jueves, 19 de abril de 2012

The dove keeper; Capítulo: #9

Capítulo: #9

Vivian.

Vivian era una de las modelos de Gerard. Se habían conocido en la escuela de arte, ella había pagado su matrícula modelando para las clases del último año. En un principio, con su ropa puesta y solo algunas secciones de su cuerpo sin cubrir. Un día había tenido que extender su pierna izquierda por horas y horas para que la clase pudiese y obtuviesen una buena vista de los ligamentos, articulaciones y contornos del pie, antes de pasar a otra cosa. A la próxima clase tuvo que arremangarse y exponer su delicado brazo y dedos para que pudiesen devorarla con la vista y dibujar, luego su rostro, y su cuerpo-vestido- por lo menos al principio. Nunca antes había modelado desnuda; y el profesor de la clase nunca la presionó. Pero eso no significaba que Gerard no tuviese voz en este asunto.


Al parecer, él había estado en esa clase, escondido en la última fila dibujando su pie como el resto de los estudiantes. Pero él terminaba su dibujo antes que los demás, y era ahí cuando Gerard podía mirar a todas las demás características; aquellas que nadie prestaba atención. Una vez pasó una hora entera dibujando solamente el modo en el que se veía su ceja cuando fruncía el ceño agotada por tener su pie extendido por tres horas. Gerard la buscó luego de esa clase e insistió tomar un café con ella. Al principio fue renuente para aceptar la oferta de un tipo del último año, mucho mayor que ella, al final Vivian se dejó convencer por la sonrisa ganadora de Gerard y su atención a los detalles. Le había mostrado sus dibujos, y ella quedó a sus pies. Ellos hablaron por horas esa noche en el café de la facultad, hasta que los echaron viéndose forzados a ir a la casa de Gerard, que estaba a cinco minutos del campus. Aparentemente, fue ahí donde Gerard la convenció de quitarse la ropa.


-“Era un pequeño pervertido”. Dijo Vivian, medio seria con una sonrisa en su rostro. Se inclinó sobre la mesa de la cocina, donde los tres estábamos sentados con un café frente a nuestros pechos, aunque sólo Gerard y Vivian bebían el caliente líquido. Yo dejé mi taza en frente mío, la crema que había puesto arremolinándose, con patrones de textura y convirtiéndose ese marrón lodo a un cremoso color caramelo. El vapor caliente del café flotaba en el aire, penetrando mis fosas nasales pero sin afectarme. No era que no me gustase el café; estaba nervioso e incómodo como la mierda. Creí que era malo cuando ayer vine y encontré a un Gerard semi desnudo, pero carajo, estaba equivocado. Era peor llegar y encontrar a otra persona completamente desnuda. 


Y después tomar café con ellos como si nada. 


Después de que Vivian se levantara del sillón color naranja putrefacta en el que había estado recostada con cuidado, tomó su bata y la ató de manera suelta en su cintura. No estoy seguro si mi mente estaba tardando más de lo normal en procesar los eventos, pero parecía que ella se estaba moviendo a un paso normal- casi lento para vestirse. Era como si no le importase estar desnuda en frente de un extraño, o en general estar desnuda. Y cuando Gerard sugirió que los tres tomáramos un café, ella saltó ante la ida, casi dejando caer la suave tela que trataba de restringir su despreocupado espíritu. Ni siquiera se había molestado en ponerse su ropa de calle, que yo había visto tiradas sobre uno de los lienzos de Gerard. Ella estaba tan alegre y expuesta- y no le importaba una mierda. Simplemente se sentó con Gerard, tomó su café revolviendo mientras lo miraba a los ojos y se echaban a reír como en los viejos tiempos. Parecía no notar a aquel adolescente que la había visto completamente desnuda y que estaba sentado en la mesa con ella, balanceándose en su asiento, tratando de distraerse de lo que realmente estaba pasando. 


-¿Y eso cambió?”- Gerard le preguntó a Vivian en una manera lúdica, refiriéndose a sus tendencias como pervertido. Él le dio una de esas sonrisas características- la misma que me daba a mí todo el tiempo. Estábamos sentados de forma triangular en la mesa, Gerard junto a Vivian en la base y yo plegado frente a ellos, del lado de la mesa más cercano a la puerta. Podría haberme ido si quería, y hubo veces en que en realidad lo quise, pero una parte de mí me arrastraba a la mesa y me hacía sentar, inmóvil. Me quería quedar; aún si era tan incómodo que pensaba que arrancar mi piel era más fácil. Había algo sobre Vivian que me hacía quedarme, algo más que su desnudo cuerpo filtrándose en mi mente y en mi circulación. Su personalidad y su alegre carácter hacían que les quisiera prestar atención, especialmente a la forma en la que interactuaba con Gerard. 


Vivian era una persona amigable. Podía verlo por la forma en la que se manejaba, un ligero salto en su paso y una sonrisa plantada en su rostro. Sin embargo su sonrisa no era como esa constante que tenía Gerard. Cuando él sonreía, tú sabías que estaba pensando en algo más. Siempre había algo más escondido detrás de todas las acciones de Gerard, aún si era simple y pura como una sonrisa. Estaba pensando en algo diferente, e intentaba insinuártelo con sus pequeños y manchados dientes. Pero cuando Vivian sonreía, reía o incluso guiñaba, sabías que eso era todo lo que estaba haciendo. Estaba expresando su felicidad y nada más. Se usaba a si misma y a sus emociones bajo su manga, aún si no tenía una manga física para usar en ese momento. No le importaba lo que la gente pensara. Ella era acogedora y cariñosa y podía notarlo por los gestos que dirigía al hombre que estaba su lado. 


Pero parecía quizás demasiado cariñosa con su modo de actuar. La forma en la que siguió a Gerard a la cocina, acariciando casualmente su hombro mientras preparaban las tazas de café. (Había suficientes tazas para todos- lo que eran solamente tres por mis constantes días de romperlas) Ella sonreía y bromeaba con Gerard, golpeándolo en juego y despeinando su negro cabello, provocando que él arrugase su cara. Cuando estaban en la mesa bebiendo, Vivian estaba constantemente inclinándose hacia el costado, mirando a Gerard con una mirada loca. Acariciaba su mano y podía darme cuenta que por debajo de la mesa, ella también lo acariciaba con su pie. La forma en la que Vivian le sonreía a Gerard, era mucho más que una sonrisa amistosa. Estaba cómoda con él, sonriendo por nada. Ella era dulce y sincera- un poco demasiado dulce para mí. Parecía tan cercana a Gerard. Parecía estar enamorado de él. Son solo amigos, me encontré recordándome. Se habían conocido en la escuela de arte. Y a juzgar por la edad, que ahora conocía, de Gerard y por cómo se veía Vivian, eso fue hace muchísimo jodido tiempo. Vivian no parecía vieja, pero poseía muchas de las arrugas que Gerard tenía. Su cabello era de un color fresa oscuro, y por la mayor parte este matiz se extendía. Podía ver algunas manchas grises asomándose en los inicios, pero eso solo pasó cuando comencé a observar. Ella parecía estar cerca de sus treinta y tantos, pero eso no quería decir nada. Había pensado que Gerard tenía cuarenta o algo así y el tipo estaba casi en sus cincuenta. Aún no podía creerlo. Pero ahora, tenía algo en lo que centrar mi confusión: la relación de Gerard y Vivian. 


Eran amigos; se conocían hacía muchísimo tiempo. Pero mientras más los veía interactuar una y otra vez, sin decir una palabra porque estaba jodidamente nervioso, más pensaba que había algo más. Vivian hizo intentos por hablarme, pero la rechacé al no saber que decir. Mas que nada, ella mantenía su atención fija en Gerard, y él hacía lo mismo con ella. Sentí una leve punzada de celosía y no supe por qué. Estaba acostumbrado a que Gerard no prestara atención completa (o incluso la mitad) a mí. Pero en esas circunstancias él estaba demasiado envuelto en su trabajo como para notar a este chico de diecisiete años limpiando los pinceles. Sin embargo, ahora había otro latido en la habitación (además de Van Gogh) y estaba apoderándose de su atención. Me hizo querer saltar y hacer ruidos, solo para que volviera a mí, pero mis rodillas estaban trabadas, mi lengua hinchada y sentía la boca tupida. 


En toda lógica, sabía que Gerard no estaba saliendo con Vivian. Me había dicho días atrás que no tenía un amante; que el arte lo era. Pero de nuevo, él estaba dibujando a Vivian cuando vine. La estaba haciendo una obra de arte. ¿A eso se refería? Quizás salía con Vivian. Pero no tenía sentido. Ella es una mujer, y definitivamente había visto pruebas de eso. Gerard no podía gustar de ella. ¿Qué no era gay?


Empecé a repasar todas las conversaciones que compartí con Gerard en las últimas semanas. Comencé a darme cuenta que ni siquiera una vez él me dijo que era gay. Yo simplemente lo asumí. Nadie puede estar tan interesado en el arte, la cultura y toda la mierda francesa sin ser amanerado. Pero Gerard era algo más que simplemente afeminado; debía serlo. Simplemente era Gerard. Lo miraba mientras pintaba y fumaba. Vi como vivía. Él debía ser gay. Era el artista puto, después de todo. 


Pero cuando lo vi frotando su pulgar sobre la suave piel de la mano de Vivian, comencé a pensar lo contrario. Y quise salir de la habitación lo más rápido posible. 


-“Es cierto”- concluyó Vivian, asintiendo con la cabeza a la observación de Gerard sobre ser un depravado. Mis pensamientos habían estado corriendo tan rápido que su conversación parecía eterna. –“Aún eres ese pequeño pervertido, haciéndome venir a tu casa cuando quieres y desnudándome”.-Vivian le sonrió a Gerard y tiró su cabello sobre sus hombros. Su fea bata verde oscura chocó con los mechones rojos oscuros de su cabello, aún no podía dejar de pensar lo hermosa que se veía. Su cabello formaba grandes bucles que caían hasta justo por debajo de sus hombros antes que lo apartase. Su piel era clara, aún más oscura que la de Gerard por las pequeñas pecas que salpicaban sus largos brazos. Sus dedos eran largos y delicados, la parte blanca de sus uñas era extensa y simétrica para unas manos sin manicura. Encontré a mi mente divagando sobre el resto de su sedosa piel cuando vi todo sobre aquel sofá.


No era un imbécil, o un niño sobre protegido. Vi mujeres desnudas. Perno nunca en persona, siempre en fotografías o en películas. Cuando estaba comenzando mi pubertad y en mis años de pre-adolescente solía quedarme despierto hasta tarde, luego de que mis padres estuviesen realmente dormidos, para buscar entre los canales algo de porno barata. Había algunas estaciones que pasaban las películas “solo para adultos” los viernes a la noche. Mierda que vivía por esas noches. Siempre me sentaba en el sillón y miraba estas películas mientras me masturbaba con una mano y sostenía el control remoto con la otra para cambiar rápidamente de canal, si era necesario. Siempre me sentía culpable después de venirme, limpiando todo con una toalla que había birlado del baño, pero eso nunca me detuvo de volver todos los viernes y hacerlo de nuevo. A veces más de una vez. Al tener diecisiete ya había superado el hábito, o por lo menos no lo había hecho en un buen tiempo. Sin embargo me detuve antes de la edad que tengo, probablemente cuando mi madre comenzó sus noches de tejido. Para esos momentos yo ya tenía demasiados recuerdos visuales de mujeres que había visto en TV para poder masturbarme en mi habitación.


Sabía cómo se veían las mujeres, pero esas eran mujeres de películas porno. Descripciones irrealistas y a veces feas. Cuando entré al apartamento de Gerard y vi a Vivian, era algo completamente diferente. Ella era real, y en persona. No se mantenía tan delgada como todos los de la TV o la industria del cine. Tenía carne en sus huesos. Su pálida piel se reunía en el centro de su vientre, derramándose ligeramente sobre sus huesos púbicos. Sus pechos eran grandes, no ridículamente grandes, y no habían sido aumentados para nada. Tenía grandes senos porque tenía grandes caderas y muslos. Y entre medio de sus muslos vi algo que nunca vi en las mujeres en TV: vello púbico. Vivian no se depilaba, sino que dejaba que esa oscura sombra creciera en gruesos rizos. Y honestamente creo que así me gustaba más. Además de sus mechones teniendo ese mismo hermoso color que ese cabello, se veía bien ver ese triángulo de sombra entre sus gruesos muslos. Cuando las mujeres de la TV se depilaban, las hacía ver como pre púberas, y eso me asqueaba. No quería pretender que follaba con una de once años. Quería pretender que me follaba a una de veinte. Una mujer, no una niña, o una adolescente. Quería follar con una mujer. Y Vivian era una mujer, una gran mujer, de hecho. 


Tuve que ajustarme al estar en la mesa. Necesitaba dejar de pensar en Vivian y dejar de estar tan nervioso. Podía sentir como me estaba excitando y no me gustaba esa sensación. No sólo era completamente incómodo estar atraído de esa forma hacia una completa extraña que accidentalmente vi desnuda, sino que también era mucho mayor que yo. Ella casi era de la edad de Gerard, quizás uno o dos años menos. Pude sentirme estremecer en mis adentros. Si Gerard era tan viejo como mi papá, Vivian podía serlo como mi mamá. El pensamiento me hizo vomitar, y rápidamente eliminó cualquier chance de excitarme de mi sistema. No estaba teniendo suerte en mi vida con quiénes me excitaban. ¿Por qué no podía conocer gente de mi edad? 


Pero de nuevo, sabía que no me agradaba la gente de mi edad. Sam y Travis eran de mi edad y ellos nunca me prestaron mucha atención. Nunca se preocuparon demasiado o me hablaron tanto sobre temas que en realidad me interesasen. Había una razón de porque seguía volviendo a lo de Gerard, y no era solamente para pintar. Era por aceptación y conversación. Incluso si me dejaba sintiéndome inepto como la mierda y suspirando por algo que sabía que no necesitaba, entonces así era. Podía lidiar con eso, podía reprimirlo. Era buen en eso, lo hice toda mi vida. Por lo menos ahora era capaz de tener algo lo suficientemente fuerte como para sentirme real de nuevo y a la vez algo que tuviera que reprimir. 


-“¡No puedo evitar que te guste estar desnuda!”- Insistió Gerard, levantando sus manos de la mesa y elevándolas en el aire como rindiéndose. Vivian sonrió y le disparó una mueca desafiante y juguetona. 


-“Es todo culpa tuya”- Vivian señaló con alegría. 


-“Está bien, cúlpame”- Dijo Gerard en tono medio sarcástico con una amplia sonrisa en su rostro. Lentamente puso sus manos sobre la mesa, suspirando con aire de derrota sardónica. –“Pero uno de los dos tenía que desnudarse en esa clase y no iba a ser yo”.


-“’¿Por qué no? Creí que disfrutabas el quitarte la ropa”- Vivian le lanzó otra sonrisa llevando sus carnosos labios a la taza de café y tomando un largo sorbo.


-“Sólo en casa, no soy tan exhibicionista como tú”-


-“De nuevo, te culpo por hacerme una exhibicionista”- Vivian palmeó el brazo de Gerard completamente natural, bajando su taza. De repente tiró una mirada hacia mi dirección y sonrió –“Espero que no esté por aquí desnudo cuando tú estás. Sería un shock a tu sistema”- Hizo una pausa y suspiró dramáticamente –“Sé que lo fue para mí”


-“Cállate mujer”- Provocó Gerard, abriendo bien los ojos a su amiga. Se inclinó nuevamente hacia Gerard y se rió de él. Una sensación extraña entró en mi cuerpo a la mención de las palabras de Vivian. ¿Vio desnudo a Gerard? Por alguna razón, fuera de la conversación sobre desnudez (que aún no había terminado) había un parte en particular que provocó una reacción en mí. Además de vergüenza. 


-“¡No me trates así!”- dijo Vivian haciendo puchero, tomando como ofensiva la broma de Gerard, quién apenas le respondió con una mirada. Ella pareció satisfecha con esa respuesta y exhaló relajadamente. Gerard pausó y clavó su vista en mí. Guiñó ligeramente pero no estaba seguro de que significaba. Por lo menos hasta que abrió la boca. 


-“Y para responder a tu pregunta”, dijo Gerard mirándome a mí, pero hablándole a Vivian –“No me paseo desnudo cuando Frank está aquí. A eso lo reservo para después”- levantó sus cejas para extender la broma-porque eso era todo lo que era, una broma. Pero en cuanto las palabras salieron de su boca pude sentir como mi sangre cambiaba de temperatura. Sólo que en lugar de congelarse como lo hacía normalmente cuando me asustaba, mi sangre se comenzó a calentar. Y me asustó aún más. Sólo una “broma”.


