jueves, 27 de junio de 2013

A lovely apparition; Capítulo: #3

Capítulo: #3

Frank se sentía miserable.

Habían pasado casi dos semanas desde la última vez que la había visto. Dos semanas desde que la había besado y muy posiblemente ahuyentado para siempre. Dos semanas después de pasar por lo menos una parte de cada noche en Vauxhall, buscándola en vano.

No debería haber importado, lo sabía. No cuando él no sabía absolutamente nada de ella excepto que había reservado su identidad de él por necesidad, no por elección. Lo que quería decir, que no podía ser cualquier cosa en la que Frank quisiera involucrarse.  Pudo simplemente sacarla de su mente, deja de esperanzar volver a verla, y cuando el tiempo suficiente hubo pasado otra chica linda captaría su atención y todo volvería a ser como antes.

Podría decirse a sí mismo—se ha dicho a sí mismo esto, repetidamente—pero a pesar de ello, sus pensamientos todavía se dirigían hacia esos ojos avellana y esa suave, pálida piel y la suavidad de sus labios, inolvidable aunque haya durado sólo unos breves instantes.

Frank nunca había estado enamorado antes, no realmente. No sabía si esto podía llamarse propiamente amor; enamoramiento estaba probablemente más cerca de la marca, o, para decirlo menos caritativamente, obsesión. Pero fuera lo que fuera, estaba en sus garras, y no tenía la menor idea de cómo liberarse.


*****

Por dos semanas, Gerard mantuvo los vestidos escondidos en el cofre debajo de su cama. En el pasado, los habría sacado simplemente para mirarlos, sostenerlos frente al espejo y tocar la tela. Ahora los dejó donde estaban, como si haciéndolo pudiese olvidar que estaban ahí, olvidar que los había usado.

Apenas y salía de la casa, reduciendo incluso sus viajes usuales a la librería y sus ocasionales salidas al teatro. Bebía más de lo que debía y escribía poesía sentimental, y sobre todo eso, intentó olvidar cómo se había sentido cuando Frank lo besó.

Mikey había, en gran parte, dejado a Gerard por su cuenta esas dos semanas, quizás esperando que su hermano finalmente haya desechado por completo esa idea, y simplemente necesitara algo de tiempo para superarlo y seguir adelante. Una noche, sin embargo, se apareció en la habitación de Gerard con una expresión severa.

"No me dijiste que tú y Frank se habían besado," comenzó, y Gerard suspiró.

"Esperaba evitarme un sermón, supongo que esa esperanza fue en vano."

"Lo vi esta noche," continuó Michael. "Se veía con el espíritu decaído, así que le pregunté qué sucedía. Gerard, ¿qué estabas pensando?

"Debo creer que es bastante obvio que no estaba pensando," contestó Gerard, pasándose una mano por el cabello. "¿Crees que si no vuelvo a salir de mi cuarto, él olvide lo que sucedió?"

Michael dejó salir un pequeño sonido de irritación. "Conociendo a Frank, eso sólo lo empeorará todo—él puede ser tan estúpidamente romántico como tú, algunas veces. Si quieres saber lo que pienso, deberías decirle la verdad."

"¿Qué?" Gerard parpadeó. "Esa... esa es una terrible idea, Michael.

"Lo que la haría radicalmente diferente a la mayoría de las ideas que has tenido últimamente, supongo," Dijo Michael secamente. "Mira—ni siquiera tienes que decírselo en persona. Escribe una carta y yo se la entregaré. Podemos explicarle que esto era sólo un—un experimento que estabas haciendo, si quieres, y una vez que se le pase el enojo, lo encontrará hilarante."

Gerard prefirió estar realmente absorto en estudiar sus propias manos que ver a Michael a los ojos, o admitir que no quería que Frank se enojara con él, encontrara su situación hilarante, o conociera la verdad.

"Qué tal si," comenzó luego de un momento, "¿Qué tal si vamos a Vauxhall de nuevo—sólo una vez más—y le digo que no podemos vernos otra vez? Que, no lo sé, voy a dejar el país, o algo más que significara no tener esperanzas en verme ahí de nuevo.

Michael consideró la idea por un momento, pero su expresión era dudosa. "No sé si eso pueda disuadirlo tan bien como crees. No estoy seguro si confío en ti para ir allá de nuevo sin hacer algo incluso más tonto de lo que ya has hecho."

