miércoles, 15 de agosto de 2012

Escalofrío; Capítulo: #9

Capítulo: #9

Como nosotros también perdonamos a los que nos ofenden.

Volví a casa, caminando lentamente. Arrastrando mis pies.
Sintiéndome humano.
Si, así me sentía, humano. Un ser humano.

Suspire.
Hace cuánto tiempo que no me pasaba esto? Ni siquiera yo, tengo la respuesta a esa pregunta.

Llegamos al mundo con una misión, crecer, desarrollarnos, formarnos. Estudiar, trabajar, formar una familia, envejecer, morir.
Cumplir el ciclo de vida.
Pero nunca lo pensé así, nunca.
Si, tenia mi misión. Pero no era la misma. Nadie la comparte. Y si es así, ruego al cielo poder encontrarme a esa persona.
Preguntarle como se siente hacerlo, que es lo que su mente y corazón registra cuando los mata. Si les tiene lastima, si duda por un segundo en no hacerlo, si tiene esa impresión por momentos de arrepentirse.
Ojala, ojala existiera una persona así como nosotros. Quizás podría ayudarme con mi mente, corazón.

Pero no, hasta ahora nunca supe de nadie mas.
Somos asesinos?
Si lo somos, con todas las letras. Pero asesinos justificados.
Así me gustaba llamarnos, tenemos y tendremos una justificación.

El señor nos lo ordena, debemos cumplirlo.
Pero un mandamiento dice “No mataras”, cierto?. Entonces?.

Entre al edificio, alejándome de esos pensamientos constantes.

Subí al ascensor.

Justo cuando el gran artefacto, paso por el octavo piso, mi mente no pudo evitar pensar en el.
Gerard.

Entre a mi casa, ese silencio seguía.
Supe que mi hermana aun estaba dormida.

Llegue a mi habitación como pude, porque mis ojos ya estaban llorando.

Solo me deje caer en mi cama, tratando de hundirme en ella lo mas que pueda. Escapando, gritando y rogando que todo acabara.

Ya no quería seguir.
Ya no mas, por favor.

***

Martes.

Desperté.
Aun seguía en mi cama, maldición. Que buena la suerte la mía.

No estaba harto de estar vivo, ni de estar muerto.
Estoy harto de ser el mediador entre ambos mundos.

Mi mente estaba muerta, pero mi corazón vivía, latía, y mas fuerte que nunca.
Esa chica, había dado velocidad a mi músculo.

Llore, de la nada volví a llorar.

La puerta se abrió.
-Frankie?-Escuche-
-No puedo...-Murmure-
-Qué? Qué ocurrió?-Dijo sentándose a mi lado-

Me acurruque aun mas en la cama.
-No puedo con mi corazón...-Hundí con fuerza mi puño en el pecho- No puedo, son muchas cosas las que siento. No quiero sentirlas, pero a la vez me alegro.-Lloré sin alejar mi puño-
-Frankie...-Susurro abrazándome-
-Por qué ocurre todo esto?-Pregunte-
-Porque somos humanos Frankie, es normal que sientas esto.
-Se supone que no debería, eso me convierte en un débil.
-No es cierto.
-Si lo es, lo dije la otra vez. Sabes que tengo razón.
-Y si es así? Cuál es el problema? Todos tenemos debilidades, yo tengo las mías, tu las tuyas. Quizás no sean las mismas. Pero siguen siendo debilidades.
-No quiero tenerlas, no quiero sentir. Quiero irme.
-Cállate, no digas eso. No te iras a ninguna parte. Son momentos que uno tiene, ya pasaran.
-Anoche...-Solloce- Anoche mate a una chica, la abrace-Apreté con fuerza a mi hermana- Murió en mis brazos- Y....-No pude continuar-
-Y?
-No quise hacerlo, es la primera vez que me sentí obligado, estuvo de acuerdo. Se sentía sola, no debí haberla dejado en su habitación.
-Qué ibas a hacer? Cargar y dormir con su cuerpo hasta que se pudra?
-No...-Acaricie su espalda- Pero podría haber hecho algo mas por ella. Enterrarla. No se.
-Mira...-Hizo una pausa- Ella vivía sola?
-Así es.
-Quieres volver? Yo te acompaño, volvemos. Sacamos su cuerpo de alguna manera y la enterramos, si eso te hace sentir mejor.
-Podemos?-La solté rápidamente-
-Si mi amor..-Acaricio mis mejillas- Hago lo que tu quieras con tal de no verte llorar.

Volví a abrazarla.
-Lo siento...-Murmure- Se que estas mal por Paul y sigo cargándote con problemas.
-Nunca me cargas con nada. Eres lo mas importante que tengo.



Fue toda una odisea.
Logramos sacar su cuerpo.
Revise toda la casa, encontrando papeles con sus datos.
Fuimos al cementerio, y conseguí para ella una lapida.
Podía tener su lugar, solo de ella. Nadie abusaría, la tocaría sin su consentimiento.
Tenia su espacio, su lugar, su territorio. Algo que nunca tuvo.
Un lugar en el mundo.
Y me sentí feliz, supe que desde algún lugar del cielo ella me estaba agradeciendo.

-Perdona sus ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.-Murmuré mirando su lapida-


Llore, dejándole unas flores. Pidiéndole perdón unas veinte veces, hasta que mi hermana me arrastro para irnos.

-Te sientes mejor?-Pregunto-
-Bastante.-Conteste- No sabes nada de Gerard?

Silencio.

-No, por qué?
-No lo he visto.-Trate de no sonar tan desesperado-
-Yo tampoco.

Volvimos a nuestro refugio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario