viernes, 13 de julio de 2012

But it's better if you do; Capítulo: #32

Capítulo: #32

And I wouldn't be caught dead in this place… 

Dos años simulando felicidad, felicidad de la que lejos me encontraba a pesar de que mi vida de casado parecía perfecta a los ojos de cualquiera. Ella era la esposa más atenta de todas, y por supuesto, seguía siendo mi mejor amiga aunque ella hubiera terminado enamorada de mí.
Se sentía extraño manejar desde aquella ciudad a dos mil quinientos treinta y ocho kilómetros de distancia hasta la ciudad que me había visto crecer, hacia la ciudad donde había dejado lo más preciado. Me convencí de que era necesario, Ray era el mejor amigo que podía existir y una ocasión tan especial como su casamiento no podía pasarme por al lado, debía acompañarlo como él lo había hecho como él me había acompañado a mí.
El se casaba enamorado, ese no había sido mi caso, pero de cualquier forma debía estar ahí.
El reloj indicaba que aún tenía tiempo. No era necesaria mi preocupación, los segundos eran mis amigos por ahora y eso me permitía sumergirme en las memorias de mi vida pasada. Una vida más feliz, una vida con amor, con Gerard.
Nada de eso importaba ahora, yo era el esposo de Jamia, el correcto y heterosexual esposo de Jamia...
El pasado está siempre presente para atormentarme, tal vez porque es el mejor de los tormentos…
Y cuando el tormento toma voz…
- ¿Frank?- Sus ojos verdes seguían igual de vivos, igual de atrayentes, igual de hipnotizantes. Su rostro, por el contrario, había cambiado bastante. A pesar del poco tiempo, parecía que éste había pasado ligeramente más rápido para él; sus ojos estaban envueltos en ojeras que lo hacían tener aspecto poco saludable, y el peinado que dejaba sus mechones para atrás, lejos de los ojos, se conservaba igual que antes, pero sin mostrar el mismo cuidado de antes.
- ¿Ge-Gerard?- tartamudeé al ver mis pensamientos materializados delante de mis ojos con un crepúsculo rojo de fondo.
Desde el día que me despedí de él, comencé a preguntarme cómo sería si algún día nos volviéramos a encontrar.
La respuesta era simple fácil de encontrar: Felicidad.
Lo que nunca había había tomado en cuanta era que, con los años, la vejez se haría presente.
Y al verlo, respiré nostalgia, sudé tristeza y saboreé arrepentimiento.
- ¿Frank? ¿Qué hacés acá? ¿Volviste?- su voz denotaba duda, pero lo más fácil de reconocer era, sin dudas, la sorpresa.
- Sí. Bueno, no definitivamente… Solo por el casamiento de Ray.- Su ceño de se frunció dolosamente.
Y…¿Sus ojos brillaban?
- ¿Qué hay de tu vida?- Pregunté ignorando sus brillantes ojos que amenazaban con desbordar. Él bajó la cabeza y se acercó a mí.
-Cambió. Acompañame hasta mi casa para tomar un trago, por favor.
El tiempo no era mi enemigo, y él era mi amigo. Sólo eso sería, un amigo con el cual tomaría un trago.
Uno con el que desearía pasar mi vida entera.
- Ok, supongo que tenemos que actualizarnos.- Una sonrisa hizo cuestión de aparecer en mis labios, alumbrando su rostro.
Caminamos en silencio por aquel barrio desierto, más desolado de lo normal.
- ¿Qué pasó con este lugar? No solía estar así de muerto. - Una risa se hizo escuchar desde el pecho de Gerard, era medio afónica y sin vida pero era una risa igualmente.
- El movimiento del barrio se debía mayoritariamente al cabaret, ahora nadie viene acá.- Miró rápidamente, pero entendí lo que esa mirada significaba.
Nadie más andaba por allá, sólo él; sólo yo.
- Espera… ¿El cabaret cerró?- Frené mi paso por inercia pero Gerard siguió caminando y me obligué a imitarlo.
- Sí, lo cerré, ya no era lo mismo. Siempre odié ese lugar, llegó un punto que no lo pude soportar más y lo cerré, el dinero nunca fue problema de todas formas. No es lo que mi padre esperaba de su hijo pródigo pero él no está más acá , ¿no?.
Permanecimos en silencio hasta que llegamos al edificio que solía oficiar de nuestro cómplice en los buenos momentos. Las luces de neón que indicaban que allí se encontraba el tan buscado cabaret estaban ahora apagadas y el lugar parecía abandonado.
Gerard abrió la puerta y caminó directo al bar donde Bob solía trabajar todas las noches sirviendo bebidas a los clientes. Todo estaba en penumbras y varias cosas se encontraban rotas. Las sillas estaban tiradas por el piso desorganizadamente y el escenario donde solían bailar mujeres semidesnudas, mientras eran devoradas por los hambrientos ojos de los clientes, estaba ahora triste, oscuro y frío.
- ¿Cambió bastante no?- Preguntó Gerard lavando unos vasos.
- ¿Vivís acá todavía?- El enfocó sus ojos en los vasos mientras los secaba.
- Sí, nunca pude dejar este lugar.
