domingo, 12 de agosto de 2012

Think happy thoughts; Capítulo: #23

Capítulo: #23

— No sé cuantas veces te lo he dicho ya, pero te amo. Eres una de las personas más importantes para mí. No sé como puedo amarte de esta manera. Creo que la frase "Te amo" ya no alcanza...En serio siento al más grande, pero no hay palabras para decírtelo -respiró al final, ya que todo lo había dicho sin inhalar aire.
— Tal vez palabras no, pero gestos si -lo tomé delicadamente del cabello y lo atraje hacia mí, hasta que nuestros labios, hicieron aquel contacto exquisito que me encantaba- Yo tambien te amo, Frankie -dije en susurro
— Perdóname. No era mi intención haber dicho toda la mierda que dije. Lo siento, lo siento -me besó.- Perdóname, por favor.
— Todo está bien...-lo besé delicadamente- Vamos -le guiñé un ojo y el me siguió.

Como era de esperarse terminamos en mi casa...Específicamente en mi cama. No sabía como podía existir un sentimiento tan grande, tan puro y por sobre todo tan real, que ni siquiera había palabras para describirlo. Un "Te amo" no lo era todo. No podía explicar lo bien que me hacía él. El tan solo sentirlo cerca me hacía volar. Saber que me amaba tanto como yo a él, me hacía feliz.

— Te tengo un regalo -dijo sonriendo
— ¿Si? ¿Que puede ser? -dije ansioso
— Piensa...-me besó
— No lo sé, Frankie. ¡Vamos, dime! -me acerqué como un niño pequeño.
— Mira -me mostró unos boletos de avión- Supe de alguien que quería ir a ver a su familia que vive en... ¿Inglaterra? -sonrió
— ¡¿Inglaterra?!

{~ Narra Frank ~}

Sabía las ganas que tenía Gerard, de visitar a su familia en Inglaterra. Ahora que estabamos juntos, y "reconciliándonos" me pareció una muy buena idea, para que cambiemos de aire y podamos relajarnos un poco. Alejarnos de Jersey por unos días no nos haría mal.

— Sé que tenías planeado ir...
— Y que vayamos juntos es mucho mejor -me besó- Gracias.
— De nada.

Los boletos eran para dentro de una semana. Gerard, estaba tan entusiasmado. Parecía un niño. Hace años que no veía su madre, así que comprendía lo que sentía.

— ¡Vamos, Gee! Se nos hace tarde -grité poniéndome la chaqueta y mirándome por ultima vez en el espejo.
— Ya. Estoy listo -se paró frente a mí. Se veía malditamente hermoso. Recién salido de la ducha, con su cabello negro, cayendo sin cuidado en su frente.
— Te ves hermoso -lo besé
— Tu te ves adorable -me sonrió- ¿Estás listo? -me gritó desde la habitación, cargando las maletas
— Si ¿Te ayudo? -tomé mi maleta.

Ibamos a llegar de sorpresa...Es decir, Donna, no sabía que ibamos. Me costó un poco tomar la dedición, ya que Gerard, iba decidido a contarle sobre nuestra relación. Además, de que Donna, no me conocía.
Estaba nervioso, pero no más que Gerard. Bueno, él más que nervioso estaba ansioso por llegar. Aun no caía en que estaba con alguien tan tremendamente maravilloso como él. Lo miraba y no me cansaba.
Estuvo durante quince minutos despierto, luego se acurrucó en mi pecho y se durmió. Yo iba en la ventana, ya que a él, le daba un poco de miedo, tenía cierto trauma con los aviones. Gerard, había visto como se desplomaban las Torres Gemelas frente a sus ojos.

— Amor...-susurré. Nunca se lo había dicho. Ni siquiera lo había pensado, simplemente me salió. Escuché algunos balbuceos y apretaba sus ojos- Gee...-esta vez moví su cabello
— ¿Mmm? -dijo con los ojos aun cerrados
— Vamos a llegar, Gerard -dijo ya divisando la pista de aterrizaje
— Señores pasajeros, por precaución, abrochen sus cinturones de seguridad. El avión se dispone a aterrizar -dijo una voz femenina. Recién en ese momento, Gerard, se dignó a abrir los ojos
— ¡Wow! -se estiró y bostezó.- Que lindo sueño -me miró y sonrió
— ¿Qué soñaste? -lo miré atento
— Soñé con la fuente de agua. -sonrió- Bueno, más que soñarlo, fue revivir aquel momento, cuando me comencé a sentir atraído a ti. Mi mente no deja de recordarme que eres perfecto. Que te amo y que siempre lo haré... -no atiné a decir nada. Sus maravillosas palabras me habían dejado sin habla.
— Te amo. Es lo único que te puedo decir. Te amo, te amo, te amo -dije entre pequeños besos y sentía como sonreía
— Yo también te amo, Frankie...Más que a mi vida...Más que a nada.

Bajamos del avión y fuimos por nuestro equipaje.
Gerard, pidió un taxi. Nos subimos y ambos ibamos mirando la ciudad. Por mi parte, nunca había estado aquí, y supongo que él estaba recordando como era. A veces apuntaba algunos lugares, diciéndome que estuvo allí cuando pequeño.

