domingo, 29 de julio de 2012

No soy un ángel.

No soy un ángel.

Autor: DeidRocks.
Clasificación: PG-13.
Género: Drama, Romance.

La vida es relevante, su significado no es preciso o conciso. Cada paso, cada acción es relativa, y las personas escogen el significado que desean, en la mayoría de los casos, no por convicción, sino por aflicción. Para mí uno de los significados de la vida ha terminado hace demasiado tiempo, pero aun conservo uno que para mí no es solo existir; sino vivir.


Su presencia es siempre tan pura, su alma continúa limpia y su aura es tan resplandeciente. Su sonrisa está tan llena de inocencia, amo poder ver siempre la verdad en sus ojos, me vuelve loco la sencillez de sus palabras, la inocencia de sus actos. 



Permanecía siempre a su lado, aunque él no pudiese darse cuenta; él simplemente creía que estaría para él cuando sea que me llamara, siempre que me necesitara; y también yo lo creía así.



Cada respiro lo daba por él, cada paso que él daba estaba supervisado por mí. No conozco un ángel que haya sido más fiel en ninguna etapa de la historia. He contado cada lágrima que ha derramado desde que permanezco a su lado, incluso desde antes que pudiera hacerlo de manera presencial. 



Ahora lo observaba desde arriba, lo acompañaba de regreso a casa después de la escuela, pero él no podía saberlo; ni eso, ni lo que siento por él, mucho menos podría imaginarse que ese día no sería igual. Frankie; lo lamento tanto, jamás pensé que este día llegaría, el último. No podría soportarlo, un ángel no está hecho para soportar semejante dolor. La agonía que me envuelve entorpece cualquier rasgo de humanidad que aun conservo conmigo.



Verlo caminar sólo me partía el alma, jamás me había atrevido a ver las cosas de ese modo; yo siempre estoy a su lado, pero a imagen de quien sea que se atreva a mirarlo, el pequeño Frank camina sin compañía y así sería a partir de ese día; caminaría sin mí. Me negaba a tolerar esa idea, no podía seguir viendo.



Frank llegó a su hogar y corrió al jardín; era nuestro lugar de encuentro su hermoso jardín, entre los árboles y flores. Aquellos aromas, colores y la esencia del lugar en sí, era una de las cosas de la tierra a las que tenía afinidad en particular.



-¿Gerard? – Susurró Frank mientras dejaba su mochila en el césped.



No podía responder, tenía prohibido hacer acto de presencia. 



-¿Gerard? – Susurró extrañado una vez más.



Jamás había tenido que decir mi nombre dos veces, siempre estaba ahí incluso antes de que tuviera que llamarme. 



El pequeño insistía, decía mi nombre cada vez más fuerte, comenzaba a alterarse y yo comenzaba a sofocarme. Sus gritos eran perturbadores, me dolía en lo más profundo no poder responder a su llamado y me era imposible simplemente ignorar su dulce voz. Él estaba tan acostumbrado a mí.



-¡Gerard por favor! – Gritaba desconsolado, era como si estuviera al tanto de la tragedia que estaba ocurriendo, como si me rogara que me quedara a su lado – No puedo hacer nada sin ti – Susurró finalmente y se dejó caer al suelo.



Lo atrapé entre mis brazos antes de que su cuerpo tocara la tierra; mis instintos no me permitieron ignorar su caída. Me vi obligado a infringir las órdenes que se me habían dado con anterioridad.



-Aquí estoy Frankie – Susurré a su oído y lo coloqué de pie sobre el suelo.



La alegría se desbordó en su rostro dejándome ver su radiante sonrisa, sus ojos miraron los míos, sus brazos rodearon mi cuello con fuerza, me vi obligado a desplegar mis alas para disfrutar el contacto de su piel con la mía.



-Creí que no vendrías – Comentó.



Miré sus ojos, moría por tocar de nuevo su piel, pero solo sonreí.



-No iba a hacerlo – Respondí después de un par de segundos.



Su rostro se tornó dubitativo, pero no eliminó la sonrisa que exponía.



-¿A que te refieres? – Preguntó acercándose a mí.



Acaricié su mejilla con mis dedos y le brindé un intento de sonrisa cálida. Sentía mis ojos acuosos, pero si derramaba una lágrima entonces todo terminaría.