-“¡Gerard, detente!”- dijo Vivian en tono burlón, discutiendo con el artista como si fuesen una pareja de casados. Estaban tan cómodos entre ellos, insultándose y dándose apodos, pero haciéndolo en una forma tan alegre y amorosa. De repente estaba feliz de que Vivian estuviese ahí, porque incluso aunque fuese incómodo (que parecía ser una emoción consensuada y general en lo de Gerard), al menos estaba allí para liberar un poco la tensión entre el viejo artista y yo. No era algo una tensión mala o iracunda, simplemente algo que no podía nombrar aún. 


-“Estás asustando al pobre chico,”- concluyó Vivian. Gerard la miró y apenas se encogió de hombros, girando su cuerpo lejos de mi dirección. Sentí como solté una bocanada de aire, que no noté que estaba conteniendo.


-“Entonces”, comenzó nuevamente Vivian mirándome a mí en lugar de a Gerard. –“¿Qué haces aquí?”-


Estaba a punto de contestar cuando Gerard me cortó. Bajo circunstancias normales estaría enojado, pero esta vez era un alivio- No sabía si tenía voz.


-“Limpia mis pinceles por mí. Y los platos”- sonrió causando que Vivian lo golpeara en el brazo con algo de humor y murmurara algo sobre no tratarme como una sirvienta antes de que Gerard continuase. –“Pero voy a enseñarle a pintar pronto. De hecho estaba pensando en empezar una lección hoy”-


Por primera vez desde que llegué ahí, sentí algo más que nervios. Gerard me iba a enseñar a pintar pronto. Sentí tanta felicidad por esa simple oración radiando a través de mi cuerpo. Incluso dejé que mi boca se abriera y mostrara una sonrisa, que Gerard devolvió asintiendo con sus cabeza despreocupadamente. 


-“¡Eso es maravilloso!”- brotó de Vivian, llevando sus manos hacia su pecho y creando cierta división donde la bata se abría. De repente se paró y fue junto a Gerard parándose frente a él y abrazándolo. No pude evitar el notar que la cara de Gerard terminó justo en el medio del escote, y desde que su rostro estaba enterrado ahí, no podía saber si lo estaba disfrutando o no. Igual que el húmedo beso que Vivian puso en el centro de la frente del hombre luego que el abrazo concluyese. Miré con horror, mi sonrisa repentinamente se había ido y regresó mi nerviosismo. No sabía que sentir. Celos, sé que ardían dentro de mí, pero en cuanto más lo pensaba no tenía idea de qué estaba celoso: si de Gerard por estar enterrado en el escote de Vivian o de ella por besar a Gerard.


-“Estás siendo amable por una vez”- Vivian tentó la melena oscura del hombre colocando otro beso en su cabeza. Sentí como mi temperatura cambiaba de nuevo. Estaba calentándome en mi propia piel e iba a derretirme en mis pantalones en cualquier momento. Tenía que levantarme.


-“Voy a limpiar la jaula de la paloma, ¿Sí?”- pregunté rápidamente mi propia voz sonando extraña en mis oídos. No había hablado en toda la conversación. Incluso cuando alguien había dirigido algo hacía mi, estaba demasiado lento y shockeado como para responder. Mi propia indagación paso inadvertida en sus mentes hasta que me levanté de mi asiento. Fue ahí que parecieron extrañar mi presencia, aún cuando no había hablado hasta ese momento.


-“¡Pero traje galletas!”- me llamó Vivian. Volteé y la vi yendo hacia la puerta de la cocina y agacharse buscando en su bolso. Nuevamente, esta mujer parecía no tener en cuenta que estaba desnuda bajo la bata y que exponía las partes superiores de sus blancos muslos mientas se agachaba. Me di vuelta, no queriendo tentarme más con nada.


-“Gracias, pero estoy bien”- le dije lo más educado que pude. Y comencé a caminar la corta distancia hacia la jaula, pero aún podía escuchar la conversación que tomaba parte. 


-“¡Ohh, galletas!”- Dijo Gerard, pareciendo emocionado por primera vez. La mayoría de las veces siempre había otra emoción escondida bajo la explosión inicial. Pero esta vez, parecía que solamente era una genuina emoción. Vivian tenía ese efecto en él; ella partía la capa de pintura que Gerard tenía dentro. No pasaba seguido, pero estaba viendo a Gerard sin la coraza que el ponía a su alrededor. Y en cierta forma era como verlo desnudo.


-“¡No puedes comer tantas!- disertó Vivian, apartando sus manos del tupper que contenía los bienes horneados.


-“¡Déjame ser gordo, Viv”- se quejó Gerard y podía decir sin ver que se estaba acariciando su pancita. Lo hacía muy seguido-acariciar su panza- comencé a notarlo. Parecía estar orgulloso de ella. Recuerdo que una vez dijo que su hermano era un flaco esquelético y que él sentía la necesidad de ser diferente. Ellos ya eran extremos opuestos del espectro pero Gerard siempre tenía que llevar las cosas más allá. Él usaba esos pantalones ajustados que revelaban su vientre filtrándose por los costados. Le gustaba ser gordo. Tenía solamente unos kilos de más, nada drástico. Había visto gente gorda; Gerard no lo era. Él era atractivo.


