sábado, 11 de agosto de 2012

Ultra-Cían Vs Infra-Magenta; Capítulo: #10

Capítulo: #10

Alicia mordisqueó las hojuelas de trigo y miel, dejándolas de nuevo en el plato, frotó con fuerza sus manos sobre su rostro, dando paso a las lágrimas de desesperación

- Tiene que haber alguna manera de saber como está -

Frank sujetó su mano derecha con fuerza, tratando de transmitir la serenidad que le faltaba

- Está con Gerard, sin importar que clase de criaturas deambulen por el inframundo, él no va a permitir que algo malo le pase a su hermano -

- Ese es mi principal temor, Gerard -

- Por favor, no pienses mal de él, Gerard solo esta cumpliendo con su destino, y a pesar de todo el ama a su hermano -

Pronunció estas palabras sin creerlas, recordó su encuentro con Gerard cuando le inquirió por su familia y él le dijo que ellos no importaban, pero, de ser así, ¿para qué se llevaría a Mikey al inframundo, si no era para salvarlo de la muerte?

- Tu no estuviste ahí cuando se presentó en medio de la sala, rodeado de una docena de seres horrendos, amorfos, como espectros destilando maldad, él tan altivo, tan odioso, nos miraba como si fuéramos desechos, Donna se abalanzó hacia él, quería abrazarlo pero el la rechazó, "vine por mi hermano" fue todo lo que dijo, Mikey le preguntó que pasaba, donde había estado todo el tiempo y el solo se limitó a decir que después le explicaba, que se fuera con él, Mikey no quiso... Frank esa mirada, nunca la voy a olvidar, estaba llena de lujuria, de esa forma en que un hombre jamás debería mirar a su hermano, lo tomó del brazo y se desvaneció tal como vino -

Debería el Nereido lamentarse por el destino de Mikey, todo su sistema de valores le dictaba que su pesar debía ser hacia la vida que en el inframundo le tocara vivir a un humano, pero en su fuero interno lo que más dolía eran las ultimas palabras de Alicia, "lo miraba con lujuria" tal vez ella malinterpretó aquel gesto, tal vez eran simples celos, se sacudió como sacando aquellos pensamientos de su mente, dejó a Alicia en el comedor del palacio y bajó a encontrarse con Aileon.

- Está jugando sucio Frank -

- Por qué lo dices -

- Envió espectros, vampiros y hechiceros a la tierra, están matando comunidades enteras, empezó en el desierto del Sahara -

- Era de esperarse, eso no es jugar sucio, es su guerra -

- ¿Enviar seres poderosos a matar sin piedad a humanos que no tienen la más mínima oportunidad de defenderse, te parece justo? -

- Cómo más podría hacerlo -

- Frank, está prohibido intervenir en sus destinos de esa forma, él pudo enviar Vanidades y Furias para que sacaran lo peor de los humanos y hacer que se maten entre ellos, presos de su orgullo, odio y todo sentimiento egoísta, se supone que cada ser debe ser juzgado así, y depende de su propia voluntad luchar en contra de sus deseos básicos, pero eso que Gerard está haciendo, es un crimen -

La tristeza en los ojos de Frank era innegable, sus pupilas se dilataron al ver a Aileon directamente a los ojos, sabia que las palabras próximas a pronunciar traerían dolor al ultramundo

- Si Gerard quiere la guerra así, así será. Alista a tu ejercito de Elfos, llama a los guardianes del sur, a las Alseides y los hechiceros blancos, que se preparen porque nos vamos a la tierra, a defender la humanidad -

Aileon no podía disimular su alegría, hacia muchos siglos ya que los Elfos no enfrentaban una buena batalla, y la naturaleza los había creado como guerreros, estaba inherente en su sangre el ansia de medir fuerzas contra los enemigos, y sobre todo de ganar.