-Ya no podré estar más a tu lado Frank – Dije tratando de mantener mi mirada en sus ojos – Me han relevado de mi misión en la tierra– Expliqué.



-Tu misión en la tierra es estar a mi lado – Dijo un tanto nervioso.



-Lo siento Frank… me han quitado mis alas – Dije tristemente.



Sus ojos se giraron hacia arriba, entendía su expresión; sin embargo, yo no estaba mintiendo, sería lo último que me permitiría hacer a mi mismo, y mucho menos cuando mis palabras son con destino a los oídos de Frank. El pequeño miraba mis enormes alas y en su rostro se expandía el halo de duda.



-Pero…



-Hoy es el último día que las conservo – Lo interrumpí.



Me dolía el callar sus palabras para anteponer las mías; sin embargo, no debía mostrarme dolido, mi agonía prolongaría la suya aun más.



-No… entiendo nada Gerard…



-Ya no soy un ángel Frank – Exclamé elevando el tono de mi voz – No te serviré de nada.



-¿Cómo puede eso ser posible? Es decir…



-He sido castigado Frank… y me han quitado mis alas por…



No debía seguir, esas últimas palabras salieron de mi boca sin ser previamente pensadas. Ahora le había hecho saber a Frank que había una razón en especial; una razón que él no debía conocer.



-¿Por…? – Preguntó dando un paso hacia mí.



-¡Ya no soy más un ángel Frank… así que déjame en paz!



Aquellas palabras me dolieron más a mí que a él. Sabía que le causaba dolor interno, su rostro me lo hacía saber. Pero mi corazón se quebró, no soportaría verlo por más de un segundo de esa forma, caminé hacia él y lo abracé con fuerza al tiempo que lo envolvía entre mis alas.



-¿Por qué te han quitado tus alas? – Preguntó en un susurro mirando mi rostro.



El pequeño se atrevió a deslizar sus dedos por mi mejilla, sentí como mi rostro se sonrosó y al igual que sus ojos, los míos se cristalizaron.



Su pregunta hizo mi cuerpo estremecerse, esta vez era directa y no podía evitar la respuesta en determinada situación.



-Por… enamorarme de un humano – Contesté en un susurro.



Aun lo mantenía apretado entre mis brazos y pude sentir como su cuerpo se estremeció, su corazón comenzó a latir con más fuerza, quería seguir hablando pero sus labios dubitativos se cerraban justo después del instante en que se abrían.



-¿De… quién… de qué humano? – Preguntó finalmente después de varios segundos de silencio.
Apuñé mis ojos con fuerza, tragué saliva con dificultad y respiré profundo antes de contestar.
-De ti – Contesté al tiempo que abrí mis ojos para invadir su mirada.



Frank se colocó nervioso de inmediato, sentí su cuerpo intranquilo así que dejé de aplicar presión con mis brazos. Me sentí decepcionado de mí mismo, entendía a Frank; posiblemente se sentía traicionado. 



Sus brazos apretaron los míos con más fuerza y su rostro se aproximó al mío. No podía dejar de observarlo, miraba sus labios aproximarse cada vez más hasta que por fin sentí su cálida caricia de terciopelo sobre los míos. Sus ojos permanecían cerrados así que cerré los míos y decidí corresponder al delicado movimiento de sus labios. Ya estaba desobedeciendo las reglas; no había nada más que pudiera perder.



El viento se colaba entre mis alas para acariciar nuestros rostros. Abracé el cuerpo de Frank con más fuerza mientras nuestros labios se movían cada vez más rápido, me dejé llevar por el momento, olvidé todo lo que no fuéramos nosotros y me dejó de importar el mundo. Introduje mi lengua con cuidado dentro de la boca de Frank, moría por sentir el movimiento de la suya, deseaba memorizar el sabor de su saliva y la textura de cada milímetro del interior de su boca. Frank se despegó de mí para tomar aliento, su rostro estaba enrojecido, le daba un hermoso tono a su piel.
Aquél rubor no era de vergüenza o arrepentimiento; su inocencia se desbordaba por los poros de su piel, a sus 16 años de edad el pequeño jamás había sido besado. Tomé su rostro entre mis manos y besé superficialmente sus labios. Frank deslizó sus manos por mi pecho desnudo y después las colocó alrededor de mi cuello una vez más.



-Yo… te quiero a mi lado para siempre – Dijo con su voz agitada.