-“No eres gordo”, Dijo Vivian leyendo mi mente. –“Pero ya tengo una madre diabética que cuidar. No necesito tener que cuidarte a ti también”-


Gerard masculló algo, pero tenía galletas en su boca y no entendí. Lo dejé pasar y me dirigí a la jaula de Van Gogh, la abrí y acaricié al pájaro con mi dedo índice. Durante las semanas que estuve ayudando, la paloma se acostumbró más a mi presencia. Incluso me dejaba sacarla de la jaula una vez que fui capaz de tomarla entre mis manos por un par de minutos. Fue cuando Gerard estaba dormido en el sillón, estaba tan asustado que se despertara y me viera sacándola de la jaula que sólo la sostuve un ratito antes de volver a meterla. Gerard me dijo que estaba autorizado a jugar con ella, aunque no usó esas palabras exactamente. Estaba “permitido a ser libre con sus plumas” o algo así de amanerado. Pero aún sentía que infringía algo que no tenía. Gerard era tan cercano a esa paloma. Era su mascota, su bebé. Le háblame todo el tiempo y estaba muy seguro que a ella le cantaba opera cuando yo no estaba. Se había jactado una vez de que el ave era especial y exótica, todo el camino desde París. Siempre respondía con “ohhs” y “aahhs” y hacía toda clase de ruidos apropiados en una manera cuando él hablaba, pero esa vez, estaba realmente impresionado. Fue poco tiempo después que descubrí que el ave venía de París que comencé a ganarle más respeto. La cosa no era una maldita ave que parecía un gorrión. Era una paloma, una hermosa y preciosa paloma. Y comencé a jugar más con ella, sólo cuando Gerard dormía. Él amaba a esa ave, no tenía ganas de interferir. Estaba ahí para limpiar. Es sólo que la mayoría de los días, no lo podía evitar. 


-“Hey, Van Gogh,”- susurré mientras acariciaba sus suaves plumas. Aún cuando el pájaro estaba sucio, moviéndose entre su propia inmundicia, sus plumas siempre estaban siempre sedosas. Me sentí más tranquilo estando con ella, la acción de acariciarla me daba algo en que concentrarme.
-“¡Su nombre no es Van Gogh!”- Gerard me dijo desde la cocina, sacándome de mi estado de aturdimiento, y la confusión despertándome a golpes otra vez. 


-“¿Qué?”- pregunté, sacando mi mano de la jaula y cerrándola. Me incliné y miré a la cocina. Podía ver de donde estaba que Gerard tenía migas de galletas en su rostro, agregándole un aura infantil y exitosamente sacando años a su edad. –“Creí que su nombre era Van Gogh. Por el artista que se cortó su oído”-


-“Lo era”- Enunció Gerard, como si fuese la cosa más obvia del mundo. Yo, por otro lado, aún estaba confundido hasta que aclaró. –“Le cambié el nombre”-


-“¿Por qué?”- pregunté, aún desconcertado. He creído desde niño que cuando le das un nombre a algo, se lo dejas. Si no era así, probablemente me hubiese cambiado el nombre docenas de veces para este entonces.


-“¿Por qué no?”- Gerard contrarrestó, levantando sus cejas y desafiándome. Estaba a punto de usar mi argumento sobre que las personas no hacían eso cuando me di cuenta que era fútil. Gerard probablemente cambiaba el nombre constantemente porque se suponía que no debía hacerlo. 


-“No es como si fuese a venir cuando la llame,”- dijo retóricamente, riendo de su propia broma. No pude evitar el asentir, estando de acuerdo con él aún cuando la idea era tonta. Miré nuevamente a la paloma –que ya no era más Van Gogh.


-“De cualquier forma, ¿Cuál es su nombre ahora?”- pregunté, sondando más información. Necesitaba nombrar a las cosas; le daba a todo más claridad.


“Dalí.”


Arrugué mi rostro. El nombre que tenía antes era único y profundo. Este era simple y estúpido. –“¿Nombraste a tu paloma Dolly?”-


Una erupción repentina de risas me apartó de mis pensamientos. Había cometido otro error de algo que estaba mucho más allá de mi alcance. De nuevo.


-“Dalí,”- repitió Gerard más lento, la sonrisa aún en sus labios –“Por Salvador Dalí. Es otro pintor, pero probablemente no lo conozcas. No se cortó ninguna parte de su cuerpo”-


Gerard miró a Vivian y compartieron otra sonrisa, una de las cuales no fui invitado. Alguna broma interna de la escuela de arte de la cual no tenía conocimiento. Aunque me gustaba aprender en la casa de Gerard, odiaba sentirme como un idiota inculto cuando no entendía algo. Suspiré profundamente y balanceé mi peso hacia la ventana vaciando un cenicero en un cubo de basura cercano. 


-“Gerard le cambia el nombre al ave todas las putas semanas”- me dijo Vivian, su voz sonando agradable y accesible. –“Mejor acostúmbrate a los cambios”-


Giré mi atención hacia ella y asentí. –“¿Sólo la nombra por artistas?”-



-“Más que nada”- Respondió Gerard, moviendo la cabeza y tomando un sorbo de café mientras que Vivian hacía lo mismo. 

-“Desde que le di la paloma hace años, cuando yo trabajaba en una tienda de mascotas, le ha estado cambiando el nombre. Hasta ahora no se quedó sin artistas, lo que siempre me ha sorprendido”- me sonrió, tomando otro trago de café. La miré perplejo, pero ya no por los nombres. Otro detalle había tomado mi atención.


-“¿La trajiste de la tienda de mascotas?”-pregunté. Ella asintió y continuó. –“Pero Gerard dijo que la trajo de París…”-


De nuevo otra erupción de risas. Pero afortunadamente esta vez no era por mí. La amplia sonrisa de Vivian giró hacia Gerard, quien trataba de esconderse detrás de su taza de café Formica.