"No creo poder decirle la verdad," dijo Gerard miserablemente. "Sé que debería, que sería lo correcto, pero no puedo soportar la idea de cómo pueda actuar." De algún modo se iluminó como si se le hubiese ocurrido una idea. "Pero si mi intento de alejarlo de mí no funcionara, podríamos volver a tu idea."

Michael lo observó por un largo momento. "Sólo una vez más," resonó.

"Sólo una vez más," repitió Gerard. "Lo juro."

Michael negó con la cabeza, luciendo aún inseguro sobre todo el asunto. "Eso espero. Porque no me importa cuánto refunfuñes, no volveré a ayudarte con eso de nuevo después."


*****

El siguiente sábado era la fecha de otra mascarada de Vauxhall, una a la que Michael había planeado ir él mismo. "Veré a alguien ahí," fue todo lo que pudo responder cuando Gerard lo acribilló con preguntas.

A excepción de la misteriosa cita, cuando Michael fue a la mascarada era más que todo para observar los trajes de los demás. Él puso el menor esfuerzo en el suyo, usando seguido simplemente negro y diciéndole a cualquiera que le preguntara que él era una personificación de la muerte, o la noche, o el lamento, dependiendo de qué respuestas combinara mejor con su ánimo, y raramente se molestaba en colocarse una máscara, quejándose de que las encontraba incómodas.

En cambio Gerard, él usó el vestido lila y la máscara plateada de nuevo. Se detuvo frente al espero, y pensó en la primera vez que tomó el vestido, y cuán pequeña era la idea que tuvo cuando aún estaba en la tienda.

Su plan era tomar el mismo carruaje, pero bajarse a una poca distancia del Vauxhall, entrar separados al jardín y encontrarse fuera del portón a una hora acordada; lo último que necesitaban ahora era que Frank viera a su dama misteriosa en compañía de un amigo quien aseguró no conocer su existencia. El conductor claramente los confundió con una pareja, y a pesar que Gerard era un manojo de nervios y Michael aún demostraba su desaprobación a través de un estoico silencio, ninguno pudo evitar reírse.


*****

Cuando Frank la vio por primera vez, en el mismo vestido que usó la noche que se conocieron, pensó que era su imaginación. Estaba lejos de él, mirando de un lado a otro, y el corazón de Frank dio un pequeño vuelco cuando se dio cuenta que ella parecía estar buscando a alguien en la multitud.

Se acercó rápido y tocó su brazo con gentileza, y ella se volteó con rapidez, sorprendida. Había algo de inquietud en su mirada cuando lo vio, de nuevo recordándole la noche que se conocieron, pero luego de un momento ella sonrió.

"Hola," dijo Frank, sonriéndole de vuelta. "Temía que no volvería a verla de nuevo."

"También yo, para ser honesta," contestó ella, luciendo insegura de nuevo.

"Quería disculparme," se apresuró Frank. "Por mi comportamiento la vez anterior. Me tomé libertades que ningún caballero debería tomarse con una dama."

"Usted no se tomó libertades que yo no haya alentado," dijo ella, sin mirarlo a los ojos."Creo que ambos somos igualmente culpables."

Se quedaron de pie ahí por un momento, incómodamente, antes que ella agregara, "Hay algo que debo decirle."

"Eso no suena muy bien," dijo Frank con cautela. "Pero continúe, ¿qué es?"

Ella lo miró, sus labios se separaron como para hablar, y entonces ella negó con la cabeza. "Eso puede esperar. Invíteme a bailar, cualquier cosa, sólo... déjelo esperar."

Frank tomó su mano, haciendo una reverencia. "Como usted desee, mi dama."

Bailaron dos veces con conversaciones muy pequeñas; ella parecía querer posponer lo que tenía que decirle tanto como le fuese posible, y eso, se acopló con un dejo de tristeza en sus ojos, poniendo a Frank igualmente reacio de escucharlo. Así que bailaron, como si haciéndolo pudieran olvidar que no había nada más que la noche y la música y su mano en la suya.

Pero se detuvieron eventualmente, caminando hacia uno de los lados juntos, y ella lanzó una mirada a las parejas que aún estaban bailando con anhelo.

"Desearía que pudiéramos simplemente seguir bailando," murmuró ella. "Olvidar el resto."

"Imagino que nuestros pies se sentirían adoloridos eventualmente," destacó Frank. "Pero bailaría con usted tanto como usted desee."

Ella soltó un pequeño suspiro, entonces lo miró. "¿Puedo confiar en que será un caballero si vamos a un lugar más privado?"

"Por supuesto," le aseguró Frank.

Ella colocó su mano en el brazo de él sin dudar, pero mantuvo distancia mientras caminaban fuera del huerto, encontrando un lugar similar al que estuvieron la última vez. Frank se volteó para mirarla, pero se alejó unos pasos, manteniendo sus manos detrás de su espalda.

"Muy bien," dijo él. "¿Qué es?"

Ella dudó unos largos segundos, claramente recia a hablar, y entonces dijo, suavemente, "Esto tiene que terminar, señor Iero. Ha ido demasiado lejos ya."

Frank lo había estado esperando, por supuesto, habría sido un tonto de no esperarlo. Escuchar esas palabras de todos modos lo hicieron sentir una total pérdida, sintiéndose como si le hubiesen dado un puñetazo en el estómago y le golpearan la cabeza, todo al mismo tiempo.

Luego que los segundos pasaran sin respuesta de su parte, ella continuó, pareciendo determinada a decir su parte ahora que había comenzado.

"Me culpo a mí misma mayormente—nunca debí venir aquí para empezar,  y ciertamente nunca debí llamar su atención. La verdad es que me encontré a mí misma absurdamente afectada por esas atenciones, pero esa es una excusa pobre para haber actuado en contra de todo sentido común. No puedo deshacer a lo que mi falta de juicio ha llegado, pero puedo—debo—prevenirlo de ir más lejos."

"Espere," Frank la interrumpió a lo último, dando un paso para acercarse a ella. "No puedo negar que ambos hemos actuado precipitadamente, y que mi propio comportamiento ha sido decididamente no caballeroso, y me disculpo de nuevo por eso. Pero no me arrepiento haberla conocido, ni un momento. He pasado cada día desde que la vi esperando que no fuera la última vez, y ahora, escucharla hablar de terminar las cosas..."

Ella se alejó de él, respirando profundamente, como para recomponerse. "Cuando nos vayamos esta noche, será por última vez. Debe serlo. Olvídeme, y olvídese que nos conocimos."

"Dudo poder hacerlo incluso si lo quisiera," protestó Frank.

"¿Cree que esto es lo que yo quiero?" demandó ella. De espalda a él bajo la poca luz de las linternas, Frank apenas podía ver su cara, pero su voz era densa, como su luchara para no llorar. "Lo que quiero no importa, debí haber recordado eso."

Su voz se quebró en las últimas palabras, y Frank se movió sin pensar, acercándose a ella desde atrás y colocando sus manos sobre sus brazos.

"No lo haga," susurró él, inclinando su cabeza para presionar su mejilla contra su cabello. "Por favor, no. Lo siento."

Ella se tensó, y él pensó que se alejaría, pero entonces sus hombros se hundieron y ella se inclinó hacia atrás sobre él. Luego de un momento, Frank soltó uno de sus brazos para colocar su propio brazo al rededor de su cintura—rompiendo su promesa de ser un caballero, pero parecía que tenía poco que perder, ahora—y, cuando ella permitió eso, él inclinó su cabeza para besar su mejilla, encontrándola húmeda.

Ella suspiró, y su mano paró en su brazo; en lugar de alejarlo, sus dedos se aferraron con suavidad a su muñeca. "Frank," dijo ella, y no sonó como una protesta.

Él la sostuvo con cuidado, como si ella fuese un ave que él había capturado, y posó un pequeño, suave beso en su mandíbula, y luego en el lóbulo de su oreja, y entonces—su corazón latiendo tan fuerte que ella podría sentirlo seguramente—en la curva donde su cuello y su hombro se conectan, justo sobre el corte de su vestido.

Ella se quedó tiesa de nuevo ante eso, alejándose un poco de él. "Debería detenerse," dijo, su voz baja.

Frank sabía que debería, y sabía que debía alejarse ante las palabras de ella. En lugar de eso, estiró su cuello para mirarla tan bien como pudiera, y preguntó, "¿Quiere que me detenga?"