-Eso es lo que más deseo amor – Contesté mientras limpiaba una lágrima desubicada que corría por una de sus mejillas.



-Quédate Gerard Way… yo te amo – Concluyó su petición en un susurro.



-Yo te amo más de lo que puedes imaginar Frankie.



-¿Y por qué… por qué tienes que irte? – Preguntó aferrándose más fuerte a mi cuerpo.



-Yo estaba aquí para protegerte Frank… no para enamorarme de ti – Dije dolorosamente.



-A mi no me importa eso… si tu te vas jamás lo podré superar Gerard… 



-No es porque yo así lo quiera amor… así lo dictan las reglas…



-¡A mí no me importan las reglas! – Me interrumpió dejándose ir sobre mi cuerpo.



Acaricié de nuevo la suavidad de su piel, mis manos jamás habían sentido algo que me maravillara tanto. Caímos fuertemente sobre el césped, pero mi cuerpo amortiguó su caída, mis alas se extendieron provocando que varias plumas volaran a nuestro alrededor. El pequeño posó sus labios sobre los míos una vez más, así que nos sumergimos de nuevo entre los roces de nuestras bocas y posteriormente de nuestros cuerpos.



Comencé a tocar a Frank por debajo de la camisa de su uniforme, pero no me atrevía a llegar más lejos, su cuerpo estaba tibio, sus ojos se miraban deseosos, sus manos me tocaban con impaciencia. Se quitó la camisa para después colocar sus manos sobre el borde de mis jeans, acaricié su oscuro cabello y toqué sus labios con las yemas de mis dedos; sonreí.



-¿Qué haces Frankie? – Pregunté en un susurro.



-Quiero estar contigo Gerard, quiero…



-Shhhh – Dije obligándolo a cerrar sus labios después de haberlos besado. 



-¿Qué sucede? – Preguntó curioso.



-No puedo hacerlo Frankie – Dije al tiempo que me sentaba provocando que el cuerpo de Frank quedara sentado sobre el mío con sus piernas alrededor de mis caderas – Jamás haría nada que pueda dañarte – Expliqué mientras acariciaba su torso desnudo.



-No me harás daño – Susurró sobre mis labios y cerró sus ojos con fuerza para abrirlos una vez más – Me harás el amor – Susurró nuevamente.



Sus palabras me hicieron estremecer, mi piel comenzaba a tornarse brillosa por la emoción y mis manos no sabían en que parte de su cuerpo debían permanecer. No había mejores palabras para describir aquél acto que estábamos a punto de realizar. No existía ser en la tierra que pudiera ser más amado que Frank, y no habría persona o ser que sintiera cosas más intensas que las que yo siento por él.



-Te amo Frankie – Susurré sobre sus labios antes de posesionarme de ellos.



Mis movimientos comenzaban a volverse más agresivos, pero debía controlarlos, era la euforia del deseo que me invadía hasta no poder conservarlo dentro de mi ser. El sentir su cuerpo desnudo sobre el mío y sus manos deslizar por mi piel, su aliento desvanecerse sobre mi boca, poder probar el sabor de su saliva; no imaginarlo. Y sin embargo; era mejor de lo que la mayor de mis expectativas me había llevado a pensar.



Lo tomé con cuidado y giré su cuerpo para quedar sobre él. Sus ojos se posaron sobre mis alas, sé que le encantan, era una lástima que ya no iba a tenerlas, las extendí para maravillar su rostro con su visión y después envolver nuestros cuerpos con ellas nuevamente. Deslicé mis dedos por su abdomen hasta llegar a su entrepierna y comencé a tocarlo con suavidad. El pequeño comenzó a gemir de inmediato. Aquellas voces eran mejor que el canto de los ángeles; vaya comparación que me di el lujo de hacer. No obstante si había alguien que lo supiera con certeza era yo.



Sus gemidos comenzaban a excitarme más de lo que su sola presencia lo hacía, pero temía dar el siguiente paso, así que decidí darle placer con mi lengua. Comencé a lamer su pene de arriba abajo para introducirlo en mi boca posteriormente. Sentía su cuerpo temblar; y su pene palpitar dentro de mi boca. Continuaba con mis movimientos porque su sabor era exquisito y sus gemidos eran excitantes. Rodeó mi cuello con sus manos y me haló hasta su boca.



-Detente – Pidió agitado.



-¿Por qué quieres que pare? – Pregunté extrañado.