-“Pequeño mentiroso”- Lo reprendió golpeando algo. Él le murmuró algo que no pude oír, sólo provocó que ella lo abrazara murmurando incesantes arrullos amorosos en el oído.


-“Gerard desea haber estado en París”- comentó Vivian, volteando hacia mí, el abrazo con Gerard ya terminado. Él aún estaba encogido, pero no parecía tan avergonzado como antes. –“Debió haber ido después de la escuela de arte, pero no lo hizo”- Vivian miró a Gerarz, una mirada con significado de fuego presente en sus ojos.


-“No podía llevarte conmigo”- Respondió Gerard, tratando de bromear, pero con una pizca de honestidad deslizándose. –“Por eso no fui”-


-“¡Pudiste haber sido un artista famoso! Mierda- Eres un artista famoso. Menos los millones de dólares y esas mierdas. Ciertamente tienes la actitud de uno”- Continuó Vivian, totalmente ausente de la calidad en la observación de Gerard.


Gerard se burló. Sabía que la parte de la actitud era tan cierta que dejaba de ser gracioso. Pero el resto, bueno, había algo que sabía que ocultaba. –“Soy feliz en el modo en el que estoy”- Dijo Gerard apenas audible, su voz casi perdida en la profundidad de su taza de café.


-“Sé que lo eres cariño”- Señaló Vivian, acercándolo para otro abrazo. Gerard se rindió lentamente, sin moverse pero permitiendo a la mujer que colocara un beso en su frente. Se quedaron así por un momento, mientras la conmoción y las erupciones de risas se apagaban. Vivian miró hacia el reloj que estaba sobre la mesa, detrás de ella y jadeó. 


-“Debería irme”- Dijo, levantándose y frotando una última vez el hombre de Gerard. Caminó hacia mi dirección junto con su ropa, quitándose la bata mientras lo hacía. Me di vuelta cuando ella dejó caer la tela de nuevo y comenzó a vestirse en la mitad del apartamento. 


-“No muerdo, Frank”- bromeó mientras metía su cabello rojo oscuro por el cuello de su camisa. Apenas murmuré una respuesta, sin saber que decir. Levantó el resto de sus cosas, dándole a Gerard un último abrazo y a mí un pobre adiós con la mano antes de que cerrase la puerta del apartamento, dejándome a mí y al artista solos. 


Tan pronto como estuvimos solos, no pude evitar el abrir mi boca. Cuando lo hice, todos mis pensamientos mezclados subieron a la superficie.


-“¿Qué carajo fue eso?”- pregunté, no enojado sino en pura y completa confusión. Gerard aún estaba sentado en la mesa de la cocina, su taza de café vacía en frente de él, reclinado en la silla. Él abrió los ojos ante mi repentina explosión entretanto me acercaba. Estaba a unos pasos de él, justo en la puerta de la cocina, mis brazos extendidos, encogiéndome de hombros ante una persona desconocida. 


-“¿Qué fue qué?”- preguntó Gerard, poniendo su normal semblante. Inclinó su cabeza hacia el costado y entrecerró sus ojos, de alguna forma logrando que su ya poderosa mirada fuese diez veces más profunda. 


-“¡Eso!”- dije, señalando con mis brazos la puerta por la que Vivian acababa de salir.


-“¿Vivian?”- preguntó inocentemente. Sin embargo sabía que lo estaba fingiendo, su sonrisa y ojos con brillo lo vendían fácilmente. Estaba haciéndose el tonto, sólo para hacerme esforzarme. Y aunque odiaba la idea de que él me tuviese bajo su control, le seguí la corriente.


-“¡Sí!”-


-“Es solo una amiga, Frank”- Gerard respondió tranquilamente, su voz casi tan líquida como el café que acababa de consumir.


-“¡Estaba desnuda en tu sillón!”- No pude evitar el escuchar mi voz quebrarse en la última puerta. Aún estaba nervioso e incómodo y recordando a Vivian en la forma en la que había estado atrajo los sentimientos y los grabó en mi voz.


-“Además es modelo, Frank”- volvió a responder con tranquilidad, su sonrisa acrecentando. Estaba disfrutando esto.


-“Pero…estaba desnuda…”- terminé y miré hacia mis puños cerrados. Me estaba quedando sin cosas para decir que tuviesen sentidos. Un montón de pensamientos venían a mí, pero eran demasiado confusos como para salir de mi boca. 


-“¿Y?”- intervino Gerard. Se paró de la mesa y recorrió la pequeña cocina mientras hablaba. –“El cuerpo femenino es en sí una obra de arte”- pausó, mirándome para ver si tenía algo que agregar a lo que estaba diciendo. Cuando vio que no, sonrió y prosiguió, moviendo sus manos para que pudiera ver lo que quería decir. –“Las crestas, lomas y curvas-son hermosas. La piel de una mujer es suave y maleable. Cuando la pinto, puedo hacerla lo que quiero. Ya hay demasiada belleza para que yo trabaje. La cintura como un ligero guión, fluye hacia als redondas caderas. Redondas, caderas de maternidad. Son hermosas, y útiles. El cuerpo de una mujer está lleno de vida, escondido discretamente entre sus piernas. Es jodidamente precioso Frank. Me sorprende que no lo hayas estudiado más seguido”- me miró, ese puto brillo y diabólico brillo en sus ojos. No podía responderle nada. Seguro que había visto mujeres antes, pero nunca en la forma en la que las estaba describiendo. Las definía como bellezas, como arte. Yo apenas podía pasar los senos sin comerlos con mis ojos. No podía concentrarme en el arte ahí, para nada. 


