mis queridos compañeros de banda y mi queridísimo manager, que me habían dejado solo ahí en el hotel. Gerard debía de estar con Liz, paseando de la mano, como una pareja de enamorados…Como debía ser.
Comencé a dudar nuevamente sobre el “plan” de escapar con Gerard…¿Qué tal si Gee se arrepentía y no nos íbamos y luego…?
No pude evitarlo…Rompí en llanto. Estaba demasiado sensible últimamente. Me dirigí hacia una banca que estaba cerca de mí. Por allí, cerca de donde se estaban armando los escenarios, había un parque. En ese momento, aquel parque estaba a mis espaldas…Tanta belleza junta, tanta pureza…Y yo la arruinaba con mis lágrimas llenas de dudas e inseguridades…Cavilaba, hasta que sentí una mano en mi hombro…Volteé la cabeza rápidamente para ver quién era. Nadie sin un pase podía entrar allí…
- ¿Anne?-musité sorprendido, entre lágrimas que aún fluían.
- Frankie.-dijo con una pequeña sonrisa, muy bonita. Se veía muy bonita. Bueno, ella lo era. Se sentó a mi lado y cruzó un brazo por detrás de mi cintura, en sí, me abrazó por la cintura.- ¿Porqué lloras?-susurró, enjuagando un par de lágrimas que caían de mis ojos. La miré y me brindaba una mirada tan…tranquila. Me inspiraba tranquilidad a mí. Me contagiaba su “buen humor”, su felicidad…Su resplandor. Esa chica tenía algo…Algo indescriptiblemente hermoso. Hasta el día de hoy no lo sé…
- Problemas…-suspiré-Y no te quiero en ellos.
- ¿Quieres dar una vuelta? El día está precioso. El sol brilla, los pájaros cantan con euforia y vehemencia…Y sería aún más hermoso si tuviese tu sonrisa…¿Qué dices? ¿Vamos?-propuso peinándome con los dedos e ignorando por completo el hecho de que yo tenía problemas. Algo característico de ella era que siempre hacía lo posible para que alguien que tenía problemas, los olvidara temporalmente. Ella era especial. Tenía un brillo especial y no había nada, absolutamente nada que pudiese opacarla. Ella podía arrancarme una sonrisa tan sólo diciendo “Hola, Frank”.
- Está bien…-accedí de inmediato sin dudarlo.- Pero a las 11:15 me acompañas a buscar a mis amigos.
- Por supuesto…Pero ¿no me dijiste que tenías practica?
- Por eso mismo-dije levantándome de la banca y extendiéndole una mano. Ella la tomó.-. Mis compañeros de banda son mis amigos y viceversa.-Ella río un segundo.
Fuimos a dar una vuelta alrededor del parque y a través de él. Era realmente hermoso…Era toda una arboleda en sus bordes y por dentro había pequeños arbustos, algunas bancas color blanco. Pero sin lugar a dudas lo más hermoso del parque era el centro: había una fuente preciosa, rodeada de canteros con rosas. Amaba las rosas. En especial las blancas. Y allí, alrededor de aquella esplendorosa fuente, entre los senderos que conducían a ella, había desde rojas hasta violetas, pasando por blancas, rosas, amarillas y hasta rosadas con motas blancas. Era realmente bellísimo.
Con Anne nos miramos el uno al otro, como diciendo “¿podemos ir allí?”. Luego estallamos en risa, era como si nos hubiésemos leído la mente. Fuimos a la fuente sin vacilar. Nos sentamos en su contorno y comenzamos a platicar estupideces. Me comentó que era la baterista de The Ataris sólo cuando estaban en tour. También le pregunté cómo había ido a parar de Bridgeport a Camden y me dijo que fue porque era la única universidad en la que la habían aceptado…A mí igual. Me habían rechazado de cuatro y cuando recibí la carta de Camden, estaba saltando en un pie de felicidad…Literalmente.
- Espérame un momento…-le pedí levantándome de mi lugar y yendo al cantero más cercano que había y arranqué una rosa blanca…La más hermosa que había, la que resaltaba entre todas. Y volví a mi lugar.-Toma-le dije con una pequeña pero sincera sonrisa. Estaba feliz en ése momento y todo gracias a ella.
- ¿Para mí?-dijo un poco confundida, devolviéndome la sonrisa.
- Ouch, no, disculpa…Era para la señora que está por allí… ¿La ves?-bromeé señalando a cualquier punto del parque.
- ¿Señora? Es una pendeja, no parece de más de 19 años.-dijo mirando a donde yo había señalado.
- Definitivamente, es futura señora…-dije con voz lúgubre. Para mi puta suerte ella era…La futura señora de Way. Y por supuesto, con el señor Way. Era lo único que me faltaba…Pero…él no tenía la culpa…
- Oye, su novio es sexy…-dijo mirando a MI Gerard.- ¿Y tú cómo sabes que es “futura señora”?-preguntó mirándome extrañada. Yo sólo me senté a su lado y miré la rosa en mis manos.