"Es lo que menos quiero," susurró ella, volteando su propia cabeza por lo que él podía sentir su aliento en su cara. Pero cuando se acercó, tratando de acabar con la distancia entre sus bocas, ella se alejó rápidamente y dijo, con más firmeza, "Pero debería."

Frank tragó fuerte, pero asintió, así que dio unos pasos atrás. Ella se alejó unos pocos pasos más, y se volteó para verlo, mejillas sonrojadas y ojos agrandados bajo la máscara.

"¿Ves?" preguntó ella. "Me olvido de mí misma cada vez que estás cerca de mí, y no puedo continuar, Frank. No puedo pedirte que te restrinjas cuando yo no soy capaz de hacerlo aparentemente, y no puedo—nunca podría darle lo que quieres."

Frank luchó para contenerse, incapaz, por unos momentos, de enfocarse en algo más allá de cuánto quería tocarla de nuevo. Puso sus manos detrás de su espalda de nuevo, sosteniéndolas juntas firmemente, como si le preocupara que pudieran estirarse a tocarla por su propia cuenta si no lo hiciera.

"Debe pensar que tengo poca consideración con su honor," dijo él a lo último. "Y me he comportado horriblemente, lo sé, y ruego su perdón por eso. Como dije anteriormente, la cortejaría como se debe si pudiera."

"Le creo," le dijo ella, con una pequeña, triste sonrisa. "Y como dije, si pudiera decirle quién soy, lo haría. Los "si pudiera" en esta situación cuentan muy poco, me temo."

"Suena muy segura de ello," dijo Frank, mirando hacia abajo. "Cualquiera que sean sus circunstancias, que dice no poder decirme—nunca le pediría meterse en problemas por mi cuenta, pero si se pudieran cambiar las cosas, y usted quisiera—"

Ella lo interrumpió, negando con su cabeza. "Si pudiera cambiar algo, lo habría hecho antes de esto. Créame, si supera la verdad de mis circunstancias, no querría volver a verme de nuevo."

Frank miró hacia arriba otra vez, viéndola a los ojos. "Perdóneme, mi dama, pero no lo creo ni por un instante."

"Entonces créame una mentirosa," dijo ella fríamente. "Hay cosas peores que pudiera pensar, si le dijera quién soy."

"Déjeme ser el juez de eso," suplicó él, pero ella negó con su cabeza de nuevo.

"No. No hay nada más que pueda decirle, Frank. Yo—yo lo siento, pero tengo que irme."

Ella comenzó a caminar, volviendo al huerto, y Frank se movió para detenerla impulsivamente, agarrándola del brazo.

"Espere," protestó. "Por favor. No puede simplemente alejarse y pedirme que la olvide."

"No puedo hacer nada más," le dijo ella. "Déjeme ir."

"Dime tu nombre," continuó tercamente. "Incluso si no vuelvo a verte, dame eso para recordarte."

Ella lo miró, ojos agrandados y labios separados, de nuevo llevándole a la mente a una salvaje, asustadiza criatura. "La única cosa que puedo darle para que me recuerde es—"

"¿Sí?" Frank alentó, ojos fijos en ella.

Ella cerró sus ojos y se inclinó hacia delante, acabando con la distancia entre ellos. No había rastro de una dama en ese beso, nada tímido o delicado. Ella presionó su boca sobre la de él con audacia, una mano colocada con firmeza en su hombro, y Frank se quedó tieso por un momento antes de rodearla con sus brazos. Él sintió la presión de su cuerpo contra el suyo por un breve momento, y entonces ella rompió el contacto, empujando su pecho.

"No—no podemos—por favor, déjeme ir."

Frank obedeció de una vez, aunque más reacio de lo que lo haya hecho antes. Ella caminó algunos pasos hacia atrás y casi tropezó, pero alzó una mano en un gesto de rechazo cuando él estaba a punto de ir a sostenerla.

"Déjeme ir," repitió sin aliento, y Frank empuñó sus manos y se mantuvo quieto. En otro momento, ella estaba casi corriendo, sus faldas recogidas hacia arriba, volviendo apurada al huerto.

Frank la vio alejarse, diciéndose a sí mismo que debía escuchar sus palabras, dejarla ir y tratar de olvidar.

Se mantuvo allí hasta que ella estuvo apenas fuera de vista, entonces siguió el mismo camino, tratando de moverse rápido mientras mantenía una distancia segura de ella.