- Por qué solo dos de las tribus de los elementales, ¿no seria mejor que fueran las cuatro? -

- No voy a enviar hadas de agua al desierto, hay que saber como pelear, y las de aire se deben quedar acá junto con las ninfas, las nereidas y demás seres. No sabemos lo que tiene ese loco en la cabeza y nada raro tendría que quiera atacar acá también, el ultramundo no se puede quedar indefenso -


El brillo de los poblados ardiendo se reflejaba en los ojos soberbios de Gerard, el olor de la carne humana quemada le recordaba aquellas pesadillas que no le dejaban en paz cuando aun era humano, los gritos de la gente invadían sus oídos, pero él los acallaba, concentrándose en su propia energía, le dolía si, su alma se moría un poco cada vez que la vida abandonaba a uno de aquellos seres que destruía, ¿por qué lo hacía? Esa era la pregunta que le atormentaba en sus ratos de soledad, buscaba en su interior la forma de ultimar todo esto, de convencer a la triada que esa no era la forma, deseaba salir de allí corriendo a los brazos de Frank, pedirle que limpiara su alma, que le ayudara a escapar de su destino, pero la fuerza demoniaca era más fuerte que él, limitando su cada vez más agonizante voluntad de humano.

El amanecer llegó pronto obligando a los oscuros a regresar a sus escondites terrenales, un extraño campamento imperceptible al ojo humano se alzaba sobre una pequeña colina cerca de Walata en Mauritania, la guarida perfecta donde las criaturas materiales descansaban durante el inclemente sol del desierto, Gerard decidió establecerse primero en ese lugar, deberían permanecer allí mientras arrasaban con el sitio, los constantes viajes por el portal del inframundo hacia la tierra y viceversa drenaban las energías puras de los seres, al menos esa era la excusa que Gerard les ofrecía a los suyos, pero su razón para estar alejado del inframundo era que en ese lugar Frank podía ir a buscarlo sin problema.

- ¿No sientes lástima por la humanidad? -

Mikey le recriminó nuevamente, como venia haciendo cada que una incursión terminaba

- No me preguntes esas cosas -

Gerard no quería comenzar una discusión con su hermano, una discusión que él sabia que ganaría con la fuerza más no con la razón, ajustó las lonas de su tienda, para evitar la entrada de los rayos del sol, caminó despacio recostándose en el piso, acomodando su cabeza sobre el regazo de su hermano

- Te traje para que me acompañes y reconfortes, no para que me juzgues -

Mikey retiró suavemente los mechones de cabello negro que caían sobre la sien de Gerard, pasando luego su mano sobre la frente gélida de su hermano

- No puedo ser solo un testigo silencioso del mal que estas causando... -

Gerard se levantó mirándolo a los ojos, apretó los labios y tomó el rostro de Mikey entre sus manos, uniendo su frente con la de él, comenzó a sollozar quedamente

- Si tuviera manera de detenerlo, lo haría, pero estoy atado... no puedo cambiar mi destino -

Separó un poco su rostro, lo suficiente para verse a los ojos, pero no demasiado como para sentir tan cerca su aliento, Gerard levantó un poco el rostro de Mikey tomándolo de la barbilla, mientras en la más grande angustia acomodaba su boca sobre la de su hermano, aprisionó el labio superior de Mikey entre los suyos, tomando con fuerza su cabeza evitando un rechazo, Mikey lo empujó lejos de si, plantándose a un par de metros de distancia, cerró los ojos sin poder creer lo que había sucedido

- ¡Estas loco Gerard! -

El demonio no pudo ahora ver a su hermano humano a los ojos, arrastrándose por el suelo llegó hasta sus pies aferrándose a ellos, los besó repetidamente, mientras susurraba "perdón"
Mikey se hincó a su lado, rodeándolo con sus brazos, en señal que el perdón entre hermanos era tácito

- ¿Por qué lo hiciste? -

Gerard levantó su mirada desconsolada, su rostro estaba desencajado, extendió su mano para acariciar la tibia piel del rostro de su hermano, extrañaba esa calidez de la humanidad

- ¿Sabes que las criaturas del inframundo no podemos amar? Hay lujuria, si, de esa hay mucha, pero amor, no. A pesar que me haya convertido en esto... mi alma aun es humana y necesito tanto amor... para eso estas acá, porque te necesito hermanito -

Gerard se aferró al delgado cuerpo de Mikey, buscando ese calor que su propio cuerpo no lograba producir, Mikey acomodó su cuerpo alrededor de Gerard procurando abrigarlo lo más posible, el humano se quedó dormido con Gerard en sus brazos, el demonio se quedó contando los segundos para que la noche regresara, poder atacar de nuevo y esperar que su enemigo viniera por fin a enfrentársele.

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