viernes, 13 de julio de 2012

But it's better if you do; Capítulo: #31

Capítulo: #31


Silencio para los derrotados.

Mi cobardía y su amistad. ¿No es una hermosa combinación?
Por alguna extraña razón no me sentía miserable pidiéndole que fuera él quien le informara. Tal vez porque el informe no sería directo, tal vez porque en el fondo estaba conforme con la mïerda de persona en la que me había convertido.
Aún estaba en pijama tirado en el sillón cuando tomé el celular para marcar el número de mi amigo.
Uno, dos, tres…
-¿Hola?- contestó con la voz adormecida.
-Ray, te necesito. Tenés que pasar por acá antes de las dos, te queda una hora y media y necesito que hablar un poco antes así que apurate.- Pronuncié las palabras demasiado rápido, las ‘vomité’ más bien.
El tono autoritario, la exigencia, la destrucción…
¿Qué pasaba conmigo? ¿Acaso me estaba convirtiendo en el más grande de los imbéciles? ¿Acaso ya no recordaba las veces que ese ser al que acababa de llamar me había salvado la vida?
Me sentí pésimo.
Cómo si ya no fuera suficiente…
Ni siquiera habían pasado quince minutos cuando el timbré sonó, y supe que era él, mi amigo, el que había estado conmigo siempre, al que había descuidado y hasta maltratado.
Si abracé y di las gracias apenas abrí la puerta. Noté que moría de sueño y no se había peinado para poder llegar más rápido; dijo que no importaba, pero para mí sí.
Todo importa, hasta el más mínimo detalle…
-Tengo algo que pedirte, Ray. -dije bajando la mirada.
-Decime.-dijo con simpleza. Suspiré y me di ánimos. Junté valor.
Un valor que debería invertir en otra cosa…
-Cuando… Digo… Después del casamiento…
- ¿Si?
-Cuando…-hice una pausa, me dolía, me dolía mucho.
-Mandalos al carajo, Frank. Te estás arruinando.
Hice caso omiso a sus palabras, no era el momento.
Nunca lo iba a ser.
-Te voy a dar una tarjeta. Cuando ya todo haya pasado, cuando esté lejos…-suspiré para luego contener la respiración por un momento.- Quiero que se la des a Gerard.
-Frank…-Puse mi mano sobre su boca para que callara.
-Es la única manera que tengo para decírselo, y de verdad lamento tener que usarte de intermediarlo.- perdí mis vista en la pared de en frente y continué- Andate rápido después de dársela, va a necesitar silencio…
Silencio para odiarme…
No pude contenerlo y comencé a llorar escandalosamente, eran los últimos días que iba a poder hacerlo, luego mi sufrimiento tendría que ser absorbido, guardado bajo llave.
Sufrimiento Silencioso…
Mi amigo me abrazó y pocos minutos después se marchó sabiendo que en poco tiempo sería mi último encuentro con Gerard.
Me recosté en el sillón para prepararme psicológicamente. Deseé que mi madre estuviera en casa para darme uno de sus abrazos, pero no era posible, lo único que me podía acercar a ella en este momento era la foto de mi cumpleaños de diez que estaba en el portarretratos encima del televisor. Una foto donde mi vida no estaba arreglada, donde mamá y papá me abrazaban fuerte y yo sonreía ansioso por probar la deliciosa torta de chocolate que se encontraba sobre la mesa delante de nosotros.
Sentí ganas de arrojar el retrato por los aires, que cayera y justo se rompiera el vidrio sobre la imagen de mi padre, y que el impacto le hiciera daño en la realidad; aunque no se pareciera en lo más mínimo al daño que él me estaba causando a mí.
Y que me auto-causaba…
Un escalofrío recorrió mi espalda en el momento que escuché el timbre sonar. Era un tanto más temprano de lo acordado, pero eso no era problema, cualquier segundo a su lado era valioso en este momento.
La casa era completamente mía hasta las cinco de la tarde, pero antes de esa hora arrancaríamos a otro lugar.
Al lugar donde todo empezó…
Las manos me temblaban y se me hacía difícil colocar la llave en a cerradura, pero cuando al fin lo logré en menos de cinco segundos estaba colgado de él, grabando en mi memoria su suavidad, calor y armonía de su voz al decirme algo tan simple como “Te extrañé”. Algo tan simple y doloroso.
Te extrañé y te voy a extrañar…
Lo hice pasar, obviamente, yo estaba colgado a él con los pies rodeándolo y la nariz rosándole el cuello.
-¿Sillón o cuarto?- preguntó de forma provocativa en mi oído. Me removí un poco gracias al nuevo escalofrío que me había afectado y escuché una risita muy aguda.
-Cuarto.- Dije en tono casi imperceptible.
Con agilidad nunca vista subió las escaleras y yo me sentí un adolescente nervioso e inexperiente.
”Como lo que en realidad sos, Frankie” ¡Qué oportuna mi voz interna!
Reí producto de mi conversación interna y Gerard me miró sin entender el chiste a penas me dejó tendido sobre el acolchado azul.
-Me siento un quinceañero.- dijo una vez que se encontraba sobre mí, a punto de atacar.
-Siete años más, siete años menos… No es tanta la diferencia.
¿Estás seguro, Frank?
La tarde pasó rápido, tal vez por eso de que cuando pasas bien el tiempo siempre queda corto, tal vez porque olvidé y me dejé llevar.
Olvidarse y dejarse llevar…
Nos encontrábamos en la cocina, sentados uno frente al otro, yo tomando leche con chocolate, él café; bueno, un café que en realidad no había sido probado, estaba muy ocupado…
-¡Leche chocolatada!- decía cada cinco segundos estallando en carcajadas.-¡Leche chocolatada! Eso es de niño de cinco años Frank, vos ya hacés cosas de grandes…- agregó por lo bajo.
-¡Habló el del pijama de perritos rosados!- reproché.
-¡Te gusta ese pijama! No seas envidioso, para tu próximo cumpleaños te voy a regalar uno igual… O el mío, te va a servir a vos que te gusta ponerte mi ropa para dormir.-
-Me gusta la ropa amplia y caliente para dormir, por eso uso la tuya.-dije para luego sacarle la lengua.
-¡Te gusta mi pijama rosado porque es sexy y te calienta, que es diferente!
Rodeé la mesa y me fui a sentar a su lado muerto de risa.
-¡Más sexy es el amarillo con ositos! ¡Ese sí me deja loquito! Más ahora que estás más gordito y te queda apretado.- Gerard rió y se acercó a mis labios.
-Te prefiero sin pijama.-concluyó.
-Sos un desubicado.
-Te gusta que sea un desubicado.
-Verdad.
-Verdad.
-¿Por qué repetís lo que digo?.
-¿Por qué repetís lo que digo?.
-¡Menos mal que el pendejo que tomaba leche chocolatada era yo!
-¡Leche chocolatada!-gritó y salió corriendo, a carcajada suelta por la casa.
Lo corrí por todo el piso de abajo y el jardín, no logré atraparlo hasta que él se dio la vuelta y vino corriendo en mi dirección; era tan divertido que no me di cuenta que la idea era que corriera yo también y me quedé parado cual estatua dejando que me agarrara.
Fue entonces cuando volví a la realidad.
Nuestro último encuentro…
Miré a través de la puerta de vidrio hacia el interior de la casa y ví el reloj: 4:46.
-¿Vamos a dar una vuelta, Gee? Falta poco para que lleguen y no quiero cruzarme con nadie.- él asintió y nos dirigimos al garaje por mi auto nuevo.
El auto que me había regalado el día de la noticia, el auto con el que me iría de la ciudad.
Lo hice conducir, él tenía más experiencia que yo y, por supuesto, no se encontraba ni cerca en cuanto a los niveles de conmoción.
Como si mi mente y la suya estuvieran conectadas, estacionó el auto a un lado del muelle, el lugar donde lo conocí, el lugar donde mis dudas aparecieron, el lugar donde todo termina…
¿Por qué estás tan seguro de eso?
Bajamos del vehículo y nos sentamos uno recostado sobre el otro en el lugar que él solía ocupar.
El silencio nos cubrió, el cielo se volvía un poquito más anaranjado con el paso de los segundos, las gaviotas jugaban unas con otras y las olas chocaban armoniosamente unas con las otras. Un hermoso paisaje.
“Hermoso como él…”
El sol se escondía lentamente y yo sentía mi pecho contraerse cada segundo un poquito más. Y las caricias en el pelo no ayudan, Gee.
-Te voy a extrañar este fin de semana.
Asfixia, muerte en vida. Por lo que más quieras, Gerard, no sigas…
-Te dejo ir con tu familia, sólo porque si no nunca voy a aprender a compartirte…
Por favor…
-También te voy a extrañar, mucho, demasiado…-le contesté dejando salir una traviesa lágrima que intenté disimular lo más rápido posible.
-Creo que deberías ir a tu casa antes que termine de hacerse de noche, tenés que arreglar las cosas para el fin de semana familiar.- Suspiré.
Fin de semana familiar…
-¿Te dejo en tu casa?.- pregunté.
-No te preocupes- ¿Que no me preocupe? Imposible.- voy caminando, me gusta caminar de noche.-concluyó y me dio un casto beso en la frente para luego pararse y extenderme la mano para que yo hiciera lo mismo.
Frente a frente, miré sus ojos y dirigí mi mano a su mejilla acariciándola con suavidad.
-Te quiero.-solté y nunca me voy a arrepentir de decirlo. Observé su perfecta sonrisa formarse y lo besé.
Desesperación y firmeza. Ternura y nostalgia.
Me separé de él con un gigante nudo en la garganta y di tres pasos hacia atrás; debía irme antes de desmoronarme frente a él, no quería que ese fuera la última imagen que tuviera de mí.
-Adiós.-dije agitando la mano y dando un nuevo paso hacia atrás. Él se adelantó, tomó mi mano entre las suyas y la besó.
-Te amo.- sentenció y sonreí inconscientemente al escuchar esas palabras.
Me di la vuelta y dirigí al auto escuchando sus pasos que se me decían que se alejaba en dirección contraria a la mía.
Subí y arranqué tan pronto como el temblor de mi cuerpo me lo permitió.
El llanto se hizo presente a penas el muelle dejó de verse a mis espaldas; prendí la radio y recordé.
Recordé y comprendí por qué mïerda mi padre y mi tío cantaban tan emocionados “Un beso y una flor” mientras nos dirigíamos al cabaret.
Ellos nunca se despidieron, ellos nunca dejaron lo más preciado atrás. Nunca sintieron su alma materializarse y hacerse trizas frente a sus ojos.
Nunca abandonaron al amor…

El auto quedó mal estacionado en la puerta de casa. No sé cómo llegué ileso si las lágrimas se acumulaban en mis ojos esperando impacientes su turno para resbalar por mis mejillas. Subí las escaleras a los tropezones y escuché unos pasos tras de mí. Mi madre me cobijó con sus brazos hasta que fingí estar dormido.
Porque esos dos días no dormí, apenas comí y lloré, y deseé mi muerte una vez más…
Pero no llegó.
Sábado encerrado.
Domingo por la mañana: Ponerme el traje y contener el llanto. Fingir dicha…
Domingo al medio día: - Acepto.
Acepto mi cobardía, acepto mi condena, acepto arruinarte la vida, acepto arruinar nuestro futuro…
El beso de los novios, el abrazo del comprensivo mejor amigo y las últimas palabras dedicadas a éste antes de abandonar la cuidad…
-Poné esto junto con la tarjeta que le vas a dar a Gerard.-dije sacando la rosa del bolsillo de mi traje y escarbando un poco más para alcanzar un diminuto papelito amarillo.
-Cuidate mucho, Frankie- cerré los ojos con fuerza y escuché Su voz decirme de aquella forma.- Prometeme que vas a estar bien.
-Te lo prometo, Ray.

Prometo pretender estar bien.
Prometo cuidar mi salud para que, si el destino así lo quiere, mi figura resulte familiar para Gerard. Para que él se ocupe de relatar con lujo de detalles como arruiné su vida.
Prometo dejar que las cosas sigan su curso.
Prometo no atentar contra mi vida, porque mi vida ya no es mía…

No hay comentarios:

Publicar un comentario