*****

Gerard estaba sorprendido de haber podido llegar al huerto sin perder su calzado—se estaba moviendo tan rápido como podía, y su visión estaba borrosa por las lágrimas. Vio a más de una cabeza voltear en su dirección mientras pasaba, pero nadie intentó detenerlo.

No se detuvo hasta que estuvo de nuevo en el lugar donde Michael y él acordaron verse, sonrojado y jadeante, una mano presionada contra uno de sus costados. Se mantuvo allí, tratando de agarrar aliento y detener las lágrimas antes que comenzaran en serio, y entonces una mano tocó su hombro, él saltó, sobresaltado.

"Gerard, qué—" Michael comenzó, y se detuvo cuando se volteó para ver a Gerard, con sus ojos muy abiertos. "¿Qué pasó?"

"Te digo en casa," dijo Gerard, tomando el pañuelo que Michel le ofreció para limpiarse el rostro. "Por favor, sólo vayamos a casa."


*****

Frank se detuvo fuera del portón a tiempo para verla subiéndose a un carruaje, asistida por este hombre alto de saco negro. Un destello de celos le sobrevino de inmediato, y poco se detuvo de caminar calle abajo para confrontarlos a ambos ahí y ahora. El hombre—Frank no podía ver su cara, peor había algo familiar sobre su postura—entró en el vehículo, y Frank se acercó rápido a la línea de taxis vacíos esperando fuera del Vauxhall. Si el conductor tenía alguna duda sobre seguir otro carruaje, el número de monedas que Frank dejó en sus manos fueron suficientes para hacerlo desistir.

Se detuvieron fuera de una casa poco iluminada y cubierta de hiedra en una calle tranquila, y Frank sintió esa misma familiaridad incluso antes de salir del taxi. El otro auto ya se estaba yendo, sus pasajeros ya presuntamente dentro de la casa. Frank miró el edificio—y sintió un peso como de piedra acentuarse en su estómago y una corriente de calor y frío al mismo tiempo sobre su cuerpo completo.

Él conocía la casa, sabía a quién había visto subirse al carruaje con una mujer que tuvo entre sus brazos apenas hacía media hora atrás. Una mujer que debía estar ahora mismo en esa casa con Michael.

La misma voz de la razón que le dijo que no la siguiera le dijo que se fuera; volver al carruaje y regresar a casa, esperar hasta que pudiera manejar esta revelación con la cabeza fría.

Y entonces una luz se encendió en una ventana de arriba, y Frank miró hacia ella. Estaba desenganchada, apenas abierta para la brisa de verano, y el extremo debajo de ella era ancho—quizás, consideró, suficientemente ancho como para pararse allí.

Estaba dudoso, al principio, sobre si la hiedra pudiese aguantar su peso, pero era lo suficientemente grueso como para que él puede sostenerse de varias ramas al mismo tiempo, convirtiéndolas en una cuerda improvisada. Era torpe, y su progreso era lento, pero el carruaje se había ido, y no había nadie en la calle que pudiese verlo. Hubo varios momentos en los que su pie se resbalaba de la pared debajo de la hiedra, y estaba seguro que caería, pero se las arregló para alcanzar el extremo de la ventana, el cual era de hecho lo suficientemente ancho para aguantarlo. Se paró en el extremo, fuera de la vista de cualquiera mirando por la ventana, y luego de un momento, escuchó voces que venían de dentro.

"Sabía que era una mala idea." Ese era Michael, sonando entre exasperado y comprensivo. "La próxima vez, lo haremos a mi manera primero."

"No habrá una próxima vez." Eso sonó como la voz de ella, pero extraña, más profunda y áspera que la de una dama. Claro, también sonaba como si hubiese estado llorando. "Ahórrate la burla, por favor."

"Está bien, está bien," suspiró Michael. "Deja de llorar, tu cara luce absolutamente horrible."

"Entonces sácame de esta maldita cosa y así podré lavarme."

Frank se sintió sofocado por la rabia y celos ante esas palabras, a las imágenes que estas llevaban a su mente. Seguro de que cualquier cosa que estuviese pasando en esa habitación no podía ser peor que su imaginación, se inclinó con cuidado al borde, doblándose para mirar por la ventana.

1 comentario:

  1. Y *OO* solo se que amo esta historia <tres
    no es por presionarte pero espero y subas pronto
    las demás partes :3

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