sábado, 11 de agosto de 2012

Ultra-Cían Vs Infra-Magenta; Capítulo: #7

Capítulo: #7

Los vistosos haces de luz que las amatistas disparaban a causa del reflejo de las flamas de las antorchas empotradas sobre los largos postes de plomo que bordeaban la antesala del palacete, lograban un brillo intermitente en los ojos de Aiv-lis, que se confundía con el brillo natural que desprendían sus ojos lascivos, fijados con deseo sobre la piel blanquecina de su amo, sentada en el suelo con sus piernas dobladas hacia el mismo lado, apoyada en su mano derecha, esperando una señal que le indicara que era propicio hablar, Gerard dejó de fijar su mirada en la bóveda azabache que hacia para él las veces de cielo en el inframundo, un suspiro lanzado al aire, todos lo seres bajo su mando se estremecían de temor al sentir que su alma no lo abandonaba, suspirar, una respuesta tan básica propia de los humanos, de aquellos seres que aun son dominados por sus afectos.

Aiv-lis pasó suavemente su lengua sobre su labio superior, humectándolo para empezar a hablar, levantándose despacio del suelo, acomodando sobre sus curvas el vestidillo de satín púrpura que le cubría

- Escribí un cántico para su grandeza -

Gerard la miró, apenas si se percataba que no estaba solo, sintió deseos de alejarla de él, como hacía con cuanta criatura se acercaba a su lado, se sentía como un león enjaulado, le molestaba el ruido, no soportaba el silencio, la ausencia de cansancio en su cuerpo cansaba su espíritu, no podía dormir, ya no tenía esa habilidad, su días consistían en lecciones sobre su pasado, su misión en el universo, impartidas siempre por la triada, los regentes de las tres razas más importantes del inframundo.

Decidió dejarse llevar por lo que "tenia que ser", el líder máximo de la oscuridad, desinteresadamente se sentó sobre el borde del ventanal.

- A ver, canta -

Aiv-lis llenó su pecho de aire, Gerard esperaba alguna melodía salir de su boca,
¡Cuanta falta le hacia la música!, Era aparte de “él”, lo que más extrañaba del mundo, pero Aiv-lis solo entonó algo que parecía una simple oda.

- Noches de tres lunas ovoides, rojo sangre de humanidad,
Él más grande espera ansioso el principio del final,
Lamentos lejanos de infructuosa búsqueda de serenidad,
Si abandonara su alma, el dolor no regresaría más,
Lejanos ecos de la voz del Nereido, punzan su alma
Dulce-amargo sonido de quien no se debe amar -.

Aiv-lis sonrió con expresión gatuna, esperaba ser recompensada por su cántico, tal vez con una caricia, tal vez con algo más, Gerard entrecerró sus ojos, como si no comprendiera por completo lo dicho por aquella Vanidad, se acercó a ella solo unos pasos, a pesar de saber que con solo pestañear podría matar a cualquiera de aquellos seres, aun les temía.

- A que te refieres con ecos lejanos del Nereido -

- A tu tormento, el Nereido, ¿a quién más? -

- Pero quién es él -

- Él -

Gerard sentía que su paciencia estaba alcanzado su limite, se disponía a sacarla de allí en esferas de fuego, pero ella habló de nuevo

- Por qué me preguntas quién es si en lo que queda de tu sucia alma solo hay sitio para él -

- Es Frank, verdad, los ecos dulces que escucho cada segundo son los de su voz, siento tanto dolor y alegría en mi alma al sentirlo tan cerca de mí... ¿Por qué lo llamas así? -

- ¿No lo sabes? -

- ¿Crees que soy un idiota que solo pregunta por preguntar? -

- Nereo, es el padre de la madre de tu dulce tormento, es el padre de todas los elementales de agua, Frank es un Nereido, por eso le llamo así, y ese dolor en tu alma del que hablas se irá cuando Frank dejé de ser tu enemigo, y sea vencido por tu grandeza -

Gerard sintió estallar en cólera, sin medir aun los nuevos dones que tenía en su ser, dejó salir un vozarrón que hizo temblar las paredes del palacete y resquebrajar los cristales de los ventanales

- ¡Una Vanidad no tiene derecho a decirme que debo hacer con mi alma! -

La voz quebradiza de Aiv-lis se escuchaba lejana a pesar de estar a pocos metros de Gerard, recostada contra una pared presa del miedo

- No, mi señor, yo no le dije lo que debe hacer con su alma, solo lo que debe hacer con Frank -

Gerard caminó hasta ella, encarándola esta vez, con un tono suave, producto del miedo que hasta a él le causó su estallido anterior

- ¿Es que no te das cuenta que es lo mismo? -.

La triada hizo presencia en la antesala del palacete, tan imponentes, tan seguros de si mismos, Gerard los encontraba odiosos, no los soportaba, pero no tenía otra opción más que aprender de ellos.

Nélya fue la primera en hablar acicalando sugestivamente sus alas de vampiresa, extensas, brillantes tan hipnotizantes como su voz

- Espero que te hayas divertido con la Vanidad que envié para tu placer -

Lo dijo viendo de reojo a Aiv-lis

- No, ella solo me molesta -

- Si lo deseas, la mato -

- ¡No!, No es necesario, ¿ustedes todo lo solucionan así verdad? -

- Cuando algo no sirve se debe eliminar -

- Cómo la humanidad, ¿verdad? -

- Principalmente esa raza -

Gruñó con su grave voz Doolb, el Hechicero mayor, su presencia era por demás intimidante, alcanzaba fácilmente los dos metros de altura, de cuerpo atlético pareciendo más un guerrero que un maestro en las artes de la mancía y la hechicería, Gerard siempre trataba de adivinar la edad de cada uno, pero le era imposible, todos tenían la misma edad del universo, pero parecían en sus veinte, además, le inquietaba la razón, el por qué de que seres tan llenos de maldad, como los percibía él, pudieran ser tan hermosos.

- Debería haber otra forma, una solución alterna... -

- Por qué ese apego a la humanidad Gerard, a ti no te importa, no te interesa ningún humano, ni siquiera te ha importado lo que le pase a tu familia -

- A mí aun me interesa "un" humano, y si para salvarlo a él, debo salvar a toda la humanidad... -

Yenoh el demonio superior lo interrumpió hablando por debajo del velo que cubría su cicatrizada boca, la cual sentía vergüenza enseñar, su voz tenía una extraña característica, no tenia eco, por fuerte que hablara, por grandes que fueran los vacíos en el ambiente, solo rompía el aire y se desvanecía al instante

- Él, ya no es humano, él es tu enemigo -

Gerard bajó la cabeza, con estos seres era imposible razonar

- Ya lo sé, pero de eso me voy a encargar hoy, cuando lo vea en la zona franca -

- Lleva este puñal, es lo único que puedes usar para matarlo, allá tus poderes no sirven -

Nélya le entregó el puñal, Gerard lo guardó en su cinto, mientras levantaba su cabeza, sin mirar a ninguno a los ojos, sentía que al hacerlo ellos adivinarían su objetivo real de ese encuentro.

- Mejor me voy ya, la hora se acerca -.

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