- Sólo…es cosa de ver su alianza plateada…-continué con mi mismo tono de voz.- Y si no fuese así, es sólo ver…verla con su novio…
- Tienes razón…Se ven enamorados-dijo con la voz impregnada en ilusión. A mí sólo me dio una horrible puntada en el estómago. Quería llorar.- ¿No es maravilloso que alguien a quien tú amas, te ame también? Y te entienda, te apoye…Que puedas ser uno con él…O ella…Y no lo sé…Ser su compañero eterno, no tener restricciones para amarlo…- caviló en voz alta y suspiró. Yo miraba a Gerard y a Liz…Se besaban, Liz lo acariciaba…Eso con el plus de las palabras de Anne, hicieron que mis lágrimas saltaran de mis ojos nuevamente, acompañada de sollozos…- Hey, Frankie…-exclamó preocupada, abrazándome con fuerza, para que no me sintiese solo…-Frankie, no llores, por favor…-tomó mi rostro entre sus suaves manos y despojó las lágrimas que caían de mis ojos.
Ella me abrazó y me dijo que no me preocupase, que todo iba a pasar y se iba a solucionar…Lo decía con tal seguridad…Algo…Algo estaba floreciendo en mi interior…Sería cariño hacia ella…Había sido tan bella conmigo. Yo la abracé también y me refugié en su cuello, cerrando los ojos y pretendiendo estar solo con ella en aquel lugar maravilloso. Permanecimos así, quietos…Sin músculo que se moviese, tan sólo nuestros corazones que latían.
- Frankie…-dijo luego de un tiempo de pausa.-siento…siento preguntártelo pero…-titubeó, tomando mis manos entre las suyas y mirándolas.- ¿Porqué lloras?-preguntó un poco avergonzada de sí misma por hacerlo.
- Es…Es que…Me siento solo, ¿sabes?-mentí…y me sentí mal por ello, pero debía de hacerlo…Pero…¿Porqué no le decía de lo mío con Gerard? Miedo al rechazo no tenía, porque nunca me había avergonzado de lo que era…-Cuando dijiste eso de tener tu compañera o compañero…No lo sé…Pero como que…Me hizo sentir vacío…Porque yo no tengo a aquella persona que te susurra te amo al oído por las noches, con la que puedes “ser uno”, como has dicho tú…
- No te preocupes, Frank…Verás que esa persona no tarda en llegar a tu vida-en ese momento me dije a mis adentros “Pensar que la tengo a unos metros de mí…Tan lejos, tan inalcanzablemente cerca…”-No te alijas…-llevó una de sus manos a mi rostro nuevamente y me acarició una mejilla- Además…No creas que eres feo ni nada por el estilo, eh.
- Yo no dije que fuese feo…Pero si tú lo dices…Debe de ser así…Mira Iero, otro punto a tu favor-dije en tono sarcástico.
- Ajá…Ay mira, Iero, un punto a tu favor…Eres encantador. ¿Quieres otro?-la miré como diciendo “¿Y ahora qué carajos dice?”- A ver…Eres guapo, sencillo, tienes tu propio estilo, eres educado, inteligente por lo que pude ver…Tienes una buena personalidad, eres responsable, detallista, pulcro, tienes buen gusto, eres original, sensible…¿Quieres que siga?-la verdad, me estaba gustando que dijese eso de mí…Me hacía sentir…Lindo. Una cosa que yo no tenía era autoestima. Yo no era modesto, yo tenía problemas de autoestima. Bueno, sólo puse cara de duda…Bromeando, pero en sí, quería que siga.-Ok, Iero…Sigamos con tu aspecto…Eres guapo, como dije antes. Tus ojos son preciosos, tu sonrisa igual. Cautivaría a cualquiera…Tienes buen cuerpo: no eres gordito pero tampoco eres un palillo que da impresión. Usas remeras ajustadas, benefician a tu pecho, no deja nada a la imaginación…Y eso es tan…Argh, sexy…Y tus jeans…Que el Demonio me condene, los usas tan ajustados...Lo mejor es tu…-la interrumpí. No quería que siga…Si lo hacía mis mejillas iban a prenderse fuego…Sí, estaba sonrojado.
- Ya, no sigas…-casi rogué riendo. Riendo de lo avergonzado que estaba. Ella suspiró.
- ¿Sabes? Eres un hombre como pocos, Frank. Y eso me gusta.-iba a darme un beso en mi mejilla pero yo justo levanté la mirada y la dirigí hacia ella para verla…Lo que hizo que sus labios chocaran con el lugar “equivocado”: Mis labios.
La verdad era que no me importaba si Gerard y Liz seguían allí, solo cerré mis ojos y disfruté el beso, aunque sólo haya sido un roce de labios.
Cuando nos separamos, nos miramos a los ojos, con un leve color en nuestras mejillas…Los dos estábamos atónitos…¿Qué habíamos hecho? Nos preguntábamos a nosotros mismos…Lo sabíamos…Y queríamos más.
No había nada más en ése momento para nosotros, sólo nuestros labios y lenguas rozándose, como si de ello dependiese el mundo en aquel instante. El agua caía a nuestras espaldas, los pájaros cantaban alrededor y sobre nosotros, el sol brillaba cálido, las rosas desprendían su perfume, haciendo un ambiente mágico y de ensueño. Y ése era el comienzo de otra historia. Una historia como ninguna otra que, sin duda, marcaría mi vida hasta el final de mis días.

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