— Está muy cambiado -dijo mirando por la ventana. Luego de un viaje de no más de 20 min. Llegamos. Él miraba para todos lados como tratando de recordar- Creo que es aquí. -nos paramos frente a una casa relativamente grande. De color crema, cuyas rejas eran negras. Tenía un antejardín, lleno de flores. Abrió la reja y pasamos hasta llegar a la puerta. Tocó de una forma especial. Dió 5 golpes leves. Los cuatro primeros lentos y el último se demoró un poco.
— ¡¿Gerard?! -gritó una mujer. Su cabello era negro, tez blanca, y delgada - ¡Eres tú, cariño! -lo abrazó
— Hola, mamá -dijo él un poco más calmado- Mamá...-la separó un poco- Él es Frank...Un amigo.
— Un placer, señora Donna. -saludé
— Hola, Frank. Pasen, por favor. -Entramos. La casa era muy acogedora. Se sentía un calor a hogar.
— ¡Gerard! -Gritó Mikey- Hermano, ¿Como estás?-lo abrazó
— Bien, Mike.
— Hola, Frank -me abrazó con aprecio
— Hola, Mikey

Justo cuando llegamos estaban cenando. Eran cerca de las 9:00 pm. Conversaron de toda la infancia de Gerard. Me sentía un completo extraño en la casa, pero cuando decían todas las travesuras que hacía Gee cuando pequeño, me hacían reír y olvidar que era un extraño.

— Frank, cariño ¿Quieres ver las fotos de Gerard cuando pequeño? -ofreció Donna
— ¡Oh, mamá, por favor! -exclamó Gee, riendo

— ¡Oh, Gee! -dijo yendo hacia un gran mueble que había en el living- Mira, Frank -dijo abriendo el álbum- Aquí está Gerard, cuando estaba aprendiendo a caminar. -Era una foto adorable. Salía Gerard, con las manos en el piso, intentando levantarse.- Y aquí estaba comiendo chocolate. Estaba todo manchado.
— ¡Basta, mamá! -se sonrojó
— Pero si te ves lindo -me reí

Pasamos toda la tarde viendo fotografías. Gerard, era tan adorable y su hermosa y respingada nariz siempre había sido igual.

— ¡Wow! Todo sigue igual -dijo cuando entramos a su habitación. Era gris, muy oscuro y en habían millones de póster pegados. Había un escritorio con lápices y hojas, ordenas. Algunas prendas de vestir también. -Mamá, no ha movido nada. -dijo recostándose en la cama
— Siempre fuiste igual -me apresuré en afirmar
— Si -fui hasta donde había ropa- Donna, insistió en que dejara algo aquí, para recordarme. -rió. Me recosté a su lado. -Se lo diré. -dijo de la nada
— ¿Lo...nuestro? -tragué saliva
— Si. Mamá, siempre me ha apoyado...Así que...supongo que sería bueno.
Nos quedamos dormidos así. Encima de la cama, luego de unos minutos de haber estado en completo silencio, solo escuchando el sonido de nuestras respiraciones.

— Permiso...-dijo Mikey, entrando, provocando que ambos despertáramos.
— ¿Qué sucede, Mike? -dijo Gerard, levantándose un poco sonrojado (yo estaba recostado junto a él)
— ¿Recuerdas a Sarah?

— Sarah...-rascó su nariz, he hiso una mueca- ¿Sarah Simons? ¿La hermana de Alicia?
— Si. Vino a verte.
— ¡No la veo hace años! -se levantó y salió corriendo
— ¿Quien es ella? -pregunté con algo de celos, por lo rápido que salió Gerard
— La mejor amiga de Gerard, cuando eran pequeños. Y la hermana de mi actual novia.

{~ Narra Gerard ~}

Habían pasado más de siete años, desde que no veía a Sarah. Casi olvidaba lo hermosa que era. Su pelo rojizo, su tez tan blanca como yo, sus ojos negros. Era realmente hermosa y totalmente distinta a Alicia, su hermana. Ella siempre había sido un poco más "ruda". Tenía unos cuantos tatuajes, su pelo era negro y tenía un par de piercing's.
Sarah, había sido mi primer amor.

— ¿Gerard? ¿Gerard Way? -se tiró a mis brazos
— ¡Sarah! -la abracé
— ¡Estás...hermoso, Gee! -volvió a abrazarme.
— Tú también, estás preciosa.
— ¿Quieres ir a dar una vuelta? Para que conversemos. Hay mucho de qué hablar, Gee. -me tomó de la mano y comenzamos a caminar.

Fuimos hasta aquel parque tan conocido. Toda nuestra infancia, la había vivido allí. Con Sarah, eramos amigos desde que tengo memoria. En ese parque todo seguía igual. Los mismos juegos, los árboles a los cuales, solíamos escalar. Aquellos que tiene un tronco gigantesco.

— ¿Recuerdas? -dijo tirando mi mano, para que me sentara en el pasto junto a ella.
— Por supuesto. Tengo unos bellos recuerdos de este lugar...
— Nuestro primer beso...

No hay comentarios:

Publicar un comentario