-Es… demasiado… todo esto es nuevo para mí… y lo que yo quiero es…



-Dime que es lo que quieres amor… lo que sea – Susurré sobre sus labios.



-Quiero sentirte dentro de mí – Pidió mirando mis ojos fijamente.



También yo lo deseaba, no había nada que deseara más que posesionarme de su cuerpo desde su interior. Deseaba poder sentirlo mío, cada partícula de su ser me pertenece y moría por reclamarlo como tal; sin embargo, temía dañarlo, lastimarlo sería algo que jamás me perdonaría.



-Si lo hago… jamás podré verte de nuevo – Le informé acariciando su rostro.



-Dijiste que te habían quitado tus alas… ¿Qué pasará entonces? – Preguntó angustiado.



-Seré humano de nuevo, moriré – Aseguré.



-No tiene sentido – Dijo negando con su cabeza.



-He perdido la cuenta… de los años que he vivido siendo un ángel… regresar a la forma humana es… tan complicado… he olvidado como ser una persona.



-Yo te enseñaré – Afirmó Frank – Debes permanecer a mi lado Gerard… siempre.



Su petición era tan dulce; pero confundía sus palabras, aquello no era una petición, era una orden. La forma que lo dijo sin dejar de ver directo a mis ojos, sus manos aferradas a mi cuerpo, sus labios aproximándose a los míos. Era imposible negarme. Lo besé de nuevo y lo abracé con fuerza. Sus piernas rodearon mi espalda para darme paso a que ingresara en él. Temía hacerlo, sabía que sería doloroso, pero mi cuerpo me traicionaba, al igual que su voz insistente que me pedía entrara cuanto antes.



-Tu cuerpo es tan pequeño… que temo lastimarte – Susurré y besé su cuello.



-No lo harás, confío en ti amor.



Frank emitió un hermoso gemido, mis alas se desplegaron instintivamente en cuanto comencé a introducir mi pene en su interior, no parecía dolerle, o tal vez era lo que quería que yo pensara. Su interior era bastante estrecho y aquello me provocaba aun más placer. Tal ves en esta ocasión nuestros sentimientos serían contrarios, todo lo que me provocara más placer a mí, era lo que haría su dolor más intenso. 



-Te amo Gerard – Dijo Frankie en voz baja mientras trataba de mantener su vista sobre la mía, pero mis movimientos lo obligaron a desbordar una lágrima que corría por su cándido rostro.



Aquello era mi culpa, jamás me lo perdonaría, el haber custodiado cada una de sus lágrimas y ser yo quien ahora las provocaba. Las limpié con cuidado y besé sus labios.



-Son lágrimas de felicidad – Me informó apretándome con fuerza.



Le regalé una sonrisa y disminuí la intensidad de mis movimientos. Entraba más lento y con más cuidado a su interior, pero a Frank pareció no agradarle la idea.



-Continúa… como lo hacías hace un momento – Me pidió entre gemidos.



-¿No te estoy causando demasiado daño ya? – Pregunté después de besar sus labios.



-No… no lo estás haciendo Gerard… me estás causando demasiado placer – Me informó con su voz quebrada.



Sentí ganas de llorar pero retuve las lágrimas muy dentro de mis ojos, en igual de ellas le mostré una sonrisa. Sus manos comenzaron a pasear por mi cuerpo. Lo tomé del mentón y lamí sus labios despacio, delineando el borde de ellos con mi lengua. Frank gimió dentro de mi boca, aquél sonido encendió mi cuerpo. Lo sujeté de la cadera y lo acerqué más a mí. Su cercanía me facilitaría los movimientos que él deseaba que hiciera.



Comencé a penetrarlo con más fuerza, procuraba llegar hasta el fondo de su interior antes de salir de él. Sus gemidos iban en aumento, el pequeño movía su cuerpo junto al mío, fui yo quien exclamó un grito de placer esta vez, lo miré al rostro y sujeté su pene en mi mano para sentir su semen resbalar por mi piel, al tiempo que yo me corría en su interior.



Creía que aquella sensación me llevaría al borde de la locura, pero necesitaba más de aquello, si no en ese momento, pronto. Extendí mis alas de nuevo y abracé el cuerpo de Frank con fuerza.



-Llévame… antes de que te quiten tus alas… llévame al cielo una vez más – Pidió mientras continuaba acariciando mi cuerpo.



Sabía lo que quería, no podía elevarme si él venía conmigo, de ser así parecería que volaba sólo, su cuerpo podría verse pero el mío no.



-No puedo hacerlo – Respondí tristemente.



-Si puedes – Aseguró.



A esas alturas sería capaz de correr el riesgo para complacerlo, haría cualquier cosa para ver su sonrisa una vez más. Lo tomé con fuerza y comencé a agitar mis alas para subir lo más alto que me fuera posible, hasta que estuviera seguro que nadie podría distinguir su figura, que nadie podría advertir nuestra presencia.



-Te amo Gerard.



Besé sus labios en cuanto terminó la frase, creí que era una evidente respuesta a sus palabras. Regresamos al jardín secreto en el patio trasero de su hogar, lo ayudé a vestirse de nuevo acomodando con cuidado su ropa, mientras me tomaba el tiempo para admirar su cuerpo una vez más. Lo abracé y besé su hombro.



-Eres lo más maravilloso que jamás me ha pasado – Dije en voz baja.



Frank me tomó del rostro y besó mis labios.



-¿Estarás aquí mañana? – Preguntó inseguro.



Tomé su mano y plasmé mis labios sobre esta para besarla.



-Te lo prometo – Le dije al tiempo que desplegaba mis alas para regresar.



Frank se quedó en aquél pacifico lugar mientras miraba hacia arriba; mientras continuaba observándome; yo aun podía observarlo a él, se hincó sobre el césped para tomar una de las plumas que habían caído de mis alas cuando efectué el vuelo, la llevó a sus labios y absorbió su aroma. Ya era un poco tarde, se podía apreciar la figura de la luna y apenas comenzaban a brillar las primeras estrellas de la noche.



Dejar mis alas para continuar siendo un esclavo. No había un solo ángel en el cielo que no estuviera enterado ya de aquél acontecimiento. El amor y la libertad jamás van de la mano. Sin embargo no me importaba; no había nada en el mundo que deseara más que amar a Frank durante la corta vida que viviría como humano. 



Siempre que estuviera a su lado sería feliz, había vivido para servirle durante toda su vida, no me importaba seguir haciéndolo durante la mía.



Esperaba impaciente para poder volver a ver su rostro, ahora me sentía extraño sin aquél peso que acostumbraba cargar sobre mi espalda, me sentía desequilibrado y torpe, y la sensación de cubrir mi torso con ropa era extrañamente incómoda.



Coloqué mis pies sobre la tierra y di el primero de muchos pasos hacia su encuentro. Ya comenzaba a disfrutar de su presencia aun cuando no estaba a su lado, divisé su pequeño cuerpo a la distancia y me quedé de pie frente a la acera de la escuela. Su rostro se iluminó con la habitual sonrisa que expresaba al advertir mi presencia. Se apresuró a llegar a mi lado, atravesó la calle sin mirar a los lados; mi corazón se estremeció, pero me llené de alivio al sentir sus brazos rodear mi cuello.



-Estás aquí – Comentó felizmente mientras miraba mi cuerpo de arriba abajo.



Debía acostumbrarse a mi forma mortal, a ver a Gerard humano, a verme con ropa y zapatos encima de mí piel, a ver mí espalda sin aquellas alas que amaba admirar, era difícil para mí, pero parecía no ser un gran dilema para él.



Lo acompañaba de la escuela, protegiéndolo de camino a su casa, tal y como siempre lo hacía; sólo que ahora con mis pies sobre la tierra, caminando justo a su lado, pudiendo decirle cuanto lo amo justo frente a su rostro, besar sus labios en el segundo que así lo desee y tocar su piel mientras escuchaba a mi pequeño Frankie contarme todos los secretos humanos que creía me escondía durante mi supuesta ausencia. Yo lo sabía todo de él. 



Cuando un ángel llora, una tragedia se aproxima; si su felicidad es a consta de esa tragedia, derramaría lágrimas a cada segundo. 



La vida es relevante; puede variar de un segundo a otro, jamás estaremos al tanto de lo que sucede o lo que sucederá. Durante 16 años tuvo solo un significado para mí; el único significado que sigue y seguirá teniendo. Frank, eres la única razón de mi existir y aunque la vida siga en constante cambio para mí, eres tú lo único por lo que vale la pena vivir. Frank, eres tú mi concepto de vida.

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