-“No obstante, los hombres”- continuó Gerard, apartando la mirada y caminando lentamente, sus manos danzando como el fuego encerrado en sus ojos. –“Los hombres son feos. Jodidamente feos”- me miró, una sonrisa recorriendo sus finos labios. Lo miré en shock preguntándome si lo había escuchado bien, pero su mirada me dejó todo claro. No hubo mala interpretación en lo que había dicho. Y siguió, sabiendo cuan extraño esto parecía. –“Los hombres no tienen curvas. Los hombres tienen crestas y protuberancias; feos, líneas rectas. No me gustan las líneas rectas, no hay libertad ahí. Los hombres son feos, no obras de arte. Tenemos pelo en lugares donde no lo necesitamos, y demasiado, por cierto. Somos grandotes y desgarbados. Tenemos esquinas. Y no me hagas empezar con el pene. Debe ser la cosa más fea que se haya creado. Parece un cuello de ganso con mollejas. Simplemente cuelga ahí, débil y floja alrededor de capas de piel arrugada y pelos. Los hombres son feos”- suspiró con la repetición de la última línea, encogiendo sus hombros y sus manos volviendo a descansar a los costados concluyendo.


Miré a Gerard por un rato largo, luego que terminó de hablar. Lo que decía tenía muchísimo sentido, tanto que me hacía sentirme incómodo en mi propia piel y debía cambiar nuevamente. Ya me sentía feo, pero su descripción ahora me daba una razón válida para eso. Tenía crestas que se ponían en el camino. Y cuando ponías todos esos elementos, el pene sí se parecía al cuello de un ganso y mollejas. Me recordé a los pavos que mi mamá cocinaba cuando las entrañas del ave quedaban afuera. Parecía una polla. Y me sentí asqueado de ser un tipo. Pero aún veía a Gerard perplejo. Lo que decía tenía sentido, pero en otra mano, no.


-“¿No eres gay?”- pregunté cuidadosamente, finalmente siendo capaz de evaluar el valor de la misteriosa pregunta. Antes solo lo había asumido, pero ahora que mis suposiciones estaban siendo desafiadas por Vivian, por esta charla, por toda esta mierda-debía saberlo con seguridad. 


Gerard sonrió, inhalando a través de las esquinas de su boca abierta. Tiró su cabeza hacia atrás, pero no se rió. Había detenido su pasear para ese punto y cuando retornó su cabeza a su posición normal, sólo su cabello se movió cuando cayó sobre sus ojos. Estuvo silencioso por un tiempo antes de que contestara, tanto que incluso pensé que lo había ofendido.


-“Oh, sí,”- finalmente dijo con una sonrisa. –“Soy gay. Muy gay”-


Asentí lentamente con mi cabeza, sintiéndome mejor ahora que tenía una respuesta a la respuesta indefinida. Pero ahora me inundaron más.


-“¿Pero qué hay con Vivian….?”-


-“Como dije”- contestó con seriedad, moviendo su cabeza hacia adelante, su sonrisa ya se había ido y por primera vez sin doble sentido en su semblante. –“Ella es sólo una amiga. Mi mejor amiga. Y modela para mí. Me gusta el cuerpo femenino; es hermoso. Pero no me excita. Por lo menos ya no.”-

-“¿Ya no?”- arrugué mi rostro de nuevo, probando al hombre por más detalle. Aunque había extendido su alma a mí a través de su colección de arte, nunca habíamos discutido detalles personales. Y ahora que lo estábamos haciendo, podía sentir como algo se abría entre nosotros. El rostro de Gerard era honesto; nada de doble sentido, nada de sonrisa. Me estaba hablando, hablándome de verdad.


-“Vivian y yo fuimos un ítem una vez”- dijo seriamente, luego revoleó los ojos cuando agregó lo siguiente.-“Oh, hace tanto tiempo”-


-“¿Qué pasó?”- indagué.


-“Nada, en realidad”- contestó, pensando, intentando recordar los años en el pasado, un tiempo en el que posiblemente yo ni siquiera había nacido. –“fue cuando estábamos en la escuela de arte- momento en el que todo era sexual. Quería que ella modelara para mí, para que pudiese estar adelantado en la clase, y poder dibujarla antes que otro lo hiciera. Terminamos teniendo sexo esa noche y unas cuantas noches después. Pero…” se detuvo, sus ojos flotando hacia las esquinas del apartamento mientras reunía sus recuerdos.-“Las cosas cambiaron. La escuela de arte había terminado y ya no éramos tan sexuales como solíamos ser-por lo menos entre nosotros.”- Gerard sonrió recordando algo distingo. –“Se convirtió en una completa exhibicionista. Esa mujer no podía mantener la ropa puesta. Y bueno, no pude apartarme de mi afinidad por mi mismo sexo. A pesar de la fealdad, necesito que tener hombres en mi vida”-

-“Eso es tan extraño”- finalmente dije luego que Gerard se detuviera por un buen tiempo, recordando eventos, sin dejar que ellos recobraran vida. 


-“¿Hmm?”- preguntó Gerard, apretando los labios. Se había dispersado un poco y se preguntaba que encontraba tan raro. Para él era todo tan natural que no podía desentrañar como era que yo no entendía.


-“No entiendo cómo puedes tener sexo con mujeres, pero aún así ser gay”- le pregunté honestamente expresándome vigorosamente con mis manos de lado a lado, como si estuviese moviendo a un espectro.