- Creía que lo odiabas.- Repliqué desconcertado.
- Sí, pero algo pasó acá.- Dijo mientras caminaba hacia mí con dos vasos en la mano, me entregó uno sonriente.
- ¿Desde cuándo está cerrado?- dije cambiando de tema en forma abrupta, entendí su indirecta.
- Desde que te fuiste.- El impacto con sus ojos, esa frase, el paso que Gerard dio acercándonos aún más; todo eso me hizo sentir la vieja descarga de energía que sólo sentí con una persona. Él. Me quedé callado y dejé que siguiera.- Cuando te fuiste, nada fue igual- Sus ojos pestañearon, un tic nervioso cambió su expresión por un segundo volviendo luego a su débil sonrisa. - Nada me entretenía, todo era aburrido, común, previsible. El aburrimiento puede ser bastante incómodo ¿sabes?- El tic se pronunció y Gerard se acercó más.
- Si estabas tan aburrido…¿Por qué no te fuiste a buscar algo que te entretuviera?-Soltó una débil risita, mientras hacía un gesto en señal negativa con la cabeza, sin emitir una palabra alguna. Tomó un trago y me miró.
- El problema no era entretenerse, Frank. La cosa es que yo sabia- Tomó mi mano- que la única cosa que yo quería estaba fuera de mi alcance.- Él alzó las cejas, y mis piernas débiles lucharon contra mi cerebro que les ordenaba no ceder. Gerard soltó mi mano y caminó hacia atrás del bar otra vez.- ¿te gusta Shakespeare, Frank?
- Leí algunas obras ¿Por qué?
- ¿Qué te parece Romeo y Julieta?-
Comenzaba a preguntarme qué era lo que pasaba por esa cabeza. ¿A qué llegaba con esa pregunta? ¿Qué caso tenía que me preguntara por mis autores predilectos si hacía un segundo me estaba diciendo que su felicidad no existía sin mí?.
- Un poco empalagosa. No me convence Romeo, deja mucho que desear.
- ¡Que lástima!- Exclamó mirándome desde el bar, mientras tanteaba por los estantes ubicados detrás de la barra. Buscaba algo aparentemente.- En verdad una lástima. A mí me encanta esa obra, me gusta la ironía en ella.
- ¿La ironía?
- Sí. ¿No lo ves? Toda la obra se trata de un amor imposible, dos personas que son divididas por las creencias de sus familias, el destino o la suerte si lo preferís así. Pero no es eso lo que los separa. No. Lo que lo hace son ellos mismos. -Gerard salió desde atrás del bar para acercarse más a mí y siguió su discurso al ver mi cara de desentendimiento. - ¿Te acordás como termina la obra, Frank?- Me preguntó.
- Julieta arma un plan para que ella y Romeo pudiesen escapar y finge estar muerta. Pero Romeo no estaba enterado del plan y al verla muerta él…
- Se mata, correcto. ¿Lo ves ahora? No fue la guerra entre sus familias ni nada de eso que los separó, sino ellos mismos. Si Romeo no se hubiera matado, Julieta hubiera despertado de su sueño y lo hubiera encontrado allá. ¡Ambos serían felices para siempre!. Pero es ese el problema ¿no? No existe el “felices para siempre”, siempre hay algo. Ocurrió con Romeo y Julieta, y ocurrió con nosotros, Frank. Nunca fuimos felices para siempre.- Una lágrima corrió por su rostro, pero hizo de cuenta que ella no existía. Seguía acercándose a mí con cautela. Despacio pero sin hesitar, estaba a centímetros de mí.
- Gerard... Yo... Lo siento.- Dije mientras cerraba los ojos.
- Si, yo también. – Dijo con notable pena.
Entonces sentí el frío en mi abdomen, y una cantidad inmensa de dolor. Al posar mis manos en el área noté que sangraba. ¿Y como no? Un puñal estaba enterrado en mi caja toráxica avisando a mi cuerpo que se estaba extinguiendo y este contestaba con una cantidad de dolor absurda.
- ¿Ge-e?- Me aferré a sus brazos que me abrazaban y me impedían de caer.
- Perdoname Frankie. Pero es que ya no puedo… ¿sabes? No tenés idea de lo enojado que estuve después de que te fuiste. Pero no es por eso que te hice esto... Después de que te fuiste, intenté aceptarlo y hasta mantuve el enojo lejos. Pero es que verte feliz... Y sin que yo esté cerca para ser el motivo de tu felicidad... ¡Es insoportable! No… no puedo así, Frank.- Gerard lloraba histéricamente, y yo apenas podía mirarlo, intentaba ignorar el dolor. Pero ahora ese dolor se hacía leve, y se convertía en una cómoda sensación de adormecimiento.
- Yo nunca fui feliz lejos de vos.- Se me hacía dificilísimo mantener el ritmo de la respiración y se podia apreciar notablemente el frágil hilo del cual mi voz pendía. Gerard enterró su cabeza en mi cuello y esperó… Esperó a que todo se acabara para mi.

“Hoy se invierten los papeles. Mi recuerdo grita que sos el inocente. Pero mi corazón da su último latido convencido de que, al menos hoy, te tocó el papel del asesino. El asesino que tanto busqué, el que tanto necesité…”


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