-“Frank, hay excepciones a las reglas”- afirmó, recuperando su sonrisa diabólica. –“Recuerda eso. Todos tenemos nuestras excepciones. Vivian fue la mía. Tú aun tienes que descifrar cual es la tuya”-


Encontré a sus palabras filtrándose en mí, metiéndose bajo mi piel y haciéndome sentir incómodo nuevamente. Así que cambié de tema, intentando despejar algunas de mis confusiones. –“pero ¿Por qué te gustan los hombres si son tan feos?”-


Se río ante mi observación, una profunda y gutural risa. –“Te olvidas que me gustan las imperfecciones. En la vida real, las necesitamos. Nos mantienen en la tierra y enteros”- explico, su voz clara y resonante. –“Las imperfecciones son necesarias. ¿Por qué crees que te tengo cerca?”- me sonrió, su doble sentido radiando de su rostro. Pero estaba demasiado cansado como para descifrar dobles sentidos. Había aclarado un par de preguntas, pero ahora quería continuar.


-“¿Dijiste que comenzábamos nuestra lección de pintura hoy?”- probé. Rascando tras de mi cabeza. Mi vos salió débil e insegura, pero por lo menos había quebrado el silencio.


-“Oh, sí”- murmuró, mirándose a si mismo. Secó sus manos en sus ajustados pantalones y comenzó a limpiar la mesa. Puso las galletas dentro del refrigerador (ni idea por qué) y puso las tazas en el fregadero, sabiendo que después las lavaría. Comencé a caminar hacía su área de pintura, inseguro de adonde más ir, cuando su voz me interrumpió.


-“Una cosa más Frank”- llamó desde la cocina. Buscó en el bolsillo de la campera gris donde estaba cosida la paloma, colocando algo en la palma de su mano y acercándose a mí. Sonrió mientras tomaba mi débil mano y soltó el objeto como si fuese un peso muerto. Me tomó un rato ajustarme a todo, todo pasó muy rápido. Cuando miré mi mano vi un paquete rojo y blanco observándome. 


Gerard me había dado sus cigarrillos.


Sentí mi cara arder, con los recuerdos de lo que había hecho el día anterior. Levanté mis ojos y los clavé en los de Gerard, que a pesar de estar al mismo nivel que yo, parecía estar mirándome desde arriba. No estaba juzgándome. Solo sonriendo, saboreando el hecho de que me tenía justo donde me quería. Me atrapó.


-“La próxima vez que quieras cigarrillos”- me informo, la sonrisa expandiéndose en su rostro alimentada con orgullo-“sólo dime, no tienes que robármelos. Te los hubiese dado”-


Respire profundamente y cerré mis ojos. Estaba tan avergonzado. No podía creer que me hubiese descubierto. No quise robarle; esa no era mi intención. Simplemente no estaba pensando. No sabía que hacía cuando los tomé, especialmente ahora que tenía mi paquete. Estaba manejando esto tan bien. La mayoría de la gente me hubiese gritado, me hubiese echado de ahí y no me hubiesen dejado volver. Era un ladrón. Pero Gerard no lo veía de esa forma. Cuando fui capaz de juntar el coraje para mirarlo desde el rabillo de mi ojo, todo lo que ví fue entendimiento. Parecía entender por qué había tomado los cigarrillos. Entendía que quería crear arte. Y ahora me estaba ayudando.


Si no hubiese estado tan avergonzado, probablemente lo hubiese abrazado.


-“Gracias…”- fue todo lo que mi cerebro pudo forzar a salir de mi boca.


-“No hay problema”- insistió. Colocó una mano en mi hombro para estabilizarme; ni siquiera me había dado cuenta de que estaba temblando. –“Es un habito horrible para empezar. Realmente te envejece”- chasqueó la lengua con humor.


-“Sí, lo sé…”- asentí con mi cabeza, sin encontrarme con sus ojos. Estaba convencido de que mis ojos estaba de un color escarlata y no estaba de humor para su broma. Necesitaba desviar toda la atención de lo que había pasado. –“¿Podemos empezar nuestra clase de pintura?”-


-“No”. Dijo con facilidad, sacudiendo su cabeza.


-“¿Qué?”- pregunté, recuperando mi voz. Finalmente lo miré, preguntándome si estaba siendo condenado por mi tentativa de robo. Pero no vi nada más que profunda preocupación en sus ojos.


-“Ve a casa Frank”- Gerard me dijo. Era una orden, pero su voz tan tranquila lo hizo sonar más como si fuese una opción.


-“¿Pero por qué?”- si no estaba siendo castigado por robar, entonces no veía ninguna puta razón para irme. Ni siquiera eran las cinco todavía. No quería encarar mi casa y mi madre.


-“Tienes algunos asuntos que despejar hoy”- me informo. Levanté mi ceja y ladeé mi cabeza. ¿Cómo sabía si tenía asuntos o no? Pensé mucho intentando salir con algo. Sentía vergüenza. Eso era todo, o al menos eso era todo lo que me permitía pensar que era. ¿Tenía razón Gerard? ¿era algo más que mi ansiedad lo que había pasado hoy? Me lo pregunté, y mi mente me llevó hacia lo que había pasado el día anterior. Sentí mis mejillas arder. 


-“Puedes venir mañana para la lección”- Me dijo. –“Es sábado. Podemos pintar todo el día si quieres. Simplemente ven cuando quieras y empezaremos”-


Miré a Gerard y él me sonrió. Asentí lentamente y la próxima cosa que supe estaba afuera en el hall, mi campera y mochila llena de las galletas de Vivian en mis brazos. La comprensión de que hoy no estaría pintando me golpeó con fuerza e hizo que mi cuerpo se sintiese agobiado. No debía esperar tanto para mañana, me dije. Podía venir por la mañana si quería, pero hasta ese entonces, sabía que tenía mucho para pensar como para estar ocupado.

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